Dos menores han sido absueltas en Madrid pese a comprobarse que fueron agresoras físicas y psíquicas de una compañera de clase. El retraso en la comunicación de la fiscalía al juzgado ha sido lo que ha motivado la absolución de las menores, pese a tener constancia de las agresiones físicas y las amenazas a la víctima.
La menor, de nombre María y de 15 años de edad, fue víctima de un infierno desde los 13 años. Sufrió bullying constante en el colegio y los hechos llegaron hasta el juzgado de menores número 6 de Madrid. La juez que lleva el caso estima que no hay pruebas de que las menores acusadas cometieran un delito de coacciones y otro de amenazas, aunque si se reconoce como probada una agresión física ocurrida en mayo de 2016, pero la jueza considera que el delito a prescrito.
Fiestas del barrio
Todo empezó en las fiestas del barrio de Hortaleza de la capital ese mismo año. La menor fue golpeada en la cara por una de las acusadas, pero la agresión no fue menor, ya que las acusadas mostraron sus "manos rotas en las redes sociales" a causa de los fuertes golpes propinados. Además, María, sufrió grandes hematomas en la frente.
Sin embargo este ataque fue considerado como una falta leve que prescribe en tres meses, un tiempo que ya había pasado cuando la fiscalía se lo comunicó al juzgado seis meses después de la agresión. Esa demora ha provocado la absolución de la agresora.
Amenazas de muerte públicas
La desazón de la víctima no acaba ahí ya que, el día después de celebrarse el juicio, una de las chicas absueltas enviaba mensajes a un grupo de Whatsapp en el que decía frases como “hacemos un agujero de su tamaño, le damos un palazo en la cabeza, la metemos y la enterramos. Me pido darle el palazo” o “el día que explote no voy a parar hasta que no la vea muerta”.
Y las amenazas se consumaron. La última agresión a María se produjo cuando ella volvía del colegio. Sus agresoras la estaban esperando y, según cuentas los padres, le dieron una brutal paliza aunque a la niña le dio tiempo a llamar al telefonillo y avisar a sus padres de lo que estaba pasando. “Cuando descolgué lo único que oía eran los gritos de mi hija”, explica la madre de María. Un caso más que queda impune ante el vacío legal en que se escudan los agresores.