Cuando la mujer era un "ciudadano de segunda" en España
De la 'Guía de la buena esposa' a los anuncios de bebidas espirituosas que relegaban al sexo femenino al cuidado de sus cónyuges
7 marzo, 2019 00:00Aunque la lucha por la igualdad entre géneros sigue vigente, hubo una época --no tan lejana-- en la que el papel de la mujer en nuestro país se reducía no solo al ámbito del hogar, sino a ser considerada un “ciudadano de segunda” frente a los hombres.
Desde la Guía de la buena esposa, pasando por los comerciales de bebidas espirituosas que relegaban al sexo femenino al cuidado de sus cónyuges. Una época en la que acciones que hoy nos parecen triviales, como obtener el DNI o abrir una cuenta bancaria, necesitaban la autorización previa de un varón.
Divorcio y abandono del hogar
Aunque durante la II República, la Constitución de 1931 recogía en uno de sus artículos que “el matrimonio se funda en la igualdad de derechos para uno y otro sexo” y que éste podía “disolverse por mutuo disenso a petición de cualquiera de los cónyuges” tras la Guerra Civil y la instauración del régimen franquista, esta norma se deroga --en 1939--, y declara nulas todas las sentencias de divorcio, a instancia de una de las partes.
¿Qué significó? Que la petición de uno de los cónyuges anulaba automáticamente la separación, por lo que si una mujer la había solicitado por un caso de malos tratos, la exigencia del marido obligaba a ésta a volver a la convivencia bajo el mismo techo, ya que el abandono del hogar estaba tipificado como delito. No fue hasta 1981 cuando los españoles recuperaron el derecho a finalizar una unión con su pareja.
Una de las clases de la Sección Femenina de la Falange / RTVE
Tareas domésticas
Esta no fue la única regresión de las libertades de género que impuso el franquismo. La dictadura convirtió a la mujer en un símbolo del hogar sometida bajo la autoridad del hombre. El régimen adoctrinó al género femenino bajo una supuesta moral que limitaba su papel al ámbito doméstico, de ello se encargaba la denominada Sección Femenina de la Falange --que estuvo vigente hasta la muerte de Franco--, trasmitiendo que bordar, cocinar, limpiar y el cuidado de los niños eran básicamente sus funciones en la vida.
La pérdida de derechos y libertades se hacía patente en el modelo femenino que promulgaba la dictadura. El cabeza de familia era el hombre, mientras la mujer ideal era aquella que dedicaba su vida de “entrega y servicio” a éste, según propagaba el No-Do --noticiero semanal durante el franquismo--.
Guía de la buena esposa
Otro ejemplo de la discriminación hacia el sexo femenino la durante la dictadura es un breve libro de 1953 que bajo el título de Guía de la buena esposa – cuya autoría se atribuye a Pilar Primo de Rivera, fundadora y dirigente de la Sección Femenina de Falange-- da una serie de consejos sobre como debe comportarse una mujer para mantener contento a su esposo. Entre estos, “minimizar el ruido” , con el que se pide apagar la lavadora y mantener “a los niños callados” a su llegada al hogar.
Guía de la buena esposa (1953) / YOUTUBE
“No lo satures con problemas insignificantes”, reza otro de los infames consejos que propone esta guía para ser la perfecta ama de casa. “Cualquier problema tuyo es un pequeño detalle comparado con lo que él tuvo que pasar”, recomienda este libro que reduce la existencia de la mujer hasta la insignificancia.
El consultorio de Elena Francis
El Consultorio de Elena Francis, programa de radio que duró casi cuatro décadas, no se quedaba atrás a la hora de limitar el papel de la mujer a la subordinación bajo la figura masculina. A este espacio recurrían esposas afligidas buscando una respuesta ante situaciones como una infidelidad o incluso los malos tratos.
“Es mucho mejor que se haga la ciega, la sorda y la muda. Procure hacer lo más grato posible su hogar, no ponga mala cara cuando él llegue”, fue una de las soluciones que dio una supuesta Sra. Francis --que en realidad era un personaje ficticio, en un programa creado para publicitar productos de belleza-- a la carta de una oyente afligida por sus problemas conyugales --según recoge el libro Las cartas de Elena Francis, una educación sentimental bajo el franquismo de la editorial Cátedra--.
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En la misma línea que la citada guía de consejos --20 años después--, y otro ejemplo flagrante del papel que se otorgaba a la mujer durante la década de los 70 en nuestro país, se encuentra un anuncio de brandy en el que se puede ver a una esposa afligida que acude al consultorio de una pitonisa para trasladarle su mayor preocupación: “Necesito su ayuda, tengo un terrible problema, se trata de mi marido. Cada vez tiene peor carácter y nuestra casa está empezando a ser un verdadero infierno”, relata.
“Cuando me dice algo es siempre a gritos y con malos modales”, continúa relatando mientras se ve como el hombre le propina un bofetón. ¿La respuesta de la vidente? Justificar la actitud. “¿Has pensando que tu marido trabaja muchas horas diarias y tiene derecho, cuando llega a su hogar, a encontrar un agradable recibimiento?”, sostiene mientras la mujer escucha atentamente. “Procura que no le falta su copita de coñac, verás como no falla”, añade.
Pedir permiso para el DNI, cuenta bancaria y propiedades
Aunque ahora nos llevemos las manos a la cabeza porque en Arabia Saudí sigue siendo necesario el permiso de un varón para abrir una cuenta bancaria o pedir el pasaporte, esta misma situación se dio en España hasta 1975. De hecho, el Código Civil consideraba “incapaz” a la mujer soltera, y la discriminación no acababa una vez contraído matrimonio. En caso de infidelidad, por ejemplo, las consecuencias que recogía no eran las mismas para ambos sexos. Cuando la mujer mantenía una relación extramatrimonial, la consecuencia era la separación “en todo caso”, para el marido, solo “cuando resulte escándalo público”.
Además, el adulterio fue un delito hasta 1978, cuya pena de prisión, junto a la de amancebamiento --convivir con alguien y mantener relaciones sexuales-- era de hasta seis años de cárcel.
Queda mucho todavía para conseguir la plena igualdad, pero nunca viene mal recordar todo lo que hemos avanzado, porque, dicen, el conocimiento es el mejor antídoto para vencer al miedo.