Xènia Gasull y Jean Letellier, una joven pareja de l’Empordà y París respectivamente, decidieron instalarse en el barrio de Gràcia hace poco más de un año. Juntos abrieron un pequeño comercio dedicado a la fotografía, que definen como un “centro de imagen”. El nombre elegido, Mecànic, es un homenaje al antiguo taller de coches que había en este espacio. En su lugar, el local se divide ahora en una zona expositiva --la más grande--, una librería especializada en fotolibros y una discreta cafetería, arrinconada en una de las esquinas del viejo mecánico. Todo ello con la fotografía documental como base de fondo y eje temático.
Interior de Mecànic / LAUTARO CEGLIA
Funcionamiento ético
El establecimiento tiene la categoría de asociación sin ánimo de lucro y cuenta con un programa de socios que sostiene el proyecto. Entre los que frecuentan el local, hay una mezcla variopinta de personas. Desde aquellos que vienen únicamente a tomarse un café, curiosos que pasan a mirar, hasta amantes de la fotografía, estudiantes y profesionales de la materia.
En conversación con este medio, Xènia asegura que intentan que su forma de funcionar “sea lo más ética posible”. Su negocio está asociado a la red de economía social solidaria de Barcelona y trabajan siempre que pueden con cooperativas, como Coop57 (banca ética) o Som Energia.
Pintadas anónimas
Sin embargo, todos estos gestos no les exime de las críticas de los movimientos antisistema de Gràcia. En enero, el local amaneció con varias pintadas en las que les instaban a marcharse del barrio: “Pijos, fora del barri”, reza el texto, que permanece intacto en la fachada.
Xènia asegura que no se trata de algo nuevo. La primera apareció en abril con un mensaje parecido, donde les acusaban de ser un “agente gentrificador”. En aquella ocasión, los dueños del local intentaron dialogar con los antisistema escribiendo con un permanente “que no habían entendido bien el concepto del espacio ni qué hacemos aquí”, afirma Xènia. “Con el táquer, pusimos que esto era un espacio cultural y les invitamos a entrar y hacer un café para que se quitaran esa idea preconcebida. Lo escribimos en la misma puerta” añade.
Ola de solidaridad
Pero su mensaje fue ignorado. Ahora, los ataques han vuelto por partida doble. Primero, la pintada de enero, y después, una segunda en que les recriminan que “dejen de llorar en Insta”. Los anónimos hacen referencia a una publicación en la cuenta de Instagram de Mecànic en la que denunciaban y lamentaban las pintadas. El texto, que tuvo una amplia repercusión en la red social, generó una “ola de solidaridad” entre los vecinos y los agentes sociales del barrio.
Xènia Gasull, co-propietaria de 'Mecànic' / LAUTARO CEGLIA
“Creo que es un reducto muy pequeño que no representa para nada el sentimiento generalizado del barrio”, expresa Xènia sobre los autores de las pintadas.
No se ven "pijos"
Ella ve raro que una sala de exposiciones/librería sea considerado un lugar pijo y agente gentrificador, así como tampoco cree que cuenten con un público elitista: “No nos consideramos para nada así. Los fotógrafos son los más pobres de todos los freelance. Se podría encarar como algo elitista si tuviéramos libros de coleccionista, pero no es el caso. Aquí tenemos unos precios estándar. Un libro, entre 10 y 20 euros; un café, 1,20€”.
Además, en su defensa, alega que el espacio estaba cerrado cuando lo habilitaron. “Aquí no había nadie, no le hemos quitado el sitio a un artesano o a un mecánico. Al contrario, el antiguo dueño, que está jubilado, está encantado y ha venido a ver el local”, afirma.
Pero no se trata de un hecho aislado. Las pintadas guardan una estrecha similitud con las sufridas por la librería y galería Swinton & Grant, situada en el barrio madrileño de Lavapiés. En ese caso, las amenazas --“moríos, modernos”-- han estado firmadas por colectivos anarquistas.
¿Inicio de la gentrificación?
Pese a que los dueños de estos locales no se sienten identificados con el término gentrificación, que posee una carga peyorativa, los especialistas remarcan que son el primer eslabón de una cadena de transformación urbana. Según el filósofo Manuel Castells, se sabe que una zona va a gentrificarse cuando llegan las galerías de arte.
Montserrat Pareja, directora del máster en Gestión Cultural de la Universitat de Barcelona y miembro del grupo de investigación creatividad, innovación y transformación urbana alerta que se piensa erróneamente que la gentrificación va asociada directamente a la llegada de grandes superficies: “Un Starbucks es el último eslabón”, ilustra la doctora en Economía. Según Pareja, lo que critican estos movimientos no es a un local en concreto, sino a la dinámica del proceso. Este se inicia cuando los barrios se vuelven más atractivos, lo que genera cambios urbanos --como cambios en los usos del espacio-- y posteriormente un aumento de los alquileres, asegura la especialista.