Existen muchas razones para visitar esta bella comarca: Su naturaleza, sus castillos, bellos pueblos, museos, una rica gastronomía, innumerables bodegas, sus iglesias y catedrales y también sus monasterios. Precisamente una ruta monástica bien merece una escapada. Un itinerario que nos transporta hacia un pasado repleto de mitos y leyendas pero también de mucha historia.
Hasta once monasterios conforman esta ruta: Nuestra Señora de la Piedad en Casalarreina, Santa María de Valvanera en Anguiano, Nuestra Señora de Vico en Arnedo, San José en Calahorra, Santa María la Real y Santa Elena en Nájera, Santa María de la Estrella en San Asensio… Y al cobijo de la Sierra de la Demanda, entre muros con siglos de historia, el lugar donde nació la lengua castellana.
Imagen de Santo Domingo de la Calzada / YOLANDA CARDO
Yuso y Suso: Cuna del castellano
A 40 km de la capital riojana, en la localidad de San Millán de la Cogolla, se encuentran dos de sus más famosos monasterios cuya fundación está directamente vinculada con el santo: Suso y Yuso, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y considerados la cuna del castellano.
Cuenta la historia que san Millán (473-574), natural de la cercana localidad de Berceo, en su búsqueda espiritual se asentó en una cueva situada en un loma. Entregado a la oración y al recogimiento, su vida solitaria y ascética fue la semilla de una comunidad eremita y el origen del monasterio de Suso, del latín sursum que significa “arriba”.
Monasterio de Suso / YOLANDA CARDO
Distintas etapas históricas, desde el siglo VI al XI, conforman el actual aspecto del monasterio. En el interior de este templo prerrománico se aprecian las cavidades en las que habitaban los ascetas, un bello cenotafio con la imagen reposada del santo y el que dicen es el altar más antiguo de España. Hay que elevar la mirada y disfrutar de los bellos arcos de herradura mozárabes con capiteles de alabastro. En el pórtico de entrada los sepulcros de los Siete Infantes de Lara y de las reinas de Navarra. Presidiendo este lugar un sarcófago paleocristiano del siglo IV con un preciado crismón, una auténtica joya si tenemos en cuenta que en toda España solamente existen nueve de estas reliquias.
Grabado de un guerrero en el monasterio de Suso / YOLANDA CARDO
Teodoro, nuestro versado guía, fue quien vislumbró el último hallazgo del histórico recinto. Fruto del aburrimiento, un frío día de invierno, descubrió unos grafitos medievales. Preciosos relieves con forma de castillo, una virgen con cuerpo de sirena, aves, quizás el gallo y la gallina de Santo Domingo… de los que hablaremos más adelante.
Archivo monacal del monasterio de Yuso / YOLANDA CARDO
A mediados del siglo XI era tal la importancia del monasterio que se hizo necesario ampliarlo en una nueva ubicación. Cuenta la leyenda que tras ordenar el rey García, el de Nájera, el traslado de los restos de San Millán al monasterio de Santa María la Real, los bueyes que los trasladaban se pararon repentinamente en la actual localización de Yuso, lo cual se interpretó como que el santo no quería abandonar este místico lugar.
Así es como nació este complejo monacal conocido como “El Escorial de La Rioja”. Poco queda del primitivo templo románico ya que la construcción actual es del siglo XVI al XVIII.
Su interior custodia joyas de un valor incalculable. Su biblioteca y el archivo monacal están considerados como uno de los mejores de España. Vale la pena abandonarse, aunque sea por unos instantes, entre las paredes de estas estancias repletas de estanterías sobre las que reposan bellos cantorales y vetustos códices.
Monasterio de Suso / YOLANDA CARDO
Bellísimos los claustros, la sacristía o el impresionante retablo del altar mayor con lienzos de Fray Juan de Rizzi, de la escuela de El Greco.
En el Salón de Los Reyes destaca un facsímil del Códice 60, en cuyos márgenes hay escritas “43 palabras dentro de una sintaxis, morfológicamente conexionadas con un pensamiento único y completo”, las famosas Glosas Emilianenses, origen del castellano, nos explica el padre Merino, prior del monasterio.
Glosas. Códice 60 / YOLANDA CARDO
En su museo conservan una arqueta bellamente decorada con relieves de marfil, donde un día reposaron los restos del involuntario artífice de este icónico lugar, San Millán.
Santo Domingo de la Calzada. Donde cantó la gallina después de asada
Esta ciudad ha estado ligada al Camino de Santiago desde sus orígenes. Santo Domingo, su fundador, tras ser rechazado en los monasterios de Valvanera y San Millán, se retiró a los bosques que poblaban el lugar que hoy ocupa la localidad. Allí fue testigo de las calamidades que sufrían los peregrinos camino de Compostela. Decidió entonces ayudarles y confortarles en este tránsito. Construyó un hospital, una iglesia, un puente y una calzada.
Detalle retablo renacentista de Santo Domingo de la Calzada / YOLANDA CARDO
Desde entonces es parada imprescindible en la ruta Jacobea. La visita a su catedral es casi un propósito. Este monumental templo, de origen románico y estructura gótica, estuvo presidido hasta 1993 por un magnífico retablo renacentista de Damián Forment. Tras ser retirado del altar mayor para ser restaurado, se dejó al descubierto el altar original considerado como el mejor románico de peregrinación de La Rioja. El claustro, la torre, la sala capitular, todo en este conjunto rezuma arte e historia.
Pero hay algo inusual en este lugar. Un gallinero gótico en el que viven un gallo y una gallina. Según la leyenda el santo resucitó un gallo y una gallina asados que iban a ser el almuerzo del corregidor, para demostrar la inocencia de un joven peregrino, injustamente ahorcado, tras acusarle, por venganza, una joven despechada de robar una copa de plata. Esta es la razón por la que esta singular pareja goza de un lugar privilegiado en la catedral.
En 2019 la ciudad celebra el Año Jubilar Calceatense para conmemorar los mil años del nacimiento del santo. Por ese motivo, en abril arranca un amplio programa de actividades como exposiciones, conciertos, conferencias o visitas teatralizadas que se prolongarán hasta enero de 2020
Nos decía Francisco José Suarez, abad de Santo Domingo, que “las catedrales se sabe cuando se empiezan, nunca cuando se acaban”, como tampoco se acaban nunca los tesoros de este magnífico territorio.