Fenómenos como la observación de las Perseidas y la famosa Luna de sangre han resultado un chasco este verano. La sobreiluminación provoca en ciudades, urbanizaciones e incluso en la llamada España vacía, una contaminación que, según la sociedades astronómicas, impide contemplar a simple vista la Vía Láctea a la mitad de los europeos y a dos tercios de los estadounidenses.
Su queja saca a la luz el derroche del alumbrado público de los ayuntamientos, que sitúa a España seguida de Italia y Holanda a la cabeza de Europa, con un gasto de unos 1.000 millones de euros al año. No obstante, el mapamundi de la contaminación realizado sobre miles de imágenes de la NASA sitúa a Hong Kong y a Los Ángeles a la cabeza mundial. El brillo de la urbe estadunidense es visible desde un avión a 320 kilómetros de altura.
Efectos nocivos
Esta polución no sólo impide ver las estrellas, sino que tiene efectos nocivos para la salud pública. Como en otras contaminaciones, los expertos de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Instituto de Salud Global de Barcelona o el Instituto de Astrofísica de Andalucía describen serios riesgos para los animales y humanos.
Los estudios aseguran que el exceso de luz nocturna altera la producción de melatonina (hormona del sueño), lo relacionan con trastornos en el crecimiento y la vista e incluso aumenta las probabilidades de algunos tipos de cáncer. Especialmente si el abuso procede de alumbrados LED con luz azul, tan en boga por la consideración de más sostenible.
Gasto desorbitado
“España se ve desde el espacio demasiado marrón por el día y demasiado brillante por la noche”, declaraba el astronauta Pedro Duque, hoy ministro de Ciencia, a su regreso de una misión espacial en 2003. Estudios de organismos internacionales y nacionales confirman el gasto desorbitado de los ayuntamientos españoles en alumbrado público: casi 120 kilovatios por habitante frente a los 72 de la media europea.
En una declaración de 1994 la Unesco considera esta contaminación un “problema mundial, fruto del desarrollo industrial y de las grandes ciudades”. En España son líderes Madrid, Barcelona y Sevilla. Los especialistas lo achacan al estilo de vida más nocturno que en otras zonas de Europa y a la desidia de las administraciones.
Malversación de dinero público
Cel Fosc, Asociación contra la Contaminación Lumínica, sitúa en 1993 el arranque en Madrid de tanta iluminación nocturna superflua. Su alcalde, el popular Álvarez del Manzano, se vanagloriaba de haber duplicado el número de farolas en una ciudad ya superalumbrada. Todo sea por la seguridad ciudadana y el desarrollo, explicaba.
La organización denuncia que se produce una “malversación del dinero público”. Pone el ejemplo de Cataluña donde se derrochan cada año en “iluminar las nubes” más de 30 millones de euros. “Comparado con las grandes infraestructuras puede parecer poco dinero, pero hay que tener en cuenta que es dinero desperdiciado y que normalmente pagan los ayuntamientos”, asegura.
Ejemplo francés
Francia, según los grupos ecologistas, ofrece una de las legislaciones más avanzadas. Desde el año pasado se obliga a los comercios y otros locales públicos y privados a apagar escaparates y señales luminosas desde la 1 hasta las 6 de la mañana.
Cataluña y Andalucía han sido las únicas comunidades en legislar algo sobre la materia. A nivel estatal dos decretos de 2007 y 2009 limitan la cantidad de luz con tanta manga ancha que, por ejemplo, permiten instalar farolas antes de construir las viviendas.
Daños hasta en la ciencia
Una docena de estudios tratan de establecer los efectos del rápido cambio de iluminación en el planeta. Al aumento del gasto energético y económico, se suma la inseguridad vial, dificultades para el tráfico aéreo y marítimo y el daño a los ecosistemas. Un informe de 2017 elaborado por la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y otras 30 universidades certifica que elimina “miles de ejemplares” de aves al año.
El Instituto Astrofísico de Canarias lleva años luchando contra las noches cada vez más luminosas porque entorpecen el trabajo de los investigadores. Creó una Oficina de Calidad del Cielo. Ayuntamientos como tinerfeño de Los Realejos han tomado medidas ejemplares usando reductores y apagando luminarias innecesarias.