La Sagrada Familia, la Casa Batlló, el Palacio Güell o el Castillo de los Tres Dragones son algunos de los edificios modernistas más visitados de Barcelona. Sin embargo, ninguno está considerado como "el más modernista del mundo", honor que recae en el Palau de la Música Catalana.
Curiosamente, el Palau de la Música no es obra de Antoni Gaudí, sino de su coetáneo Lluís Domènech i Montaner. Se trata de una sala de conciertos ubicada en la capital de Cataluña que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. "Es un monumento artístico de una belleza excepcional y, al mismo tiempo, un escenario musical de gran prestigio", apuntan desde el Consorcio de Turismo de Barcelona.
Con el sello de Domènech i Montaner
En menos de tres años, de 1905 a 1908, Barcelona consiguió levantar uno de sus edificios más espléndidos. La construcción del Palau de la Música Catalana fue impulsada por una sociedad coral popular, el Orfeón Catalán. Domènech i Montaner contó con un grupo de colaboradores de primer orden como Pau Gargallo y Eusebi Arnau para los grupos escultóricos interiores, Antoni Rigalt para las vidrieras, Lluís Bru para los mosaicos y Miquel Blai para el grupo escultórico La Canción, situado en la esquina exterior del edificio.
Fachada del Palau de la Música Catalana / MATTEO VECCHI
El arquitecto modernista ideó una innovadora estructura de hierro que permite emplear paredes de cristal que dejan pasar la luz. Los motivos florales convierten el interior de la sala de conciertos en una auténtica fiesta para los ojos, haciendo que el Palau de la Música Catalana de Barcelona aparezca como un invernadero frondoso de flores y plantas.
Patrimonio de Cataluña
La ampliación dirigida por el arquitecto Òscar Tusquets ha permitido, además, la visibilidad completa de la fachada lateral, haciendo realidad el sueño de Domènech i Montaner. También ha supuesto la creación de un nuevo auditorio subterráneo de 600 plazas, el Petit Palau, y un restaurante, El Mirador del Palau.
Actualmente el Palau de la Música Catalana es un punto de encuentro ineludible de la vida cultural y social de Cataluña. Además, constituye un patrimonio simbólico y sentimental de todo un pueblo que se identifica con su historia.