Rosas de Sant Jordi y libros en Las Ramblas de Barcelona un 23 de abril, diada de Sant Jordi / EP

Rosas de Sant Jordi y libros en Las Ramblas de Barcelona un 23 de abril, diada de Sant Jordi / EP

Vida

No lo sabías: el verdadero origen de Sant Jordi y por qué se regala una rosa

El 23 de abril, Cataluña celebra mucho más que un día festivo: celebra el amor, la cultura y la identidad. Sant Jordi convierte libros y rosas en símbolos de una tradición única en el mundo

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Pocas fechas despiertan tanta ilusión, orgullo e implicación colectiva en Cataluña como el 23 de abril, día de Sant Jordi, patrón del país. No se trata simplemente de una festividad religiosa o de un evento cultural más, sino de una jornada única en el mundo que fusiona elementos de tradición medieval, romanticismo, identidad nacional y promoción de la lectura. Es, en muchos sentidos, la versión catalana del Día de los Enamorados, del Día del Libro y de una gran fiesta cívica, todo al mismo tiempo.

Mientras en otras partes del mundo se celebra el 14 de febrero con bombones y corazones, o el Día del Libro se reduce a promociones editoriales, en Cataluña el 23 de abril se vive como una explosión de vida en la calle, donde las personas se regalan libros y rosas como muestra de afecto, cultura y estima.

Lo que hace especial esta festividad es que no está impulsada por campañas comerciales ni organizada desde las instituciones como una fiesta impuesta, sino que es la ciudadania quien la hace suya, año tras año, saliendo a las plazas, recorriendo librerías, escribiendo dedicatorias y regalando flores.

Celebración de San Jordi

Celebración de San Jordi PEXELS

Desde las grandes avenidas de Barcelona hasta los pueblos más pequeños del Pirineo, desde las paradas improvisadas de escolares hasta los puestos de libreros de toda la vida, Sant Jordi transforma Cataluña entera en una gran librería y floristería al aire libre. Esta jornada, declarada por muchos como la “diada més bonica de l’any”, es tanto una expresión del amor romántico como un homenaje a la cultura, a la lengua y a las raíces de un país.

La leyenda que da sentido a la rosa

La narración que sustenta la tradición se sitúa en Montblanc, un municipio de la provincia de Tarragona. La leyenda cuenta que un dragón aterrorizaba la villa y que los vecinos, impotentes, decidieron ofrecerle sacrificios humanos para calmar su ira. Un día, la elegida fue la hija del rey. Pero, cuando todo parecía perdido, apareció el caballero Jordi, quien logró matar al dragón y, del lugar donde su sangre tocó la tierra, brotó un rosal de rosas rojas.

El libro y la rosa de San Jordi

El libro y la rosa de San Jordi PEXELS

Este relato, heredado de la tradición medieval europea de los caballeros y las gestas heroicas, tiene múltiples versiones a lo largo del continente. Sin embargo, en Cataluña, adquirió una identidad propia y se convirtió en uno de los símbolos más potentes de su cultura popular.

Una devoción histórica convertida en símbolo nacional

El culto a Sant Jordi, mártir cristiano del siglo IV, tiene raíces que se remontan a tiempos visigóticos. Su figura fue ganando devotos en el Mediterráneo oriental y occidental, hasta que, en el siglo XV, fue proclamado oficialmente patrón de Catalunya por la Generalitat. Desde entonces, se ha mantenido como un símbolo espiritual, cívico y político.

Durante la Renaixença del siglo XIX, un periodo de recuperación cultural y lingüística catalana, Sant Jordi fue adoptado como una festividad nacional de primer orden. En ella se concentraban valores de identidad catalana, romanticismo y tradición medieval. Esta combinación la convirtió, con el paso de los años, en la diada más popular del país.

El libro y la rosa: una fusión de cultura y afecto

La costumbre de regalar rosas el 23 de abril tiene una larga trayectoria. Ya en el siglo XV se organizaban ferias de flores con motivo de Sant Jordi, sobre todo en los alrededores del Palau de la Generalitat. En ellas, las jóvenes parejas acudían a intercambiar flores como muestra de amor, lo que dio origen al hábito que perdura hasta hoy: regalar una rosa a la persona estimada.

Celebración de San Jordi en Cataluña

Celebración de San Jordi en Cataluña PEXELS

Mucho más reciente es la introducción del libro como elemento simbólico de la jornada. En 1926, el editor y escritor Vicent Clavel Andrés, propuso establecer un día del libro coincidiendo con la fecha en la que fallecieron dos figuras fundamentales de la literatura universal: Cervantes y Shakespeare, ambos el 23 de abril de 1616. La idea fue acogida con entusiasmo y, al confluir con Sant Jordi, nació una combinación única: la rosa por amor, el libro por cultura.

La rosa: flor, símbolo y lenguaje universal

Pero, ¿qué hace de la rosa una flor tan especial y universal? Su presencia como símbolo se remonta a la Antigüedad clásica, cuando griegos y romanos la asociaban al amor, la belleza y la pasión. En el mundo cristiano, la rosa adquirió otros significados: el martirio (por el color rojo), la pureza (en el caso de la blanca), e incluso la esperanza o la eternidad, si hablamos de rosas azules o preservadas.

En Cataluña, sin embargo, la rosa de Sant Jordi representa más que romanticismo: es un gesto de estima, un tributo a la tradición compartida, un acto cotidiano cargado de simbolismo. La rosa no es solo un regalo; es un lenguaje. Su color, su frescura, incluso el hecho de si es natural o preservada, dice algo sobre quien la regala y sobre quien la recibe.

Además, en los últimos años ha aumentado la diversidad de tipos de rosas que se regalan. Aunque la clásica es la rosa roja, símbolo del amor apasionado y del coraje del propio Sant Jordi, también se ven rosas blancas (asociadas a la amistad o a la paz), rosas amarillas (alegría), rosas rosadas (admiración o gratitud) o incluso azules y negras, como declaraciones más modernas o alternativas, especialmente entre los jóvenes.

La rosa se ha convertido así en una expresión personal y colectiva, una forma sencilla pero poderosa de decir t’estimo, et recordo o sóc aquí.

Una tradición que evoluciona pero no se diluye

Con el paso de los años, la celebración de Sant Jordi ha sabido adaptarse sin perder su esencia. A pesar de la digitalización, de los cambios en los hábitos de consumo o incluso de las restricciones sanitarias de años recientes, la gente sigue saliendo a la calle para vivir esta jornada de manera presencial, tangible y emocional.

Es una de las pocas festividades que no depende del espectáculo ni del consumo masivo: la esencia está en el gesto, en la rosa entregada con cariño, en el libro dedicado con afecto, en la conversación con un autor local o en el reencuentro con librerías de barrio.

Hoy, Sant Jordi no solo es celebrado en Cataluña, sino que también empieza a resonar en otros puntos del mundo donde hay comunidades catalanas o amantes de la cultura. La rosa y el libro se han convertido en embajadores silenciosos de una identidad que se expresa a través de la belleza, la palabra y la emoción.