La Antártida es uno de esos lugares especiales que ofrece el planeta Tierra. Un destino que en los últimos años ha despuntado como opción para grandes viajeros, que se unen cada vez más a la reducida comunidad de científicos, los únicos habitantes de un continente sin población y que no pertenece a ningún país concreto. “Ningún lugar de la Tierra es comparable a esta enorme selva blanca de fuerzas elementales: nieve, hielo, agua y roca”. Eso dicen los que han puesto un pie en la Antártida. Su lejanía, su frío extremo, sus plataformas de hielo y cordilleras, así como sus exóticas formas de vida desafían al viajero a aprovechar la vida al máximo. Y es que allí el clima y el hielo son los que marcan la hoja de ruta.
¿Qué experiencias son las más alucinantes que se pueden vivir en la Antártida? Descubrimos algunas de ellas de la mano de Lonely Planet, que acaba de publicar en castellano su primera guía para viajar a la Antártida
1. Observación de pingüinos
En cuanto la vista se tropieza con estas aves antropomorfas, se sabe que se ha llegado a la Antártida. Desde el pequeño pingüino adelaida, con esmoquin, y el de penacho (macaroni), hasta el más grande del mundo, el elegante emperador, estas criaturas están aquí en su hábitat: el mar, el hielo y la costa. Verlos salir del agua o deslizarse por el hielo como si fuera un tobogán es todo un espectáculo.
2. Isla Decepción
Esta isla, con su puerto secreto, laderas con nieve cubierta de ceniza y colonia de pingüinos oculta en el Baily Head, ofrece la rara oportunidad de navegar por el interior de un volcán. Calificada de “significativo riesgo volcánico”, Isla Decepción es un lugar emblemático por la arqueología industrial de su estación ballenera abandonada, medio destruida por un flujo de lodo y una inundación provocados por una erupción. En la isla se puede hacer una inmersión en sus cálidas corrientes geotérmicas.
3. Avistamiento de ballenas
Una de las mayores recompensas de navegar por el océano Antártico es la posibilidad de ver ballenas durante su migración en estas aguas ricas en kril. Navegar junto a la orilla en una zódiac no es lo mismo, pues no se está lo bastante cerca para disfrutar del ‘baño de la ballena’: el cetáceo exhala con un sorprendentemente fuerte “¡fffffffffffffffff!” al lado del barco y deja a los pasajeros envueltos en una niebla con olor a pescado. Junto a la orilla helada puede haber manadas de orcas en plena caza.
4. Base McMurdo
Conocida como Mac Town, la base más grande de la Antártida, operada por Estados Unidos, es para muchos el punto desde el que avanzar hacia el interior. De vez en cuando enormes cargueros C-5 aterrizan en la pista de hielo marino, aunque normalmente la base suele ser un enjambre de avionetas y motos de nieve, mientras los científicos van y vienen de los campamentos base y el complejo de edificios principales.
5. Barrera de hielo de Ross
Esta impresionante capa de hielo, que se alza en el mar de Ross, suponía una intimidante barrera para muchos exploradores antárticos. De hecho, el lugar era conocido simplemente como ‘la Barrera’, aunque su parte frente al mar es la más fina, de apenas 100 metros de espesor. Tierra adentro, donde los glaciares se encuentran, el grosor alcanza los 1000 metros. Esta barrera de hielo flotante tiene 520.000 kilómetros cuadrados y formó parte de las rutas que tomaron Amundsen y Scott para llegar al Polo Sur.