Pocas cosas hay más catalanas que los castells, las torres humanas propias de algunas fiestas populares. Quienes las levantan son los castellers, cuya tradición —catalogada hoy como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco— se remonta más de 200 años. Hay referencias a ellos en el Camp de Tarragona desde el siglo XVIII.
¿Pero esta tradición pertenece a todos los catalanes? ¿Solo a los nacionalistas? ¿También a los constitucionalistas? Las aguas bajan revueltas en Cataluña por el procés, que ha dividido a la sociedad entre los partidarios del sí y los del no (basta con mirar la distribución del Parlament). Y en este contexto de agitación, cualquier símbolo puede ser usado a favor y en contra de la causa.
Tensión en la calle
El 7 de octubre del pasado año, después de uno de los puntos álgidos del procés, el 1-O, el referéndum ilegal de independencia, y del paro de país del día 3 en protesta por el uso de la fuerza física de la policía con algunos de aquellos que barraban el paso a las fuerzas de seguridad del Estado que tenían órdenes de impedir la consulta, se vivió una escena particular relacionada con esta tradición centenaria.
Ocurrió en la Rambla Nova de Tarragona, cuna de los castellers, en una concentración de los llamados constitucionalistas contra el movimiento independentista. Allí, un joven se subió a lo más alto del monumento a los Castellers para, cual enxaneta (el casteller que corona los castells), alcanzar la cima y poner una bandera de España. Eso sí, necesitó dos intentos.