A medio camino entre Europa y América, surgidas de la actividad volcánica entre las placas tectónicas americana, euroasiática y africana, asoman las nueve islas de las Azores. San Miguel y Terceira son sus puertas de acceso y las más turísticas.
Su sosegada y exuberante naturaleza trazada por verdes prados y frondosas hileras de hortensias, sus pintorescos pueblos e históricas ciudades, la amabilidad de sus gentes, una rica y variada gastronomía y su clima templado, con unas temperaturas medias que oscilan entre los 13,6° de mínima y 22° de máxima, las convierten en un atractivo destino durante todo el año.
Terceira, la isla de los “misterios”
Su capital, Angra do Heroísmo, es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1983. Y no es para menos, ya que esta pequeña localidad conserva casi intacto un espléndido patrimonio que bien merece una visita.
La ciudad está flanqueada por dos fortalezas: la de San Felipe, que aún sigue siendo propiedad militar, y la de San Sebastián, reconvertido en hotel de lujo. Ambas fueron testigo de su ajetreado y convulso pasado imperial, durante los siglos XV y XVI, cuando eran puerto obligatorio de los barcos en la travesía hacia las américas. Precisamente en el museo de la ciudad, situado en el antiguo convento de San Francisco, podemos conocer toda la historia de las islas Azores, desde su descubrimiento hasta nuestros días. Y justo al lado, los jardines del Duque de Terceira del que salen unas escaleras que acaban en el Alto de la Memoria, un obelisco desde el que disfrutaremos de impagables vistas de la capital. Pero la mejor manera de impregnarse de su encanto es pasear por sus bellas plazas y calles adoquinadas escoltadas de pintorescas casas y acercarnos hasta la catedral y la iglesia de la Misericordia. Cuenten sus numerosos misterios, unas coloridas capillas que las hermandades utilizan para guardar los enseres que usarán en los rituales consagrados al Espíritu Santo. No está de más visitar su discreto y genuino mercado con pescados de apariencia y exótico nombre que se transformarán en deliciosos guisos como la alcatra que también la preparan con carne.
Praia da Vitoria, al suroeste de la isla, es también un municipio encantador. Su centro histórico ejemplo de arquitectura azoriana y su paseo marítimo, frente a la bahía de Praia, con extensas playas son lugares idóneos para desconectar.
Aunque ambas ciudades atrapan al viajero, la ínsula posee una naturaleza exultante que reclama ser explorada. Próximo a la capital, en Terceira cae todo cerca, el Monumento Natural Regional de Algar do Carvão manifiesta de forma rotunda el origen volcánico de la isla. Se trata de una impresionante chimenea volcánica de unos 97 metros de profundidad con sensacionales cúpulas, estalagmitas y un extraordinario lago interior que dibujan un escenario sobrecogedor digno de una novela de Julio Verne.
No muy lejos de allí encontramos la Gruta do Natal, un tubo lávico de unos 697m de longitud de gran interés geológico. El 25 de diciembre de 1969 se abrió por primera vez al público y a ello le debe su nombre. Desde entonces, cada año, se celebra misa en su interior el día de Navidad.
Cerca de la gruta, junto a la Laguna Negra, comienza una de los itinerarios más bellos, aunque de gran dificultad en algunos tramos, la ruta de Misterios Negros nos sumerge en la naturaleza agreste. Un recorrido circular de aproximadamente 5 km que transcurre entre lagunas, bosques tupidos, terrenos fangosos y abruptos suelos volcánicos.
Al nordeste de la isla, la costa atlántica ha esculpido una zona de baños de gran belleza, las piscinas naturales das Quatro Ribeiras. Unos estanques de origen basáltico fruto de siglos de erosión marina.
Terceira en sus escasos 400 km2 de superficie nos ofrece mucho.
San Miguel, colores y contrastes
Punta Delgada es la bella capital de la isla y de las Azores. Una ciudad que vive de cara al mar, quizás por ello sea la más turística. El moderno paseo marítimo convive con antiguas plazas y fortalezas, casas señoriales e iglesias y bonitos rincones… no se pierdan el jardín botánico José do Canto del siglo XIX patrimonio de la UNESCO. Un original souvenir se puede adquirir en el mercado da Braça, un mercado de abastos con productos locales tales como el té Gorreana, procedente de una de las dos únicas plantaciones dedicadas a este cultivo en toda Europa, o las piñas azorianas, un codiciado y escaso fruto con Denominación de Origen Protegida que se cultiva en los bonitos invernaderos de Arruda.
Pero si hay algo que le sobra a San Miguel son enclaves naturales espectaculares. No se puede abandonar la isla sin visitar al menos tres lugares, bien distintos, que tejerán recuerdos inolvidables.
El paradisiaco paisaje de Caldeira das Sete Cidades. Un paraje protegido por el que se pueden hacer numerosas rutas. Destacan dos grandes lagunas, una verde y una azul separadas por una estrecha franja de tierra. Si subimos hasta el mirador Vista da do Rei, disfrutaremos de unas inmejorables panorámicas. Cuenta una romántica leyenda que las lagunas son fruto de las lágrimas derramadas por una princesa de ojos azules y un pobre pastor por su historia de amor imposible.
Hacia el interior nos encontramos con una zona geotermal de aguas calientes y vapores que emanan a la superficie generando un paisaje de singular belleza: Lagoa das Furnas. Esta gran superficie acuática se encuentra en la localidad de Furnas y está rodeada de una exuberante vegetación, fumarolas y calderas de sulfurosas aguas. Los azorianos aprovechan el calor de estas tierras volcánicas para preparar su tradicional cozido, elaborado a base de carnes y verduras y que podrán saborear en cercanos restaurantes de la zona.
Frente a la agradable localidad con la que comparte nombre, se ubica el islote de Vila Franca do Campo. Un extinto volcán, cuyo cráter emerge en mitad de las aguas atlánticas, forma una hermosa laguna abierta al mar por un estrecho canal llamado boquete que mira a la costa. En 1983 fue declarado reserva natural protegida con el fin de preservar las especies animales y su endémica vegetación. Solamente se puede visitar durante los meses de verano y para llegar debemos embarcar en el servicio de ferry que zarpa cada hora rumbo a este edén ideal para realizar todo tipo de actividades acuáticas. Quién diría que el paraíso está tan cerca…