Los centros educativos se ven cada vez más presionados. Deben atender la pluralidad social, la matrícula viva --nuevos alumnos a mitad de curso--, la exigencia de las familias y el cumplimiento de los requisitos que pide la administración. Con todo ello, algunas escuelas logran éxitos sociales y educativos, y el Círculo de Economía quiere estimularlas con un premio anual, con una convicción, a partir de la experiencia de los últimos ejercicios: los centros “por debajo del radar” obtienen mejores resultados.
¿Qué quiere decir? Lo expresa el experto en dirección de centros educativos, Carles Mata, miembro del jurado del primero que organiza la Fundación del Círculo de Economía, que preside el economista Antón Costas. Son centros que, desde la autonomía de sus equipos de profesores, buscan la “innovación”, sin los corsés de la administración. Ponen en marcha proyectos propios, con la colaboración de toda la comunidad educativa del entorno del centro y consiguen una mayor implicación de los alumnos, en casos con problemas, los que se originan por la segregación escolar, por ejemplo.
La "pobreza no debe ser el destino"
Los cuatro centros educativos de este año que se han seleccionado como finalistas --el premio con la colaboración de la Obra Social de La Caixa se dará a conocer el 6 de mayo, en un acto con el protagonismo del mundo educativo-- tienen características diferentes, aunque son todos públicos. Son la Escuela Montserrat de Cornellà (Barcelona); Mossèn Joan Batlle de Blanes (Girona); Octavio Paz de Barcelona y el Instituto Quatre Cantons de Barcelona.
Antón Costas señala que “la pobreza no tiene por qué ser el destino” de muchos alumnos de centros de alta complejidad --así se denomina a los que tienen una fuerte presencia de alumnos de origen inmigrante-- si la comunidad educativa trabaja con proyectos innovadores. Lo que ha podido ver el propio Costas, cuando ese equipo de la Fundación del Círculo de Economía ha analizado los centros, preguntando y revisando el trabajo cotidiano de profesores y alumnos, es que “los resultados llegan, mejoran de forma notable, en poco tiempo, si se da una implicación de todos, con autonomía y con innovación”.
La selectividad y la innovación
No se trata de que funcionen al margen de lo que señala el departamento de Educación de la Generalitat, pero sí se apoya que vuelen “bajo el radar”, que puedan asumir decisiones en función de las propias necesidades del centro. Lo indica Carles Mata, que ha tenido en su trayectoria profesional responsabilidades en esa misma administración: “Si ofreces autonomía, capacidad de decisión, con un buen asesoramiento externo, los resultados llegan, y el salto es enorme y en poco tiempo”, señala.
El Instituto Pau Claris, uno de los finalistas en los premios de 2018 del Círculo de Economía
Lo que ocurre, y eso es objeto de debate en el seno de la propia Fundación del Círculo de Economía, que organiza los premios de Educación, es que esos mismos centros, cuando llega la hora de la verdad, reconducen los proyectos y se adaptan a las exigencias académicas. ¿Qué quiere decir? Los institutos tienen una cita ineludible tras el bachillerato: la selectividad para el ingreso en la universidad. Y el último curso, como ocurría con el desaparecido COU, se dedica a la preparación de las pruebas. La innovación se abandona para conseguir buenos resultados en la selectividad. Mata considera que debe haber alguna fórmula para esa entrada en la universidad. No rechaza la selectividad, pero añade que “algo se deberá hacer, adaptarla o modificarla, porque, en caso contrario, se desaprovecha la innovación anterior”.
Colaborar con la sociedad civil
Lo que está en juego es el propio papel de los directores de las escuelas o institutos. Mata insiste: “El liderazgo del director es esencial para impulsar reformas importantes”.
Las escuelas están respondiendo a ese estímulo. Una de las finalistas es la escuela Montserrat de Cornellà, un centro de alta complejidad, que busca cómo mejorar las competencias básicas, y lo hace con la colaboración del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona. De lo que se trata es de mirar alrededor, de contar con otras instituciones de la sociedad civil que puedan aportar, con el objetivo de mejorar los resultados académicos pero, principalmente, de avanzar conjuntamente para que no se produzca una ruptura social.
¿Y las clases medias?
Eso lo explica Antón Costas, preocupado por ese fenómeno: “Existe el peligro real de que las clases medias dejen de lado ese esfuerzo, que se ha hecho en las últimas décadas, y se desprendan de un compromiso social”. Eso querría decir --algo que ya ocurre-- que esas clases medias no quisieran contar con los centros públicos, en beneficio de los concertados o los privados. “Si eso ocurre, como en otros ámbitos, sea el educativo o el sanitario, podemos tener delante una sociedad de la beneficiencia”, en la que sólo se atenderá, y como último recurso, a los más desfavorecidos, para que no caigan en la marginalidad total.
Eso está en juego ahora en la sociedad catalana. Y el Círculo de Economía trata de impedirlo, aportando, en su caso, esos premios educativos, con esa aparente paradoja: centros por debajo del radar para lograr una mayor cohesión social.