El vicesecretario general para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal, Fernando Giménez Barriocanal, también profesor de economía financiera en la Universidad Autónoma de Madrid, no se atreve a vaticinar nada sobre la liquidación para la Iglesia del año que viene. Tampoco se arriesga a apuntar una causa concreta sobre la caída de este año entre los mileuristas.
En principio el gerente episcopal, que es también presidente de la COPE, atribuye el rechazo a razones técnicas, como la existencia se dos casillas “escondidas” en el impreso, y a posibles fallos en la propaganda en los medios de comunicación, a la que se destinan cada año unos cuatro millones de euros y, de paso, se amansan posibles críticas. “El ejercicio de marcar una casilla es democrático. Lo estamos analizando. Tenemos que trabajar para enterarnos qué estamos haciendo mal”, apunta Barriocanal.
Al Tribunal de Cuentas
Por si fuera poco, el Tribunal de Cuentas examinará, por primera vez este año, el destino de los 250 millones anuales que recibe la Iglesia por esta vía de la Renta desde 2007, cuando el gobierno que presidía el socialista Zapatero incrementó un 37% la cuota fiscal a través del IRPF.
El PP se quedó solo en el Congreso de los Diputados en contra de la fiscalización, porque “es contraria a los acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede”.
Pero el tribunal aprobó en un pleno antes de irse de vacaciones de Navidad llevar a cabo el control sobre el dinero gastado el año pasado.
Algunos de sus miembros tienen preparada la lupa, ya que el clero catalán apenas ha cambiado en su estrategia de aliento al secesionismo con homilias, plegarias públicas y visitas a los “presos políticos”. Quizá bajo el amparo de Nuestra Señora de la Mercè, patrona de Barcelona, redentora de cautivos e intercesora desde la Edad Media por los cristianos presos en tierra del Islam.
Laicismo creciente
Algunos observadores atribuyen el escaso apoyo económico a la Iglesia en Cataluña a un laicismo creciente. A él ha contribuido el guiño de sus pastores hacia el nacionalismo que lleva, por ejemplo, al uso exclusivo del catalán. Retrae especialmente a los emigrantes hispanohablantes, más religiosos, y les facilita la huida hacia el credo evangelista, que no cesa de crecer. Ya cuenta con más de 200.000 fieles en Cataluña.
La imparable secularización desctaca en el arzobispado de Barcelona. A modo de ejemplo, el gobierno de Ada Colau eliminó, al acceder a la alcaldía en 2015, la tradicional misa de la Mercè del programa oficial de fiestas de la ciudad.
Las estadísticas muestran que, con 2.500 templos, Cataluña es la comunidad más secularizada de España y de la Europa cristiana. Figura a la cola en curas ordenados, 10 en 2016, y en seminaristas, 70. Apenas el 11% de las bodas se celebran ya por el rito católico. Se puede decir que la población catalana es culturalmente católica pero cada vez más alejada de la Iglesia. Hasta para rascarse el bolsillo.