Es la guerra en la noche de Barcelona por la falta de sexo. La atonía de la industria del placer de pago ha provocado una gresca entre clubes de striptease, con rifirrafes, ciberataques y coacciones. El último capítulo se ha producido en el Puerto Olímpico, y ha obligado a intervenir a la seguridad del lugar.
El problema se centra en los llamados flyeristas de la dársena barcelonesa. Los captadores de clientes para los strip clubs de la ciudad arañan clientes para los locales picantes de la capital catalana. Ello no es novedad, es una práctica legal y antigua. Lo novedoso es que el bajón de la industria del sexo de pago en la segunda mayor ciudad española ha sembrado la discordia entre los gerentes de los clubes y, tras ello, entre sus captadores. Hay tensión, amenazas, seguimientos e incluso la seguridad priivada del Puerto Olímpico ha tenido que intervenir.
'Strip clubs' en Barcelona / CG
Agonía de los 'strip clubs'
El desencuentro esconde un conflicto mayor: los clubes de adultos de Barcelona agonizan. La llegada de la temporada de invierno en la capital catalana y los efectos de los disturbios callejeros tras la sentencia del procés han provocado una contracción del consumo que también se nota en los locales de lap dance. ¿Ejemplos? El superclub erótico del Eixample barcelonés, el Dom Champagne, que se estrenó antes de verano con la vitola de ser el más lujoso de España, acaba de cerrar sus puertas por falta de clientes.
La situación se repite en otros locales del gremio, que pierden adeptos o bajan la persiana, como ha ocurrido con Skylab y la polémica barra de destape del número 44 de la avenida Sarrià, que cerró como VIP Zone durante el estío y ahora ha alzado de nuevo la persiana con nuevos gestores: empresarios ligados a la macrosala de ocio Maxx de Valencia, que acaba de desembarcar en la maltrecha noche canalla barcelonesa en los bajos que reclama para sí el colindante Hotel Meliá Sarrià desde hace años.
Tampoco tranquiliza la situación del histórico Bacarrá, el club de baile en barra que se encuentra en concurso de acreedores. Sobrevivirá, cuentan desde el sector, aunque haya entregado los libros en el Juzgado Mercantil número 4 de Barcelona, tal y como avanzó Metrópoli Abierta.
Batalla por el cliente
Globalmente, existen en Barcelona medio centenar de locales con licencia de salas de espectáculos con reservados para la prestación sexual, un permiso antiguo y en extinción que ahora el ayuntamiento ya no concede. Otros strip clubs operan pegados a la ley mediante licencias estrictas de discoteca. Ello no es problema y la convivencia, por ahora, es buena. El problema estriba en el bajón de clientes. La caída de demanda provoca que se agudice el ingenio de los operadores y, en algún caso, que las prácticas sean muy duras.
Sólo unos pocos locales de la mítica noche canalla continúan a flote, incluso parecen vivir su particular romance con la cada vez más fluctuante demanda. Es el caso del Blue Night Strip Club Barcelona, una de las pocas salas que se han reformado recientemente para darle un aspecto más profesional a los servicios que ofrece. Renovarse o morir.
Pese a ello, se han producido ciberataques informáticos entre clubes nocturnos para tumbar la página web del rival. Se ha tratado de expulsar a los flyeristas del competidor en el Puerto Olímpico, un polo de clientes al hallarse en esta zona restaurantes de calidad y el Casino de Barcelona. La gresca está en marcha y la causa es una: el trompazo del sector del erotismo de pago en la Ciudad Condal.