Puestos a especular, Felipe VI le podría haber dicho a Letizia aquello de Rafael de León que cantaba Pepe Pinto por soleares: "Yo tengo entre dos amores/ mi corazón repartío/ si me encuentro a uno llorando/ es que el otro le ha ofendío".
El asunto tiene el encanto del cine mudo y visto el entusiasmo público por las secuencias de la catedral de Palma, la riña de reinas con una princesa preadolescente por medio, la Casa Real acaba de producir la segunda entrega de la serie, una supuesta reconciliación entre nuera y suegra también basada en la mímica. Así la crítica le puede poner los subtítulos que le rote.
La crisis de la real familia se habría sustanciado en términos de vasallaje. La reina reinante le abre la puerta del coche a la reina emérita en señal de reconocimiento y sometimiento, concluyen los primatólogos. Conducía Felipe VI, su esposa iba en el asiento del copiloto, la madre, en el de atrás. Iban a visitar al abuelo, ingresado para una operación en la rodilla de la que se recupera satisfactoriamente. Se barajó, o no, que Letizia dijera en público aquello de su suegro cuando colgó la escopeta: "Lo siento mucho. No volverá a suceder".
Letizia no tiene buena prensa. Arrastra el lastre de que fue periodista. Tampoco ayudan a su causa amigas como Imma Aguilar, que según el Lecturas se define como "posperiodista" y "transpolítica". Se dedica a labores de consultoría política y en calidad de portavoz semioficiosa de Letizia fue la autora de la expresión "bastante desolada" para definir el estado de ánimo de la reina.
El incidente de índole privada ha degenerado en pasto de la prensa, de la que no se puede esperar en conjunto nada bueno y ahí está Puigdemont para demostrarlo. Peñafiel pide el divorcio y los monárquicos se acuerdan ahora de Eva Sannum, aquella a la que en su día machacaron. El país es así, entre fariseo y cainita.
Otra bronca familiar de gran relieve fue la habida en la presentación en sociedad de la joven Alejandra Rubio Borrego, acontecimiento celebrado en la discoteca madrileña Gabana en medio de un ambiente de conmoción y desconcierto. Y es que a Alejandra, hija de Terelu Campos y nieta de María Teresa Campos, le dio un vahído ante la exposición mediática a la que, según Mila Ximénez, otra amiga de la familia, fue sometida por su madre con el beneplácito de la abuela.
En realidad, no se sabe de cierto lo que le ocurrió a la joven para dar la espantada en el photocall. Por lo demás, abandonó la fiesta de su despixelización a altas horas de la noche en compañía de su novio, el DJ Lobo (un chaval con los pantalones rotos), y el gran Aless Gibaja, gurú de la moda juvenil.