Tras su corta estancia en el Gobierno, Màxim Huerta recupera su faceta de escritor en París será toujours París, una obra creada junto a la ilustradora María Herreros. Ambos demuestran su conocimiento y su pasión por la Ciudad de la Luz a lo largo de las páginas de este libro, que propone un viaje por el París de los años 20.
“Cuna de la vanguardia, epicentro del arte y lugar de encuentro de los más variopintos creadores, todavía hoy se sigue respirando esa elegancia en sus calles y cafés”, señalan los autores de esta obra. No hay más que echar un vistazo a iconos tan emblemáticos como los cinco elementos clave de su mobiliario urbano que detallan Màxim Huerta y María Herreros para darse cuenta.
Placas de las calles
En las esquinas de las calles de París se puede encontrar más allá de una simple localización en el mundo. Esa plaquita identificativa es mucho más, es una pequeña porción de arte. En esta ciudad las aceras tienen un extra de estilo. C’est la vie parisienne.
Placa de la Avenida de los Campos Elíseos de París / PXHERE
El diseño fue ordenado por el conde de Rambuteau en 1847. La capital francesa se estaba transformando y aspiraba a ser la metrópoli más moderna de Europa. La más bella. La más mirada. La más coqueta. Los parisinos querían demostrar que eran distintos, que las suyas no eran unas calles más y que pasear en busca de una dirección debía tener el acento francés. Por ello, decidieron romper con la frialdad de las líneas rectas y se inventaron las placas que hoy conocemos. “Algo chic”, pidió alguno de los presentes. Y así fue. Chic, original e icónico.
Columnas Morris
París era espectáculo. París era moda. París quería mostrar al mundo su arte. Y también a los parisinos. Para promocionar los shows que empezaron a surgir en toda la ciudad, la Maison Morris apostó por la publicidad. Se trataba de un ambicioso proyecto lleno de fuerza que sería indispensable para la fama de miles de artistas. Así, en 1868, y siguiendo una estética muy parecida a la de los kioscos, construyeron las columnas Morris. Unas torres cilíndricas de hierro verde oscuro con un tejadillo y una pequeña cúpula decorada con escamas, para proteger los carteles de la lluvia.
La gente se arremolinaba frente a los carteles de las torres y buscaban sus caprichos, sus sueños, los horarios canallas… Se daban codazos frente a la foto sugerente y señalaban a la gran artista del Moulin Rouge que prometía pierna y mucho escote.
Entradas de las estaciones de metro
En 1921, en un apartamento de la rue Agar, un pequeño judío que jugaba a colar canicas entre las grietas que se abrían en el suelo de madera encontró un diario que pertenecía al arquitecto francés Hector Guimard. Él no lo sabía, pero había encontrado un tesoro.
Las entradas del metro de París son uno de los elementos clave de su mobiliario urbano / PIXABAY
“Sé que son mis últimos días en la École des Arts Décoratifs de París. El Métropolitain busca arquitectos para construir las entradas de metro que decorarán cada esquina de esta ciudad. Serán más de cien. No soportan que Londres haya sido la primera ciudad de Europa en inaugurar el ferrocarril subterráneo y necesitan remediarlo de algún modo. La belleza todo lo cambia. Debo diseñar algo que consiga difuminar los límites entre lo puramente arquitectónico y el mobiliario urbano con sinuosas formas vegetales. (…) Me elegirán, no podrán rechazar la naturaleza salvaje que cambiará París para siempre”.
Fuentes Wallace
Aunque las fuentes públicas de París representan figuras femeninas, el nombre que recibieron proviene de Richard Wallace, un filántropo británico que financió su construcción en el siglo XIX. El escultor Charles-Auguste Lebourg fue el que ideó estas maravillas típicamente parisinas.
Hay cuatro modelos diferentes de estas fuentes repartidos por la ciudad. El modelo grande, cuya cúpula es sujetada por cuatro cariátides que representan las virtudes de la simplicidad, la caridad, la sobriedad y la bondad. También está el modelo adosado, con dos figuras fantásticas, del que ya sólo queda un ejemplar en el distrito 5. Por otro lado, se encuentra el modelo pequeño, las más simples y que se usaban sobre todo en jardines. En último lugar, el modelo columna, la versión simplificada del modelo grande, pues en lugar de hermosas cariátides tienen columnas, quedan apenas dos en los distritos 16 y 17.
Gustaron mucho. Era 1872 y empezaron a distribuirse también por el mundo. Se instalaron en la Exposición Universal de 1888 en Barcelona con el gusto francés muy de moda, y están en muchos lugares de Francia, Nueva Orleans, Zúrich, Montevideo o Río de Janeiro.
Sillas de los jardines
La ciudad se desordena en el jardín de Luxemburgo. Hoy y ayer. Se desordenaba porque la vida de esa forma era más divertida. Hablamos de sillas. De esas que llenan los parques y que nadie roba. Los parisinos sabían que podían moverlas a su antojo. Jugar con ellas. Si hacía sol las giraban como girasoles en busca de la luz, y si los niños hacían flotar sus barcos de papel en la fuente los adultos se alejaban de la zona de navegación para leer un rato lejos de la chiquillada.
En los años veinte sustituyeron los estáticos bancos de madera donde los flâneurs descansaban cómodamente y crearon varios modelos de asientos como quien crea diferentes emociones. Para mirar, para descansar y para soñar (así es París): las chaises, las sillas; las bridges, que incluyen brazos para apoyarse; y las fauteuils, tumbonas. Hoy las sillas amanecen aquí, por la tarde cambian de lugar y el anochecer se ve mejor desde allí. Pasear con ella, moverla, situarse de manera libre donde uno quiere. Ese puzle que cambia el paisaje cada mañana es una postal de desorden y felicidad.