Viajar a La Rioja es viajar al universo del vino. Hay muchas formas de conocerla y saborearla: Copa en mano en Logroño por la popular calle Laurel, haciendo parada en el Barrio de la Estación de Haro y recorriendo la mayor concentración mundial de bodegas centenarias, disfrutando de un concierto o una pieza teatral entre barricas, visitando museos o a vista de pájaro en un paseo en globo.
Las tapas son las protagonistas de la calle Laurel de Logroño
Bodegas Franco-Españolas, vino de un premio Nobel
En un momento en el que los viñedos franceses estaban devastados por la filoxera, Frederick Anglade, bodeguero francés, cruzó la frontera en busca de vides sanas. Las encontró en esta bella comarca. Ese es el origen en 1890 de Bodegas Franco-Españolas. Por ella han pasado ilustres personajes como el rey Alfonso XIII o el Nobel de literatura Ernest Hemingway.
E.Hemingway en bodegas Franco Españolas / BODEGAS FRANCO ESPAÑOLAS
Sabida es la afición del famoso escritor por las tradiciones españolas. Los toros, la buena mesa y, cómo no, el vino están presentes en sus obras. “El vino es una de las cosas más civilizadas del mundo y uno de los productos de la naturaleza que han sido elevados a un nivel mayor de perfección”, decía el escritor en Muerte en la tarde. Un recorrido geográfico y sentimental por nuestro país. Una auténtica guía turística cuando viajar por placer era algo exótico al alcance de muy pocos.
Hay otro personaje que ocupa un lugar de honor en la historia de esta bodega, el conde de Romanones. Gracias a él, estos vinos fueron disfrutados por los pasajeros del Orient-Express en los felices años 20 y aún hoy siguen presentes en las mesas de las monarquías europeas.
En la actualidad la bodega, en manos de la familia Eguizábal, mantiene una estrecha relación con la ciudad que la acoge y a la que tanto debe: Logroño. Además de continuar elaborando los vinos que le han dado merecida fama y cuyo proceso se puede conocer mediante visitas guiadas, ofrecen desde hace años un interesante y variado programa de actividades culturales: Teatro con Diamante, Cine de Verano, Festival Muwi y Festival Actual o el divertido Hallowine. Algunas de estas actividades se realizan en la sala más antigua de la bodega, en la que ya no se vinifica, “la sala de los tinos”. Un bello espacio en el que nos cuenta Elena Pilo, responsable de enoturismo, que “no tenemos vino pero tenemos vida”.
Un cementerio de botellas
Aún se puede apreciar un tramo de vía de la estación de Haro en Bodegas Cune, fundada en 1879, por los hermanos Real de Asúa. Esta bodega está situada en el corazón del emblemático Barrio de la Estación, el cual surgió a finales del XIX para abastecer de uva a los productores franceses y enlaza directamente con la ciudad de Burdeos.
Cementerio de vino de Bodegas CVNE / YOLANDA CARDO
CVNE (Compañía Vinícola del Norte de España) es una bodega con 140 años de historia a sus espaldas. Más de un siglo de vida dan para mucho. Figuras de renombre forman parte de su dilatada vida. Ese es el caso de Gustave Eiffel. En una época en la que el vino y la arquitectura vanguardista no estaban de moda, el estudio del ingeniero francés diseñó la Nave Eiffel. Construida entre 1890 y 1909, el techado de la sala fue en aquellos tiempos la estructura más grande del mundo cuya cubierta no era soportada por columnas o pilares sino mediante una innovadora fórmula de sujeción, un sistema de cerchas metálicas. Tradición e innovación en un espacio en el que se elabora el vino insignia de la casa, el Imperial, el primer y único vino español reconocido como número uno por la prestigiosa revista Wine Spectator.
Nave Eiffel de Bodegas CUVE
Memorable también fue el año 1979. Con motivo del centenario de su fundación se contrató al célebre chef francés Paul Bocuse, padre de la nouvelle cuisine, para que elaborara el menú de celebración. Junto a él, un joven ayudante, Juan María Arzak. Entre recetas y fogones, se decide hacer una selección de los mejores vinos de todo el centenario y guardar los elegidos tras una reja en su cementerio de botellas. Frente a la verja un documento firmado por todos los presentes sella una promesa: La reja no se volverá a abrir hasta el siguiente centenario y además deberán estar presentes todos los firmantes. La llave con la se cerró se tiró a las aguas del río. Así nacen las leyendas…
Museo Vivanco, por la calle de los pinchos y La Rioja a vista de pájaro
Sala 4 del museo Vivanco dedicada a la simbología del vino en el arte / YOLANDA CARDO
Todo en esta región gira en torno al vino. En la localidad de Briones a escasa media hora de Logroño se encuentra el Museo Vivanco de la Cultura del Vino, considerado uno de los mejores museos del vino del mundo.
Museo Vivanco / YOLANDA CARDO
Un didáctico recorrido a lo largo de seis salas. 4.000 metros cuadrados para zambullirse en el universo de este elixir. Origen, elaboración, su dimensión cultural o una increíble colección de objetos al servicio de esta bebida: más de 3.000 sacacorchos, copas, recipientes... El exterior, considerado como la sexta sala, conforma un bello jardín de variedades con más de 200 tipos de uvas de todo el mundo. Un interesantísimo proyecto enológico que va mucho más allá del vino.
Barricas en una de las salas del museo Vivanco / YOLANDA CARDO
Y no hay que desplazarse muy lejos para disfrutar de una tradición que ya casi forma parte de nuestro ADN, el tapeo. La calle Laurel, en el corazón de Logroño. Cuatro calles y setenta y tres establecimientos, todos de hostelería, son el Vía Crucis de riadas de fieles que acuden a este gastronómico santuario para degustar sus vinos y sus pinchos. Cada local tiene su especialidad. Uno de los más populares es el del champiñón. Un producto que se cultiva en el municipio de Pradejón, el mayor productor de setas de toda España, y que cada año celebra Fungitur, unas jornadas en honor de este comestible hongo.
Viñedos vistos desde un globo / YOLANDA CARDO
Sin duda el vino ha modelado el paisaje de La Rioja. Kilómetros y kilómetros cuajados de viñedos que, a vista de pájaro, rebelan una belleza tan espectacular como sosegada. Contemplarlo a más de 1.000 metros de altura a bordo de un globo, volando con uno de los mejores pilotos españoles, Óscar Ayala de Globos Arcoiris, es una experiencia única que bien merece un brindis de altura.