Jesús Ruiz fue condenado a siete años de cárcel en Perú por tráfico de cocaína. Tenía veinte cuando entró en la prisión de Cuzco y 27 ahora que lleva diez días fuera de Soto del Real, aunque la mayor parte de la condena la sufrió en el país andino. Se ha convertido en la última estrella del independentismo tras su aparición en el Preguntes Freqüents. Ruiz es un chaval simpático, espontáneo, pero tranquilo, que con sus chascarrillos penitenciarios sobre Jordi Cuixart ha suscitado el arrobamiento de la mitad de Cataluña que lidera Pilar Rahola.
La entrevista de Laura Rosel tuvo hasta el momento centralita colapsada por ciudadanos que ofrecían trabajo a Jesús Ruiz. Una articulista de El Nacional propone, en calidad de socia de Òmnium, que se le coloque en la entidad para agradecer el consuelo dado a Jordi Cuixart, del que se hizo buen amigo en la cárcel. El testimonio de Ruiz no tiene desperdicio, aunque se sustente en el endeble argumento de que Cuixart no debería estar en la cárcel porque es un buen tipo.
Sirve el relato a la causa y se ciñe a los cánones del género. La película consiste en que Ruiz no es indepe, pero lleva el lazo amarillo por su colega y no se lo quitará hasta que salga. Su colega es un hombre excepcional que le hizo prometer que dejaría la droga, que le regaló un contrato de teléfono a su madre para que pudieran hablar, que encargó a uno de sus abogados que se interesase por su libertad condicional y al tercer día salió de la trena y un largo etcétera de gestos que para el independentismo son diáfanas señales de santidad.
Claro que mirado desde otro ángulo, ir por ahí regalando tarjetas de teléfono o pagando cafés para estar más rato en el patio responde a otra clase de patrones y lo que es un santo se convierte en un padrino que en calidad de pez gordo recibe la visita diaria de cinco abogados, tiene influencias, va sobrado de privilegios internos y dispone de un guardaespaldas/preso de confianza porque maneja guita. Es otra forma de verlo. Sea como fuere, el reconocimiento en el flanco soberanista a Ruiz es de tal envergadura que no sería extraño que se le propusiera para algún premio de catalán del año.
Pilar Rahola lloraba entre bambalinas y no pudo menos que abrazarse al muchacho en representación de Cataluña entera, según ella misma manifestó haber sentido, al irrumpir en el plató.
Curiosa historia la de Jesús Ruiz, una mula que sobrevivió a los presidios del Perú y es aclamado en TV3 por las fuerzas vivas de Cataluña cual hijo predilecto. Rahola, la madre patria, le acoge gozosa en su seno y las redes sociales se vienen abajo de la emoción. ¡Qué preso! Cuando tengamos la república, a este chaval hay que nombrarle director general de Prisiones.