La soledad es una de las principales causas de exclusión social que afecta a todos los rangos de edad. Martina Puga crea La Merienda en 2012, tras detectar la falta de acompañamiento y asistencia a personas sin recursos en Barcelona. "Ante el colapso de las administraciones, la gente no puede recibir la atención adecuada", cuenta a Crónica Global. Por eso decide implementar un espacio donde, "con un chocolate caliente o un café" aquellos que se sienten solos "puedan explicar qué les pasa".
Puga no pretendía habilitar un comedor social, sino un espacio de participación y encuentro. "Con un plato de tallarines en la mesa, no hablas. Comes y te vas. En cambio, con un café puedes escuchar a la persona, establecer un vínculo", argumenta. Y es así como empezó a organizar meriendas en el claustro de la parroquia de la Concepción para paliar la soledad. Al principio acudían seis personas, y ahora atienden a cerca de 150 todos los lunes y miércoles.
Recurso abierto
Al espacio puede acudir cualquiera, el nexo de unión es "la soledad", explica Martina. Desde vecinos del barrio de edad avanzada, a personas inmigrantes que acaban de llegar a la ciudad, o sin techo. "Aquí conviven todos los perfiles, en su situación diferente y su propia problemática, pero todos unidos por la soledad. El que llega de otro país y está totalmente desorientado; la persona mayor también está sola, al igual que quien está en la calle", relata.
La iniciativa surge después de llevar a cabo un voluntariado con la Fundación Arrels, que vela por la atención de las personas sin hogar en la Ciudad Condal, aunque Puga ya había formado parte de un comedor social en Argentina. Un buen día, decidió abandonar el sector turístico y estudiar varios cursos de cooperación internacional para cambiar su orientación profesional. "Tras visitar los barrios de las personas que viven en la calle, entendí que lo que les hacía falta era diálogo. Sentarnos a hablar, algo que probablemente las entidades públicas no pueden hacer por falta de tiempo", sostiene.
Implicación del barrio
Para llevar adelante su idea, Martina contó con la colaboración del barrio del Eixample. "Comencé a buscar empresas que nos diesen alimentos para poder organizar las meriendas. Se unió a la iniciativa la asociación de comerciantes, varias tiendas y también la parroquia que nos deja el espacio. A partir de ahí empecé a organizar todo", explica.
Es así como nace este lugar "de encuentro y participación". La intención, además de combatir la soledad no deseada, es tender una mano a todos aquellos que la necesitan. "Les ayudamos con todos los trámites que tengan que hacer, con abogados o el servicio de inserción social del Ayuntamiento. Tanto a personas que no tienen documentación, que también asisten, como a personas mayores, que acuden desde hace tiempo. Otros también nos visitan por una cuestión de alimentación, o por una situación de urgencia, porque viven en la calle", relata la fundadora de La Merienda.
Amistad
La asistencia semanal se traduce en una relación de amistad. No solo entre los que buscan compañía sino también con los voluntarios y trabajadores sociales. "Al haber tanta gente, al final hablas con uno y hablas con otro, y acabas haciendo un grupo de amigos. Es un recurso abierto a todos”, cuenta.
Cuando acaba la merienda --de 17:00 a 20:00 horas-- la entidad entrega alimentos a los asistentes. Para los que viven en la calle la comida ya está cocinada. También cuentan con una bolsa de empleo y un taller de inserción laboral para ayudar a acceder al mercado laboral a los que allí acuden. Durante este proceso, se les enseña a crear un currículum, y un técnico les acompaña durante la búsqueda de ofertas a través de internet.
25.000 kilos de alimentos
Martina cuenta que la acogida de los vecinos y comerciantes fue espectacular. "Nos abrieron todas las puertas. Nadie nos dijo que no", celebra. También grandes conglomerados de alimentación ceden alimentos para que las meriendas sean una realidad. "Nos donan productos que están en perfecto estado pero que ya no pueden vender", cuenta, lo que supone un total de 25.000 kilos de alimentos al año entre 30 empresas del Eixample.
"Funcionamos prácticamente solo con sobrante y excedente, y el Banco de Alimentos nos cubre la merienda con la leche, cacao , azúcar, y lo que necesitamos. También las empresas del barrio, que cada vez han ido colaborando más", explica su impulsora.
Asistentes y voluntarios
El proyecto ha hecho que antiguos asistentes sean ahora voluntarios. "Han pasado a formar parte de la iniciativa porque necesitan sentirse útiles, responsables con nosotros, colaborando e involucrándose. Ir un paso más allá. No solo es positivo para ellos, también lo es para la organización", señala Puga.
El resto son estudiantes, vecinos del barrio, trabajadores sociales y también algún psicólogo. Este espacio de la calle Aragò 299 usa la excusa de la merienda para luchar contra la exclusión social. Un iniciativa que combate la soledad haciendo que mayores, migrantes, sin techo y, en definitiva, todo aquel que se sienta solo, pueda acudir a un lugar en el que sentirse acogido en Barcelona. "Hay gente que viene a merendar, y eso ya les basta. Otros necesitan algo más de ayuda, y también se la ofrecemos", apunta, y recuerda que "siempre es bienvenido todo el mundo".