En España, según datos oficiales del Ministerio de Educación, había, en el curso 2016-2017, un total de 27.133 niños con altas capacidades detectadas, lo que supone un 0,33% del alumnado. Sin embargo, si hacemos caso a los expertos y nos fijamos en los enfoques más avanzados --y también menos restrictivos--, la cifra de niños con altas capacidades sería realmente de entre 800.000 y 1.500.000. Hay, por tanto, en nuestro país, una inmensa mayoría de alumnos con altas capacidades que no reciben el apoyo que necesitan del sistema.
No siempre es lo mismo que ser superdotado
La Guía Científica de las Altas Capacidades, publicada por el Ministerio de Educación, define las altas capacidades como un “fenómeno multidimensional, cognoscitivo-emocional-motivacional estable y global de la persona que se caracteriza y define por un hecho básico: las diferencias en la alta capacidad intelectual del sujeto, no sólo a nivel cuantitativo, sino sobre todo en su funcionamiento, consecuencia de las diferencias cualitativas en lo cognoscitivo, emocional y motivacional. La superdotación es capacidad potencial, que sólo podrá producir rendimiento si se producen las condiciones de desarrollo adecuadas. La superdotación (y la alta capacidad) presenta diferencias significativas en el desarrollo morfológico cortical y en la configuración final del cerebro”.
“Las altas capacidades incluyen sobredotación, talento, precocidad y genio. Un superdotado es, por tanto, una persona con altas capacidades. Sin embargo, una persona con altas capacidades no tiene por qué ser superdotado”, aclara Margarita Colodrón, presidenta de la Confederación de asociaciones de familias con niños y niñas de altas capacidades (Confines), que agrupa a una veintena de asociaciones de toda España de niños de altas capacidades.
“La baja identificación se debe a que los profesores y profesionales buscan grandes talentos, que destaquen en una o varias áreas, y genios, de los que sólo nos podemos encontrar con alguno de forma excepcional en las aulas, y que además es posible que pase desapercibido por tener una doble excepcionalidad o por bajo rendimiento. Eso le pasó a Edison, a quien expulsaron del colegio porque consideraban que era una pérdida de tiempo, a Einstein, que tenía problemas de aprendizaje, o a Bill Gates, que suspendía varias asignaturas. La sobredotación supone tener una capacidad general alta para todos los ámbitos medidos en las pruebas de inteligencia, pueden sacar buenas notas en lo que más les interesa, pero no tienen por qué ser sobresalientes en un aspecto ni en todos”, continúa Colodrón.
“La precocidad supone estar adelantados en cuanto al desarrollo normal. Esto suele ser una excusa para no atenderlos, porque la mayoría piensa que se les va a pasar, cuando la realidad es que el porcentaje de alumnado que, al llegar a los 12 años, edad que marcan para poner la etiqueta de sobredotación, deja de tenerla es muy bajo, en torno a 2% según los estudios internacionales. Esto nos demuestra que se les debe atender para que desarrollen todo su potencial”, añade.
Sin embargo, pese a la Guía Científica de las Altas Capacidades del Ministerio de Educación, todavía hay confusión, profesional y social, en torno a las altas capacidades y la superdotación. “Sin ir más lejos, cada comunidad autónoma tiene sus propios criterios para decidir qué es y qué no es Alta Capacidad, de forma que un niño puede ser superdotado en Murcia, pero no en Madrid, por poner un ejemplo”, lamenta Olga Carmona, psicóloga experta en Diagnóstico y Atención Psicopedagógica de Niños con Altas Capacidades. Por ello, considera “imprescindible y urgente aunar criterios claros y homogéneos que contemplen toda la excepcionalidad en materia de inteligencia y talento, porque se nos quedan muchos, pero muchísimos niños desatendidos académicamente por culpa de este desacuerdo, que en no pocas ocasiones se pone como excusa para no tomar las medidas que el niño o niña necesita”.
Cómo detectar altas capacidades
Para saber si un niño tiene altas capacidades “se debe tener una entrevista con los padres para recibir información desde el embarazo hasta el momento actual. Esto da muchas pistas sobre las características y los hitos de desarrollo, que en muchas ocasiones se suelen dar con antelación al de sus pares. Hay unos cuestionarios específicos para padres que son muy buenos indicadores, no sólo de su capacidad, sino de los posibles problemas para no ser detectados. También hay cuestionarios para los tutores basados en su experiencia con el alumno o alumna. Para finalizar, se deben realizar pruebas de inteligencia agrupadas en cuatro áreas específicas con las que se puede obtener un índice general o CIT”, detalla Margarita Colodrón desde Confines.
Pero para que todo este proceso de detección sea efectivo, “hay que ser muy observadores durante las pruebas, porque el lugar, la persona que lo realiza y la actitud del niño o niña pueden alterar notablemente los resultados. También es importante saber que, si hay alguna dificultad de aprendizaje, algo muy posible, los resultados en algún área pueden ser más bajos de lo estimado y por lo tanto bajar el CIT. Estas son las razones por las que se aconseja no tener tanto en cuenta el número final, sino el proceso y las diferentes áreas. Hay muchos niños y niñas que suelen puntuar bajo en el área de velocidad de procesamiento, porque unas características que suelen darse en ellos son la autoexigencia y el perfeccionismo. Tratan de asegurarse de que la respuesta es correcta, y al tratarse de una prueba con tiempo, responden a un número no muy alto de preguntas. Pero, sin embargo, son todas correctas”, añade la presidenta de la confederación que agrupa a las asociaciones españolas de niños con altas capacidades.
Actualmente, el modelo elegido de forma mayoritaria por las comunidades autónomas para la detección de las altas capacidades es el denominado modelo de los tres anillos de Renzulli. Para evaluar si un niño necesita apoyo específico por sus altas capacidades, la administración española exige tres requisitos: que el alumno presente un coeficiente intelectual igual o superior a 130, que tenga un alto potencial creativo y que presente un perfil aptitudinal armónico. El propio Centro Renzulli ha indicado que la exigencia de cumplimiento de estos tres requisitos responde a una mala interpretación de su modelo.
“Como resultado de esta errónea interpretación se suelen pasar pruebas de creatividad, en general poco fiables y/o entendiendo la creatividad de una forma errónea. La creatividad está en sus ideas, sus originales preguntas, respuestas o soluciones a problemas, no en dibujar bien o en hacer preguntas sobre una lámina que puede o no atraerles. Sin embargo, en la mayoría de las comunidades, si no detectan creatividad, deciden que no tiene altas capacidades, aunque en las pruebas de inteligencia los resultados hayan sido buenos”, lamenta Margarita Colodrón.
Este error, al que el sistema educativo español aún no ha puesto remedio, deja fuera del apoyo educativo que la ley marca para alumnos con altas capacidades a miles de niños.
Una parte de la sobredotación, heredada
Por eso, alertan desde Confines, es importante fiarse de la intuición de los padres. Estos “son los mejores detectores de las altas capacidades, según los estudios realizados. Son mucho mejores que los profesores en identificación. Los estudios hablan de un acierto en torno al 40% para profesores y del 70% para padres. Es por eso que, insistimos, se debe escuchar a los progenitores siempre”.
Para Olga Carmona, psicóloga experta en la materia que además tiene dos niños con altas capacidades, “existen una serie de indicativos que suelen darse en mayor o menor medida. Estos son, simplificando mucho: la intensidad emocional, la hipersensibilidad, la curiosidad, la obsesión por aquello que les interesa y motiva, el sentido de la justicia y la empatía, la velocidad de aprendizaje y de generalización de lo aprendido a otros contextos, la habilidad para dominar competencias en menor tiempo que sus pares, el lenguaje precoz y muy rico, la curiosidad por temas como el sistema solar, los dinosaurios, la geografía… Aunque, insisto, son ítems que nombro por ser estadísticamente representativos dentro del mundo de la sobredotación y cuando se dan muchos de ellos, aumenta la probabilidad de que el niño tenga altas capacidades”.
La genética también juega un papel muy fuerte en estos niños. “Sabemos que se nace con un potencial cognitivo que viene determinado genéticamente, es la inteligencia fluida. Esta inteligencia con la que nacemos se ve inhibida o impulsada por la cristalizada, que tiene que ver con el ambiente estimular al que el niño es expuesto. De manera muy sintética, la idea es que nacemos con un potencial que se desarrollará o no, dependiendo de si encuentra los canales necesarios para ello”, explica Olga Carmona.
“Según diversos estudios, la genética aportaría entre un 60 y un 70% en las altas capacidades. De hecho, muchos padres descubren que ellos mismos tienen altas capacidades cuando las detectan en sus hijos”, amplía Colodrón.
Sin embargo, o precisamente por haberse sentido diferentes e incluso apartados socialmente durante su infancia y adolescencia, muchos padres, al detectar en sus hijos ese tipo de habilidades especiales, lo reciben como un castigo. Margarita Colodrón lo tiene claro. “En inglés se utilizan los términos gifted y talented, que son como más positivos. Gifted nos da idea de tener un don y eso es lo que más nos debe marcar a la hora de intervenir, ponernos como objetivo el desarrollo de ese don. Es maravilloso tener un hijo o hija con altas capacidades, aunque a veces resulte agotador, y debiera suponer un orgullo igual que cuando es un buen futbolista. Sin embargo, este tipo de don más intelectual no está valorado y muchos padres lo ocultan por el significado negativo que se da desde la sociedad que no está sensibilizada con el tema”.
Problemas del sistema educativo español
¿Está el sistema educativo preparado para educar y atender a niños con altas capacidades? Olga Carmona se muestra tajante. “En la teoría, sí. En la práctica en absoluto. No hay sitio para ellos, son vividos por la escuela como una molestia, un estorbo, un problema. Estamos llenos de prejuicios y de ideas distorsionadas acerca de la sobredotación que dañan severamente a nuestros niños y niñas. Se supone que el estado garantiza la inclusión y la atención a la diversidad, pero es, hoy por hoy, papel mojado. En cuanto a los profesores, mucho me temo que no. No están preparados. Son víctimas también de un sistema que les ningunea, les paga mal, se los traga y los vomita convertidos en autómatas sin ambición personal ni intelectual. Hay gloriosas excepciones que nos salvan. Quiero pensar que cada vez más. Por ello y para ello luchamos cada día algunos profesionales”.
La presidenta de Confines tiene una opinión parecida. “Si tenemos en cuenta la baja identificación, está claro que nuestro sistema no está a la altura. Necesitamos un sistema más flexible que no agrupe al alumnado por edad sino por intereses y en el que cada uno pueda avanzar a su ritmo sin sentirse atrasado o aburrido por repetir una y otra vez temas que domina. La formación inicial del profesorado es lo que requiere un cambio más profundo, enfocado en las características y necesidades del alumnado del siglo XXI”.
La no detección, perjudicial
El futuro de los niños con altas capacidades, detectadas o no, “depende de muchos factores: la detección temprana, la intervención adecuada, el entorno y la suerte. A los que estamos a su alrededor nos corresponde hacer las cosas bien para que su futuro sea enriquecedor para ellos y para toda la sociedad”, sostiene Margarita Colodrón.
“Detectar no es etiquetar. Detectar es poner nombre a algo para empezar a buscar soluciones. La palabra crea realidad y lo sano, emocional y psicológicamente, es nombrar aquello que requiere ser nombrado y no caer en eufemismos. Se detecta para tomar medidas socio-afectivas y educativas. Se detecta para combatir los diagnósticos erróneos con que muchos profesionales cuelgan con tanta ignorancia como imprudencia trastornos de toda índole. Se detecta para apoyar al niño en su necesidad. Se detecta para que el niño y su familia sepan dónde están y cómo actuar. Y se detecta porque todo ser humano tiene el legítimo derecho a saber quién y cómo es”, enfatiza la psicóloga Olga Carmona.
“Además, el niño sabe que es diferente desde el principio, desde que va a la guardería o al parque. Y en general, tiende a interpretar esta diferencia como algo negativo, cuando no lo es, para nada. Un niño con altas capacidades no detectadas sufrirá. Y su familia también. No entenderá la causa de su aburrimiento académico, de sus intereses distintos, de su sensibilidad para con temas sociales o humanos. Como no es detectado no se hará nada en el colegio y ello aumenta exponencialmente el riesgo de fracaso escolar, de depresión, de trastornos psicosomáticos”, completa Carmona.
“Muchos se sienten desplazados o raros entre sus compañeros porque tienen intereses muy diferentes. El acoso escolar entre este alumnado ronda el 50% y todo sabemos las consecuencias de sufrir acoso escolar. Los resultados de PISA serían mucho mejores si se atendiese de forma adecuada a este alumnado”, cree Margarita Colodrón.
“El problema nunca es tener altas capacidades, sino cómo son tratadas o, mejor dicho, maltratadas por el contexto social. Es importante que los padres no se dejen arrastrar por ideas más propias de la vieja del visillo”, alerta Olga Carmona. “Nosotros damos la enhorabuena junto con el informe y abogamos por una mirada positiva, constructiva, que sitúe el foco del problema donde verdaderamente está, que es ahí afuera, no en los niños y niñas con alta capacidad. Tener un hijo con alta capacidad es un reto maravilloso que nos va a hacer crecer, como padres y educadores, más allá de lo que creíamos posible. Es, literalmente, un camino intenso, fascinante y revelador. Lo que provoca problemas a futuro es no tratarle como lo que es y mirar para otro lado. Es un sinsentido absurdo. Todos queremos que nuestros hijos sean felices y tengan una vida plena, entonces, ocúpate de saber qué necesita de ti y de su entorno para lograrlo”.