La vida de esta joven de 22 años fue un descenso vertiginoso hacia la muerte.
Claudia Rodríguez nació el 11 de abril 1996 en Cali, Colombia. En 2001 se trasladó a Puigcerdà junto a su madre, Ana, para empezar allí una nueva vida. Con sólo 7 años, la pequeña Claudia fue objeto de abusos sexuales por parte de dos jóvenes de 15 y 12 años. “Eso la estigmatizó”, ha explicado su madre. “Fue un golpe duro que la marcó para toda la vida”.
Ana conoció a un hombre con quien se casó meses después y se trasladó a Palafolls, en el norte de Barcelona, ya que su esposo, albañil, había encontrado trabajo allí.
Abusos sexuales
El cambio de aires no trajo para Claudia una mejora en su situación. Ya adolescente, recibió tratamiento psicológico en más de una ocasión: sus compañeros de clase en la escuela le hicieron bulling. Se metían con ella por que abiertamente se declaró lesbiana. “La insultaban a menudo. La llamaban boyera, loca y otras barbaridades. Un grupo de jóvenes gamberros la increpaban y la perseguían cuando Claudia se reunía con sus amigas en los parques de Palafolls. Sabían que era una ángel y muy vulnerable. Abusaban de ella, de su buen corazón, se metían con ella porque les daba beneficios. Le quitaban dinero, ropa, la obligaban a que les invitase a refrescos, a tabaco…”.
Claudia con Anyuli en el lipdub en el que participaron varias reclusas / CG
“Mi niña, un ángel”
El tiempo fue pasando y el carácter de esta joven se fue truncando “pero su corazón seguía igual, siempre con vocación de ayudar a los más necesitados, siempre con vocación de justicia”.
El 6 de julio de 2017, un joven corpulento, Francecs Mas Soler, “le robó el móvil a mi hija. Eso ocurrió a las 8 de la tarde en un parque cercano a casa.. Sin que yo lo supiera, mi hija vino al piso y se metió una puntilla --cuchillo pequeño--, en el bolso. Y volvió al parque. Supongo que sospechaba lo peor. Y efectivamente, ese joven y sus amigos, todos gamberros, regresaron para pegarla. Era como su divertimento habitual. Durante esa agresión mi hija le clavó esa puntilla en la ingle al tal Francesc sin alcanzar ningún órgano vital”.
Allí mismo la detuvieron y el juzgado de instrucción número dos de Arenys la metió en la cárcel de Wad-Ras. “A los 4 días el agresor se había recuperado de las heridas. A los 20, fue a buscar a mi marido y le metió una paliza”.
Mancillada por su compañeras
Allí, en la cárcel, empezó el último infierno de Claudia.
“En la ley de la cárcel sólo perduran los más fuertes. Mi hija no lo era. Enseguida supieron que cada semana yo le metía 70 euros en el peculio. A los dos días del ingreso, ya no tenía dinero. La Jesica, la Ányuli, la Jennifer y otras tenían un chollo con ella. La Jesica, incluso, le robó el televisor que yo le compré. La tenían “multada. Ellas eran la mafia”.
Con Rosa todo cambió
Claudia vio el cielo cuando ingresaron en su módulo a Rosa Peral. La agente de la Guardia Urbana fue su profesora de gimnasia en el penal y la sacó del hoyo emocional donde estaba sumida. “Mi hija sabía que existía un complot contra Rosa. Lo vio. Lo oyó. Sabía que la Ányuli y la Jennifer se la tenían jurada y cuando ellas supieron que mi niña iba a declarar a favor de Rosa, casualmente, apareció muerta”.
La muerte de Claudia ocurrió el 11 de marzo. “Sobredosis y muerte por asfixia”. Aparecio en su celda con una bolsa en la cabeza.
Croquis realizado por Rosa Peral sobre las celdas de Wad-Ras / CG
Boca cerrada
“Mi niña era una buena persona, de gran corazón que se dejaba la piel por ayudar a las demás. La mataron por saber demasiado”.
El caso lo investiga el juzgado de instrucción número 24 de Barcelona que aún no ha recibido el informe preliminar de la autopsia.