España es el segundo país del mundo, por detrás de Estados Unidos, con más amputaciones de miembros inferiores a causa de la diabetes tipo 2. La mayoría, personas de edad avanzada, representan cerca del 70% de pacientes que pierden una extremidad. Accidentes de tráfico o laborales son la causa del 20% restante, así como tumores óseos o infecciones. Tras la intervención, y habiendo pasado el proceso de recuperación, se procede a buscar una prótesis para que el afectado pueda recuperar su movilidad. El problema es que "la prestación ortoprotésica en España está totalmente desfasada", explica a Crónica Global Carlos Lázaro, miembro de la Associació Amputats Sant Jordi.
Lázaro, que perdió una pierna con 16 años, es técnico ortoprotésico y ha formado parte de la mesa de negociación con el Ministerio de Sanidad para actualizar el catálogo de prestaciones, que en Cataluña data de 2008, lo que impide que incluya todos los avances que ha experimentado el sector desde entonces. El pasado 1 de julio, el departamento que dirige María Luisa Carcedo aprobó esta medida, aunque ahora son las autonomías las que, en un plazo de seis meses, deben adaptar la cobertura sanitaria en este ámbito. El problema, señala Carlos Díez, presidente de Andade, es que la modificación no acabará con las desigualdades entre territorios, y alerta de la falta de transparencia acerca de las nuevas prótesis que contemplará la Seguridad Social, así como en relación a los precios.
Opacidad
Díez explica que el Ministerio implementará una base de datos para que los fabricantes comuniquen las especificaciones de los productos y su coste. El problema es que, "todo está en el aire". Es más, las comunidades autónomas tendrán que desarrollar sus propios catálogos, tomando como referencia el de Sanidad, "en función de sus propios recursos", lo que implica, según el presidente de la entidad de amputados, que puedan continuar las desigualdades. "Ahora pretenden incluir mejores componentes para que tengamos mejor calidad de vida, pero las autonomías con menor cobertura, no van a poder asumir costes muy altos", y pone el ejemplo de Cantabria, donde reside.
Para Díez, que perdió una pierna tras un accidente, "no es una cuestión de presupuesto, sino de voluntad", ya que según la estimación de la Confederación Española de Personas con Discapacidad (COCEMFE), el gasto ortoprotésico en toda España, con componentes de calidad, no supera los 35 millones de euros. "Una décima parte de lo que nos cuesta ir a elecciones cada dos meses", lamenta. Tanto él como Lázaro constatan que el actual catálogo --que data de 2001, a nivel estatal-- está "desfasado". Tal y como corrobora Isidre Gràcia, coordinador Cirugía Ortopédica y Traumatología de la Unidad de Sarcomas del Hospital Sant Pau, quien defiende que "necesita una actualización".
Amputación
Este cirujano certifica el desfase del catálogo público con el caso de una paciente. "Una joven que sufrió una amputación hace un año. Ha pagado de su bolsillo una rodilla multicéntrica, con ordenador incorporado. No tiene nada que ver cómo camina ahora a cuando tenía la prótesis que cubría la Seguridad Social, que le pusimos primero", relata. "El Departamento de Salud cubre una prótesis estándar. Si el paciente quiere tener una con ordenador incorporado, que calcula el peso, como las biónicas, o un pie con despegue, lo tiene que pagar de su bolsillo", explica Gràcia.
La importancia de la calidad de las prótesis y el encaje la explican Lázaro y Díez. El primero, además, trabaja en el Institut Desvern, una empresa que construye prótesis, cuya plantilla integran personas con una amputación. "Si una prótesis mengua la capacidad de movilidad que podría lograr un usuario está coartando su finalidad", explica, y advierte que una mal encaje de la misma "puede derivar en patologías asociadas". El presidente de Andade señala además que los mecanismos mecánicos hacen que "todo el aparato locomotor se resienta al caminar, porque el impacto es muy grande". La persona amputada --de una extremidad inferior-- se tiene que apoyar en uno de los lados que, al soportar una carga excesiva, el tobillo, la rodilla y la cadera, "sufren muchísimo".
Patologías asociadas
Aunque no es su caso, porque Díez tiene una prótesis que le permite equilibrar las cargas, lamenta que muchos otros han tenido que pasar por quirófano por una intervención de cadera. "También se producen muchas caídas, porque con una rodilla mecánica no se controla el balanceo, y uno se cae", relata. Además, cuenta que las personas con ese tipo de sistemas acuden mucho más al traumatólogo por los efectos secundarios de prótesis que no son adecuadas. "Yo no voy desde hace cuatro años", explica.
El cirujano ortopédico de Sant Pau corrobora este punto. "Si la prótesis necesita una revisión anual, mínimo, y el amputado es una persona joven, si llega a los 80 años serán muchas las que tenga que pasar", explica. Como alternativa, avanza un nuevo sistema que, próximamente, estrenará este centro hospitalario de referencia: "prótesis osteointegradas". Es decir, encajarlas dentro del hueso, para que la persona la pueda llevar de manera definitiva, y no tener que quitársela. Un sistema que requiere una sola intervención y cuyo coste sería similar al de una prótesis interna de reconstrucción.
Sin especialistas en la Sanidad
La prescripción de prótesis obsoletas no es la única deficiencia sanitaria que sufren las personas amputadas. Según denuncian tanto desde la Associació Sant Jordi como desde Andade, no existe una atención especializada para tratar a estos pacientes. "No hay equipos multidisciplinares. Un cirujano vascular, o un traumatólogo, tienen que estar en contacto directo con el ortopédico, para que los niveles de amputación sean adecuados para poder poner una prótesis", reclama Lázaro.
Lo mismo sucede a la hora de acudir a rehabilitación. "En España no hay cursos especializados en amputaciones, y sería necesario trabajar para que sepan como tratar al paciente, y sin duda, que haya psicólogos a su alrededor", señala. Díez cuenta que el tratamiento de fisioterapia es "demasiado corto y muy básico. Un amputado necesita terapia durante muchísimos meses para reeducar la marcha, por ejemplo, y es algo que no se hace", lamenta. Además, señala que estos especialistas tampoco tienen "formación específica", lo que impide "reeducar la deambulación y cuando sales a la calle no sabes andar. Hay un desconocimiento enorme incluso por parte de los médicos que prescriben la prótesis al paciente".
Discapacidad y discriminación
La atención sanitaria no solo varía en función del territorio donde residen, sino también por la causa de la amputación. "Si ha sido un accidente laboral o de tráfico, y lo cubre una mutua, puedes acceder a una prótesis de mejor calidad. En cambio, si se debe a un proceso infeccioso o a una diabetes, la Seguridad Social solo cubre la más básica", relata.
Otra causa de discriminación, sostiene Lázaro, es el reconocimiento de la movilidad reducida. "Que a una persona a la que le falta una pierna se lo denieguen es indignante", subraya, y es que depende del nivel de amputación. "Si es por encima de la rodilla, se le reconoce, si es por debajo no", lamenta.
Paraolimpiadas
Otra asignatura pendiente es la normalización de las personas a las que les falta una extremidad. Desde Andade y la asociación Sant Jordi critican que, a menudo, se recurra a ensalzar a los atletas paralímpicos, porque induce a pensar que vivir con un miembro amputado no requiere un esfuerzo titánico, como en realidad supone. "Yo tengo una buena prótesis pero mi consumo energético es el 50% mayor que una persona con dos piernas. En los días de calor, tengo que pararme una o dos veces para asearme, porque sino el sudor me hiere el muñón. Y eso no se contempla”, relata Lázaro.
Díez también critica que se ensalcen "los casos inverosímiles" y recuerda que los que ganan una medalla paralímpica son casos minoritarios. "Estoy cansado de que me hablen de mí mismo como ejemplo de superación. Superación sí, pero a la fuerza, porque tienes que llevar una vida lo más normal posible", recalca. "Yo vengo a la playa en bañador, como cualquiera, y me doy un baño, pero para mí es complicado llegar al agua y mantenerme estable, es una paliza física. Después estoy dos horas en la toalla por el sofreesfuerzo", cuenta. Y asume, igual que Lázaro, que "las miradas son inevitables".
Miradas
"Las miradas hacia nosotros van a estar siempre. Si yo veo a un tipo con una cresta naranja también lo voy a mirar. No tenemos que asustarnos. Ahora bien, no tiene que ser una mirada paternalista. Y, sobretodo, la sociedad no tiene que contemplar a un amputado como un laste, sino facilitar su integración", subraya el ténico ortoprotésico. ¿Cómo? "Facilitando los medios para que sea así, con el grado de discapacidad y el baremo de movilidad adecuados, así como con una prótesis que le permita desarrollar su vida", indica.
"Hay que concienciar sobre el perfil mayoritario de los amputados, personas de 65 o más años, que han sufrido patologías como la diabetes y que tienen una calidad de vida mucho peor de lo que se cree. Con prótesis muy básicas, que es lo que les concede el sistema de salud, lo que les condena a no salir: ir del sofá al baño, y de ahí a la cama", lamenta Díez. Por eso reclama que la sanidad no se olvide de los amputados que no pueden disfrutar de una prótesis de calidad como la suya, para que los demás también "puedan tener una mínima calidad de vida".