Se cumple un año del llamado crimen de la Guardia Urbana. El 1 de mayo de 2017, el guardia urbano Pedro Rodríguez perdía la vida en uno de los episodios más extraños y sórdidos de la recuente historia negro-criminal española.
La novia de Pedro, Rosa Peral, y el examante de ésta Albert López (ambos también guardias urbanos) eran detenidos 15 días después. El fiscal y los primeros informes de los Mossos d'Esquadra hablaban de la participación de ambos en la muerte de Pedro, una especie de complot que tuvo su desenlace en la planta baja de la vivienda de Rosa en Cubelles aquella noche del 1 de mayo. La juez, a instancias del fiscal, lo tiene claro: Peral y López lo mataron.
Sin embargo, sobre la mesa de la justicia sólo hay dos teorías, dos posibles versiones o explicaciones de lo que ocurrió: la de Rosa Peral y la aportada por Albert López. Y poco más.
Dos versiones, una realidad
En resumen, Peral viene a decir que aquella noche Albert López irrumpió en su casa de Cubelles con un hacha tras saltar el muro exterior de la vivienda. Albert estaba poseído por los celos al comprobar que su relación con Pedro iba viento en popa. La había amenazado durante toda la jornada a través de mensajes.
Él, por su parte, en su última declaración, dice que fue ella quien mató a Pedro tras discutir con él. Dice que Rosa Peral le llamó “completamente nerviosa y excitada” tras los hechos buscando en él ayuda y amparo. López, que según explica había roto relaciones con ella hacía meses, se personó en la casa (admite que saltó el muro), y dice que, tras abrazar a una compungida Rosa, ésta le mostró el cuerpo sin vida y “goteando sangre” de Pedro Rodríguez en el interior del maletero del Volkswagen Golf de su propiedad.
O miedo o amor
Ella declara que no le denunció por miedo, porque él la amenazó con matar a sus hijas si hablaba.
Él afirma que no la denunció porque, en el fondo, la seguía queriendo.
Ambas versiones son endebles (así lo cree la juez que les mantiene en prisión preventiva), pero son las únicas. Hoy por hoy, del estudio del sumario del caso no se observa una tercera versión, quizá pudiera ser, incluso, más coherente que las anteriores. Esa tercera hipótesis se puede fabricar, se puede sugerir, pero esto es un sumario y no una novela, y por lo tanto, los hechos a enjuiciar deben de ser probados y es preceptivo que estén sustentados por pruebas o indicios racionales de criminalidad.
Así, la juez tiene una complicada tarea por delante si lo que quiere es apuntalar una tercera vía que dé mejor o mayor sentido y explicación a lo sucedido.
Condena injusta
Rosa Peral, en conversación con este medio, dice que se siente condenada por la sociedad que ya la ha castigado por el morbo de su tortuosa y prolífera vida sentimental. “Mi vida y mis fracasos sentimentales no me convierten en sospechosa de nada”. Rosa Peral tiene razón en que su historia da mucho juego en todos los sentidos. La prensa bien lo sabe en un caso en el que las zonas grises se suceden en contra de uno y de otra.
¿Por qué ella no denunció a Albert hasta trascurridos 15 días del crimen? ¿El miedo puede atenazar así a una mujer, que además es policía? ¿De verdad después de ver a Albert fregando el suelo con agua y lejía seguía pensando que Pedro estaba vivo?
Por su parte, Albert… ¿por qué declara que cuando llegó a casa de Rosa llamó al timbre y ésta le abrió la puerta y, posteriormente, reconoció que saltó el muro? ¿Por qué Albert compró dos garrafas de gasolina? ¿Se quedó sin combustible o era para calcinar el coche de Pedro? ¿Rosa Peral querría matar a su novio en sus propia casa, con su hijas de 6 y 4 años, en la habitación de al lado?