“El día 1 de mayo regresaba a mi casa cuando me llamó Rosa. Estaba fuera de sí. Me dijo que por favor fuera a su casa que había pasado algo con Pedro. La traté de calmar; me fui a mi casa y me puse a cenar. Hacia las doce me volvió a llamar atacada de los nervios. Y entonces me decidí a ir. Llegué sobre la una de la madrugada. Rosa salió al jardín y me abrió la puerta de la calle. Una vez dentro, me explicó lo que había pasado. El cadáver de Pedro estaba en su coche. Yo lo vi, la sangre goteaba”.
Esta declaración sumarial de Albert López se produjo el 16 de mayo frente a la juez de Instrucción número 8 de Vilanova i la Geltrú (Barcelona), que instruye el caso. Albert fue categórico.
Maldita cámara
Un mes después (34 días para ser precisos), el 20 de junio, la magistrada ordenó la reconstrucción de los hechos y ambos detenidos, Albert y Rosa, se trasladaron junto con los agentes de los Mossos d'Esquadra y la comitiva judicial a la vivienda de ella, donde supuestamente Pedro perdió la vida.
Testigos presenciales de dicha diligencia han confirmado a Crónica Global que a Albert le cambió la cara cuando, casi por casualidad, vio que sobre la puerta de la vivienda que da al jardín había una cámara de videovigilancia. A pesar de haber estado en diversas ocasiones en aquel domicilio, no había reparado en la existencia de esa cámara.
Doble versión
Todo hace indicar que el pensamiento que le sobrevino inmediatamente es que esa cámara pudo haberle grabado en el momento en que, aquel día (el 1 de mayo), llegó a la casa. La grabación le habría pillado en una de sus más flagrantes mentiras: Rosa no bajó al jardín y le abrió la puerta de la calle sino que fue Albert quien saltó la valla (de casi dos metros), y por la fuerza irrumpió en el domicilio portando una bolsa de la que sobresalía una hacha.
El 26 de junio, efectivamente, Albert cambió su versión y donde dijo que Rosa le abrió la puerta, reconoció que fue él quien saltó el muro. Prefirió rectificar con endebles excusas a ser cazado en una mentira indubitada. Lo que Albert no sabía es que aquellas cámaras eran meros simuladores, sin capacidad de grabación y con el único objetivo de disuadir a posibles ladrones.
Miedo insuperable
Rosa Peral explicó al juez desde el primer momento que mientras estaba en su casa con su pareja, Pedro, y con sus hijas, E. y L., Albert irrumpió en el domicilio de una forma intempestiva y violenta. Ella se refugió con las niñas en una habitación del primer piso. Oyó golpes y gritos. Pasó dos horas en aquella habitación tratando de disimular ante sus hijas lo que en la planta de abajo pudiera ocurrir. Transcurrido ese tiempo, cuando regresó al salón, Pedro ya no estaba.