Córdoba en alerta roja por calor / EFE

Córdoba en alerta roja por calor / EFE

Vida

Olas de calor invaden la Península Ibérica

La AEMET ha detectado en los últimos 40 años 80 subidas de temperaturas excepcionales, consideradas el efecto más claro del cambio climático

9 julio, 2018 00:00

Una ola de calor, como la que amenaza la Península Ibérica la próxima semana, “está dejando de ser algo excepcional y pasando a ser normal”. Los expertos en meteorología constatan que estos episodios de temperaturas extremas comienzan a ser habituales. Predicen, de acuerdo con los modelos de cambio climático, que lo serán todavía más a medida que avance el siglo XXI. Y sus consecuencias muy graves, ya que algunos estudios cuentan por miles las muertes directamente relacionadas con el calor desbocado.

Las proyecciones sobre el cambio climático, según la prestigiosa revista Science que las olas de calor en Europa y Norteamérica serán “más frecuentes, intensas y prolongadas”. No obstante, el físico y meteorólogo José Juan Santamaría considera que la intensidad debe ser estudiada con más detalle, “lo mismo que no está claro el comportamiento futuro de las precipitaciones”. Ha desconcertado la reciente primavera, certificada por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) como la más lluviosa en los últimos 53 años.

Un joven se seca el sudor en la Glorieta de España, Murcia / EFE

Un joven se seca el sudor en la Glorieta de España, Murcia / EFE

Un joven se seca el sudor en la Glorieta de España, Murcia / EFE

15.000 muertos en 2003

El calor que golpea estos días es un viejo conocido. Un estudio de este organismo detectó 80 olas de calor entre 1975 y 2015. Precisamente estableció el récord de duración, 26 días ininterrumpidos, en julio de hace tres años. La plusmarca por extensión, prácticamente toda la Península Ibérica y las islas (40 provincias), se registró entre el 8 y el 11 de agosto de 2012.

Sin embargo, la gran alarma por el problema se desató en 2003, cuando varios países europeos, con Francia a la cabeza, sufrieron temperaturas tan severas que ocasionaron miles de muertes. La OMS y otros organismos comunitarios calcularon que el exceso de calor se tradujo aquel verano en más de 70.000 muertes.

En España, la entonces ministra de Sanidad y hoy presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, negó como pudo los efectos para evitar alarmas. Pero un estudio del Instituto Carlos III, entonces bajo su competencia, estimó ya bajo el ejecutivo de Zapatero que los fallecimientos podrían haber llegado a 15.000.

Mortalidad como el frío

Otra investigación más reciente equipara las defunciones provocadas por el exceso de calor a las que causa el frío. Los autores calculan que durante la primera década de este siglo en Madrid se produjeron 2.291 muertes por el calor, en Barcelona 743, en Vizcaya 743, y en Sevilla 626. Por el contrario, en Teruel, Soria y Palencia no se contabilizó ninguna.

Una mujer se cubre la cabeza con un abanico para protegerse del sol durante la jornada / EFE

Una mujer se cubre la cabeza con un abanico para protegerse del sol durante la jornada / EFE

Una mujer se cubre la cabeza con un abanico para protegerse del sol / EFE

Un estudio realizado en Barcelona y publicado en el BMJ Journals constata que residir en zonas urbanas puede agravar los efectos de las olas de calor, sobre todo si se vive en edificios antiguos y barrios escasos de parques y jardines. Los diez investigadores firmantes observan también que las diferencias de mortalidad por esta causa dentro de una misma ciudad se relacionan con el nivel socioeconómico y las actividades que realizan los vecinos.

Los más vulnerables

Las autoridades sanitarias estiman que los más vulnerables son los ancianos, porque pueden padecer enfermedades previas relacionadas con problemas respiratorios o cardiovasculares, las embarazadas y los niños. Pero nadie está a salvo cuando la temperatura corporal supera los 40ºC y se practican deportes o se realizan esfuerzos excesivos cuando los termómetros se disparan.

¿Medidas?: abanicos, ropas ligeras, aires acondicionados, persianas bajadas y mucha agua para el coleto. Y paciencia, sobre todo a la hora de conciliar el sueño.