Aunque todavía no es lo más común, cada vez con mayor frecuencia se otorga en las sentencias de divorcios la custodia compartida a los dos progenitores. Las últimas estadísticas oficiales del INE, del 2017, indican que se otorgó la custodia compartida en el 30 % de los casos. Si comparamos la cifra con la de 2007 (9,7 %), vemos que el dato se ha triplicado.
La compartida se otorga cuando se considera que así se está protegiendo el interés superior del menor. Y, por este mismo motivo, también es posible que esa tutela termine siendo retirada.
Medida extraordinaria
Eso sí, tal como explica Kenari Orbe, se ha de tener en cuenta que “la pérdida de la custodia no es una circunstancia habitual”. Por su parte, Delia Rodríguez, abogada especialista en derecho de familia y socia directora de Vestalia Asociados, añade que mucho más frecuente que la pérdida de la compartida son los “cambios en el modelo de guarda y custodia”. Y añade: “si existen modificaciones sustanciales en las circunstancias familiares, o bien si así lo aconsejan las necesidades de los hijos en común, los progenitores de mutuo acuerdo o mediante un procedimiento contencioso puedan modificar las medidas paternofiliales vigentes”.
Para que la retirada de la custodia compartida se haga efectiva, señala Delia, han de tratarse de “situaciones más graves o de fuerza mayor, en las que se hace necesaria esta modificación en beneficio de los niños”.
No es sencillo establecer cuándo procede y cuándo no esa retirada de la tutela. Entre otros motivos, porque “cada asunto debe examinarse de una forma pormenorizada atendiendo a las circunstancias concretas del mismo”, indica Kenari. Pero sí conviene hacer un repaso por los que se consideran las razones más comunes que pueden precipitar una decisión judicial de este tipo. Teniendo en cuenta, eso sí, que esta decisión no es irrevocable. “Pasado el tiempo, y modificadas las condiciones, el progenitor puede solicitar esa custodia nuevamente”, señala Orbe.
Llevar una vida inestable y desordenada o tener conductas perjudiciales para los hijos
Orbe pone como ejemplo tener varias parejas o cambiar varias veces de residencia. En definitiva, aclara, se trataría de “cualquier situación que pueda suponer una amenaza emocional para el menor”.
En este sentido, Delia Rodríguez destaca un caso muy llamativo, por novedoso. Es el de un padre que pierde la tutela por “su severa adicción al tabaco, que incluso afectaba a su propia salud, pues había perdido movilidad”. Los propios menores relataban que “vivían en medio de una humareda”. Y ello perjudicaba de forma evidente a su integridad física y a su correcto desarrollo.
Cometer negligencias en el cuidado de los niños
La siguiente razón que puede motivar la retirada de la salvaguardia es la que tiene que ver con las negligencias en su cuidado, higiene, alimentación o atención médica.
También el hecho de no tener escolarizados a los menores, o permitirles faltar a clase de manera continuada, puede ser determinante. Y es que “atender a los hijos de forma adecuada implica ser responsable en todos los ámbitos”, recuerda Orbe.
Por ello, resulta lógica la sentencia que retira la custodia a un padre que dejaba a los menores al cuidado de los abuelos la gran parte del tiempo. El fallo viene fundamentado en que las obligaciones del progenitor no son delegables por sistema. Lo explica claramente Delia Rodríguez: “se puede contar con familiares cercanos o allegados de forma puntual, pues a veces la conciliación laboral y familiar es compleja; pero cosa distinta es que ello camufle una verdadera dejación de las obligaciones de cualquier padre o madre”.
Utilizar a los hijos en contra del otro progenitor
La peor consecuencia de este supuesto, en opinión de Orbe, es que “al niño se le crea un trastorno mental, provocado por la instrumentalización emocional que de él se hace por parte de uno de los progenitores, en contra del otro”.
Un ejemplo de instrumentalización de los menores es el que se argumenta en una sentencia de la Audiencia Provincial de Murcia. En ella, tal y como relata Delia Rodríguez, “se consiguió acreditar que el comportamiento de la madre estaba afectando negativamente al menor, pues le hacía partícipe del conflicto que esta tenía con el padre, causando en el niño miedo y un incalculable dolor emocional”.
En la mayoría de estos supuestos, solicitar que le sea retirada la custodia al otro progenitor implica someterse a procesos judiciales que pueden resultar muy duros, sobre todo para los niños. De hecho, Orbe nos recuerda que “es habitual que intervengan psicólogos y otros profesionales para entrevistarse con todas las partes implicadas”.
Por eso, Rodríguez invita a “abogar por las soluciones responsables y amistosas, en las que los propios progenitores pueden decidir el futuro de sus relaciones familiares, sin necesidad de dejar en manos de terceros algo tan sagrado”.
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Contenido elaborado en colaboración con Vestalia Asociados