Cómo hacer frente a la muerte es una de las grandes asignaturas pendientes de las sociedades occidentales. Históricamente se ha pasado de puntillas por el tratamiento del duelo, incluso en las facultades de psicología del país. La falta de preparación es aún más acusada cuando el fallecimiento llega a una edad temprana. Cuando atañe a un bebé que aún no ha nacido el desconocimiento es abismal, tal y como denuncian los profesionales del sector. Tanto, que la actual lucha de las organizaciones de apoyo a las familias que han pasado por esta situación es que los pequeños no sean tratados como desechos orgánicos.
“Hasta febrero de 2016 no existía ninguna ley que dijera qué se debía hacer con los restos mortales de los niños”, explican fuentes de la organización Anhel Vallès a Crónica Global. Los hospitales debían desarrollar sus propios protocolos y se solían marcar criterios como el peso o las semanas de gestación del feto. Los más comunes eran estipular que no se consideraban restos mortales hasta que no llegaran a los 500 gramos o a los 180 días de gestación.
Resolución del Constitucional
La situación cambió hace tres años. Tras la batalla legal de una familia, el Tribunal Constitucional dictaminó que “sea cuál sea el peso y edad gestacional” los padres del bebé tienen derecho a que se les entregue el cuerpo. Con esta resolución se blindó el derecho de los progenitores a despedirse del pequeño, incluso de poder tomar fotografías para acordarse de su cara. Equiparaba el trato de estos restos mortales como el de cualquier otro difunto.
Reportaje de unos padres que se despiden de su bebé que nació sin vida / STILLBIRTH
Existen profesionales del sector especializados en tomar este tipo de imágenes, como la catalana Norma Grau [sus imágenes acompañan este artículo]. Los mismos interlocutores reconocen que pueden existir reticencias sobre esta práctica, pero lo atribuyen más al desconocimiento general a lo que implica la muerte y a la maternidad que a la realidad del momento.
Divulgar la sentencia
“Algunos bebés de menos de 500 gramos son perfectamente normales, sólo que más pequeños”, reconocen. Incluso existe una práctica extendida en algunos países anglosajones que ha dado lugar a la categoría de fotografías de Stillbirth (bebés silenciosos). “No se trata de imágenes de anatomía patológica, son padres despidiéndose de sus hijos”, añaden.
Las organizaciones del sector denuncian que en la inmensa mayoría de centros sanitarios del país no se cumple con la resolución del Constitucional, más por desconocimiento que por rechazo. Otra de sus batallas es la de divulgar la sentencia.
Derecho de los padres
Son los médicos o personal de enfermería que hayan atendido a la madre los que deciden en estos casos “si tiene o no el derecho de ver a su hijo”. Lo más común es que les digan “que es mejor de este modo”, que se dictamine que “para evitar el dolor” es preferible que no se entre en contacto con el pequeño. Un extremo que rechazan de frente los psicólogos especializados en este campo.
“No se puede quitar a los padres el derecho a decidir qué hacer en ese momento”, explican los profesionales de Anhel Vallès, “a nivel estético nunca es tan traumático ver al bebé como resulta no poder hacerlo”. Todo ello, tras una experiencia que incluye el parto. Se debe pasar por el alumbramiento a partir aproximadamente de la semana 22 de gestación.
Estado de shock
Las organizaciones lamentan la falta de información que se ofrece desde los centros sanitarios a las familias que deben pasar por esta situación dramática. Relatan que los padres en la mayoría de los casos están en estado de shock y que no es hasta más tarde cuando empiezan a hacerse preguntas. Dudas que se repiten en la mayoría de los casos con los que trabajan.
Así se despidieron unos padres de su hijo que nació sin vida / STILLBIRTH
La más común es querer saber qué ha sucedido con los restos del bebé. La respuesta, explican, incide más en el trauma. Si no llegan a un peso específico o se han querido evitar el contacto con los padres son categorizados de desechos orgánicos que se incineran con el resto de desperdicios de esta tipología del hospital.
Inscripción en el Registro Civil
Cuando sí se pueden hacer cargo del pequeño existen dos opciones. Las familias pueden decidir donar el cuerpo a la ciencia o entrar en el circuito habitual en cualquier otro deceso. Con ciertos matices que aún hacen más excepcional la muerte. Se pasa igualmente por una funeraria, aunque dar sepultura al cuerpo es complejo.
Los bebés que han nacido muertos no son inscritos en el Registro Civil ni constana en el libro de familia, por lo que nunca reciben de forma oficial un nombre. “Son los silenciados”, lamentan desde los grupos de apoyo de familias afectadas. Pequeños que nunca han existido, por lo que es complejo completar los trámites burocráticos que se requieren en un cementerio. Las familias que los han conseguido completar también lamentan que deben ser enterrados bajo el epígrafe “restos de un feto femenino” o “restos de un feto masculino”. Sin más.
Bebés estrella
En los últimos años se ha roto el tabú de explicar la situación. A los niños que han nacido muertos se les denomina bebés estrella, un reconocimiento que ayuda a cerrar heridas a las familias que han pasado por el proceso.
Las organizaciones como Anhel Vallès o Petits amb llum (pequeños con luz) aplauden los pasos adelante que han dado personas conocidas para explicar que han vivido en primera persona la muerte de un pequeño antes de su nacimiento y que ayudan a romper todas las barreras que aún perduran. Como el caso de la ilustradora Paula Bonet, autora de Roedores | Cuerpo de embarazada sin embrión (Literatura Random House) o la instagramer Nosoyunadramama.
Con todo, reconocen que aún hay mucho camino por recorrer. Piden reconocimiento, romper barreras y miedos y el cumplimiento de la normativa vigente que reconoce a los padres el derecho a decir adiós a su bebé.