En Esparantina, el pubelo brasileño donde nació la idea de dedicar un día al año al orgasmo femenino, se supo que el 30% de las mujeres no experimentaban el climax en sus relaciones amorosas. El Instituto Mexicano de Sexología (Imesex) elevó el porcentaje al 40%, sobre todo en las poblaciones rurales. Defiende que la estadística mejoraría si ellas tuvieran más información sobre sus cuerpos, las zonas que pueden autoexplorar y dejaran de lado el miedo a decirle a sus parejas qué les gusta.
Médicos, sexólogos y antropólogos rebajan al 10% el porcentaje de españolas no conocedoras de este goce. Pero las encuestas también advierten de que una de cada tres tiene problemas para lograrlo.
Beneficios e ignorancia
Los expertos en la materia describen entre los beneficios de alcazar el climax sexual la quema de calorías, mejorar el estado de ánimo, prevenir enfermedades del corazón, estimulación del sueño y embellecimiento de la piel.
Son partidarios de mayores esfuerzos en investigación y urgen a acabar con el desconocimiento de la respuesta sexual femenina. El psicólogo Agripino Matesanz describe en el libro El placer sexual (2009) esta contestación a la pregunta de si su pareja llegaba al orgasmo: “Pues claro, si hemos tenido cinco hijos”.
Segundos casi celestiales
Al margen de postulados biológicos y las consabidas disputas sobre orgasmo clitoridiano, vaginal o mixto y del papel del famoso punto G, la definición de orgasmo sigue siendo un tanto imprecisa. La RAE despacha de forma lacónica que "es la culminación del placer sexual". Otros lo describen como "aquellos cortos segundos en los que la vida se detiene y el placer socava tu cuerpo".
Arrimando el ascua a su sardina, el monje polaco capuchino Ksawery Knotz compara el momento supremo del acto sexual con el encuentro con Dios en el cielo. "El éxtasis de una relación sexual (entre esposos, claro) puede compararse a la alegría de la vida eterna", remacha. Amén.