Los traficantes de angulas procuran que las maletas o mulas, como también les llaman en el mundo de la droga, no superen un valor de 50.000 euros. A partir de esa cantidad --“y lo saben y miden bien”, según fuentes policiales--, el delito pasa de estar penado con una infracción económica a suponer cárcel.
La Guardia Civil ha detectado en el aeropuerto de Barajas que las mulas no solo son chinos, sino que a veces son coreanos y vietnamitas para llamar menos la atención. Suelen recibir un pago económico, pero en ocasiones lo hacen solo a cambio de un viaje a China para ver a sus familiares.
De diez países
Los detenidos en las grandes operaciones llevadas a cabo por las fuerzas de Seguridad del Estado reunían diez nacionalidades. La última trama tenía su base de operaciones en el sur de España, con ramificaciones en Portugal y Marruecos. La anterior contó con la colaboración de una empresa radicada en Tarragona.
Francia, Estados Unidos, la India y Grecia, donde a veces han hecho escalas, también proporcionan ejemplares a este creciente mercado negro. Las angulas confiscadas en España, como en la operación Abaia coordinada por Interpol en 2017, suelen ser llevadas y soltadas en estuarios y ríos guipuzcoanos como el Oiartzun y el Oria.
Euskadi y Asturias
El ejecutivo del País Vasco, comunidad líder en esta delicia gastronómica junto con Asturias, cuenta con los mayores expertos en la materia. Es puntero en ensayos para repoblaciones que devuelvan el esplendor a la reina de la mesa que, según los especialistas, peligra por la sobrepesca, las presas y la degradación del medio ambiente.
Por eso la captura está prohibida. La mayor parte de la angula que se consume en España de forma legal proviene de las desembocaduras de ríos franceses, donde acuden los peces atraídos por el agua dulce que se vierte al mar. Luego, hasta su consumo, es tratada en empresas españolas. En Francia, es un producto que no tiene demanda.