El puerto viejo de Barcelona se ha convertido desde hace años en el paraíso del top manta. Los turistas, una vez acaban el obligado paseo por las Ramblas --normalmente de bajada--, se chocan casi de frente con el monumento a Colón, que actúa como catalizador de la siguiente parada: el paseo marítimo, cuyo nombre también rinde homenaje al descubridor.
Una vez ahí, los visitantes se encuentran con dos puntos de venta enfrentados entre sí: por un lado, los paradistas del Mercat de Brocanters del Port Vell; y a escasos metros, un despliegue indiscriminado de manteros. Venden productos opuestos pero, aun así, el agravio existe. La magnitud de la venta ilegal es tal que el paseo queda reducido a una exposición inusitada de falsificaciones varias, que aturde y desorienta al viandante en su trayecto. En este sentido, los paradistas lamentan que la ocupación del espacio público de dichos vendedores degrade la imagen de la ciudad.
Lucha por el espacio
Los comerciantes del mercadillo de Colón denuncian que esta actividad ilegal es la causa principal de la reducción del 50% de su facturación, lo qu les empuja a un prematuro cierre después de 25 años de trayectoria. Aunque, en el fondo, se trata de una lucha por el espacio. Los paradistas exigen a las autoridades el desalojo de los manteros, que en ocasiones se instalan en las mismas puertas de sus negocios.
En la actualidad, persisten 16 de las 18 paradas existentes en el Mercat de Brocanters, cuando --en su plenitud-- había hasta 26 tenderetes en este punto de la ciudad. "Muchos se están replanteando si seguir o no. Porque claro, el mercado es caro, y las condiciones no son óptimas. Con que se vayan dos o tres paraditas más el mercado tendrá que cerrar", afirma Guillermo Izuel, presidente y portavoz del Mercat de Colom.
Aumento de la tensión
Ahora la situación es muy tensa, pero no siempre ha sido así. Durante un tiempo, existía un acuerdo verbal entre ambas partes donde un paso de cebra hacía de frontera entre las dos actividades. Pero el pacto se rompió después de que un mantero agrediera a uno de los comerciantes mientras le estaba grabando. Ese día, según relata Izuel, se "rebasaron todos los límites admisibles". Hubo forcejeos, empujones y manotazos entre ellos, hasta tal punto que fue necesaria la intervención de más de una docena de efectivos de la Policía Portuaria para poner fin a los enfrentamientos.
Ataque de un mantero a un comerciante en el paseo de Colón
La Asociació Mercat de Colom pide que el top manta se mantenga a una distancia de 300 metros para que no entorpezca las ventas de sus negocios. Aunque, tras los últimos episodios de violencia y "como medida de protección provisional", los comerciantes exigen que "se disponga una presencia policial continuada en la zona para disuadir la instalación de vendedores irregulares" durante los fines de semana, que es cuando se monta el Mercat de Brocanters del Port Vell.
Sin soluciones
Sin embargo, el gobierno de Ada Colau les trasladó en una reunión el pasado 3 de octubre que esta solución no era viable. No obstante, se comprometieron a buscar otra, acordada con los Mossos d’Esquadra y la Policía Portuaria --que también tienen competencias en la zona--, para poner fin a esta problemática. En total, la Asociació Mercat de Colom ya se ha reunido hasta en tres ocasiones en octubre con el Ayuntamiento de Barcelona sin que les hayan dado "ninguna solución a corto o medio plazo”, según denuncia Izuel. En lugar de destinar más policía, el consistorio ha enviado a dos educadoras sociales a la zona para apaciguar el conflicto. Una medida que no satisface a los comerciantes, que observan con impotencia como se enquista el problema.
Ahora, su lucha se centra en evitar que los manteros gocen de total impunidad durante la próxima temporada estival para instalarse en este punto de la ciudad. "Lo que le decimos al Ayuntamiento es que hay que ponerse a trabajar ahora para que la temporada que viene no nos pille otra vez igual. Lo que no sabemos es si hay voluntad en terminar o no con el top manta", remacha el presidente de los brocanters de Colom.