Hay gente que dice que cuando duermen sienten que están perdiendo tiempo de vida. Pero en el caso de Kristen Devanna es todo lo contrario: sin dormir no podría vivir. Y es que esta profesora de Literatura sufre el síndrome de Hashimoto, una enfermedad autoinmune que le fue diagnosticada en 2013 y que le irrita y agrieta la piel, le provoca una sensación de frío constante y una fatiga tan fuerte que necesita dormir 19 horas diarias.
“La enfermedad me controlaba totalmente. Comenzó con pequeños cambios en mi cuerpo, pero lo principal era que dormía demasiado. Me levantaba por las mañanas y me tenía que ir a dormir apenas una hora después porque me costaba mantenerme despierta. Me sentía enferma por el simple hecho de ir a comprar o darme una ducha, me echaba a llorar si tenía que hacer la cama...”, relata la joven de 27 años.
“Nadie me creía…”
Kristen explica que “la gente no sabe lo que es sufrir algo así, incluso los médicos especialistas con los que me encontré sabían muy poco sobre ello. Sufría el síndrome Hashimoto y nadie me creía cuando les decía lo que sentía o contaba por qué dormía tantas horas al día. Me decían que era una vaga, sobre todo parte de mi familia…".
Después de probar varios medicamentos y dietas, Kristen ha encontrado una forma de luchar contra la enfermedad: el deporte. Entrenar cuatro horas a la semana, salir a correr, hacer ejercicios de alta intensidad y levantar pesas está suponiendo un gran alivio para ella.
El ejercicio como cura
Además de estar fortaleciendo su cuerpo, la joven también quiere servir de ejemplo. A través de su perfil en Instagram enseña a sus seguidores los ejercicios que realiza para ayudar a otras personas que estén en su misma situación. “Las endorfinas son la clave y me han ayudado a aumentar mi energía”, explica.
“Mi objetivo es mostrar a los demás que no todo es lo que parece y que no todas las enfermedades son visibles. Nunca deberías juzgar las capacidades de alguien por su apariencia. Si puedo continuar construyendo y creando conciencia, consiguiendo que otras personas con enfermedades invisibles se sientan menos solas, entonces mi diagnóstico es más que una enfermedad: es un regalo que me permite dar esperanza y educar a los demás”, señala.