Ni Papá Noel en trineo ni los Reyes Magos en camello. Si hay alguien que va por el mundo llevando regalos es Moto for Peace. Esta organización sin ánimo de lucro cabalga con su tropa de motoristas por las carreteras de medio mundo para ofrecer ayuda y repartir felicidad por los pueblos más desfavorecidos. La asociación nació en el 2000 compuesta principalmente por miembros del Cuerpo de Policía Estatal de Italia. A partir de 2004 se empezaron a incorporar agentes provenientes de diferentes países, entre ellos España.
Una quincena de españoles participaron en las misiones de las ediciones anteriores. Diez eran agentes de la Guardia Urbana. Entre los diferentes cuerpos de seguridad, también se implicaron miembros del cuerpo de Bomberos de Sevilla y policías locales de otras ciudades del país.
Policía barcelonesa humanitaria
Celestino Suárez, vicepresidente de Moto for Peace, es un activo urbano de Barcelona que, junto a su mujer, emprenden estas expediciones desde hace 15 años. En una entrevista con Crónica Global, ha explicado que la finalidad de estos proyectos es transportar la cultura y la ayuda humanitaria a los más desfavorecidos. “Cuando ves a 20 motoristas como si fueran astronautas, llamas la atención, y de esta manera nuestro mensaje llega a más personas e incluso a más policías que se quieran sumar a la causa”, afirma Suárez.
Las motocicletas son el medio de transporte que usan y les permite llegar a sitios de difícil acceso. También sirven de apoyo para transportar a los profesionales de las organizaciones humanitarias a los lugares que no pueden llegar. De esta manera, se han convertido en interconectores de pueblos para implementar los proyectos de desarrollo y recaudación de fondos, además de transmitir valores de solidaridad, paz y humanidad.
La felicidad sobre ruedas
Estos viajes suelen durar unos dos meses, en los que recorren una gran cantidad de kilómetros con diferentes misiones. Entre los proyectos que han emprendido destacan algunos como transportar y donar ambulancias en Siria o motos en Nepal, así como recaudar dinero para construir una depuradora de agua en Etiopía, un orfanato en Bolivia o ayudas médicas en África.
En la expedición Cabo Norte, los motoristas hicieron de palomas mensajeras para transportar las cartas de los niños de una escuela de Ladispoli a otros centros de todas las capitales para difundir las culturas y el intercambio de contactos entre los jóvenes.
Más que policías
La asociación está compuesta por una decena de personas que se encargan de crear y gestionar las expediciones. Las plazas restantes, otras diez, están destinadas a policías, bomberos, agentes o guardias voluntarios a los que les gustaría lanzarse a la aventura y participar en los viajes.
En cuanto a la financiación, no obtienen ayuda por parte de gobiernos estatales ni las administraciones. Puntualmente han recibido obsequios o financiaciones de particulares, como compañeros de trabajo de algunos voluntarios o patrocinio de empresas, como las de cascos.
Vacaciones solidarias
Todos ellos asumen la totalidad del coste del viaje cubriendo los gastos de transporte, comida y otras necesidades básicas. “Invertimos nuestras vacaciones para poder ir a estos sitios, en mi caso voy acompañado de mi mujer”, explica Suárez.
En 2018 colaboraron por primera vez con los misioneros llamados Anónimos de la Fe --Anonimi della Fede-In missione per la Missione-- que están repartidos por todo el mundo ofreciendo ayuda humanitaria, sobre todo sanitaria.
Objetivo 2020: Sudamérica
El equipo se trasladó hasta África con el fin de dotar de transporte a los voluntarios ofreciendo las motos, o ellos mismos los llevaban. Así conseguían hacer llegar la ayuda con mayor rapidez y accesibilidad a zonas difíciles de alcanzar.
Esa expedición sorprendió tan gratamente al papa Francisco que un día los recibió personalmente en el Vaticano. Sus relaciones no terminaron aquí pues, a raíz de esa misión, el mismo Vaticano les propuso llevar a cabo la misma misión, pero esta vez en Sudamérica en 2020.