La peculiar calle de les Mosques, situada detrás de la Iglesia de Santa María, en el barrio del Born, conecta la calle Montcada con la calle Flassaders. Es reconocida, además de por el misterio de su nombre, por ostentar el título de ser la vía más estrecha de la ciudad. En concreto este peculiar rincón mide 1,5 metros de ancho, llegando a limitarse en algunos puntos a los 1,47 metros.
Echando la vista atrás uno se topa con su historia. Entre el olor característico y el revoloteo incesante de las moscas que habitaban en este pequeño lugar, se ocultaba un burdel muy famoso que hacía honor al famoso dicho catalán “Al carrer de les mosques hi ha funció a les fosques”. Su traducción al castellano es la siguiente: “En la calle de las moscas hay una función en la oscuridad”. Así pues, el pasaje era lugar de encuentro no solo de los clientes del burdel, sino de multitud de parejas que buscaban intimar en la oscuridad de la calle. Prueba de la existencia de este antiguo club de alterne es una peculiar Carassa (cabeza de piedra) bautizada con el nombre de papamosques. Representa a un hombre con la boca abierta y antiguamente servía para marcar este tipo de lugares por la ciudad.
¿De dónde viene su nombre?
El motivo del nombre de esta peculiar calle se debe a que una gran cantidad de moscas eran atraídas por el fuerte olor que provenía de allí. Este se debía a la multitud de almacenes repartidos por el propio pasaje y sus alrededores, ya que por allí se guardaban las mercancías sobrantes y en mal estado provenientes del Mercado de Santa María, en el Born. La estrechez de la vía y la cantidad de alimentos almacenados dificultaban la ventilación y producían un hedor muy intenso que atraía a estos insectos, bautizando así la calle.
Actualmente, para desgracia de los turistas, el pasadizo se encuentra cerrado con una valla por ambas entradas. Esta decisión se tomó en el año 1991 debido a la actividad incívica de muchos ciudadanos, que utilizaban la oscuridad de la vía como urinario público.