Jordi Évole ha estrenado nueva temporada de "Salvados", lo que demuestra que las temporadas de los programas son cada vez más cortas. Aún no se ha recuperado la audiencia de la entrevista con Maduro en lo que Évole ha vuelto para presentar un docudrama sobre la depresión que portaba la enigmática etiqueta #1decada5, que es la incidencia estadística de la depresión.



Évole aborda la enfermedad con un elaborado y cuidadoso montaje en el que dio voz a un grupo de afectados que se avinieron a describir con toda crudeza sus sentimientos, tal vez como parte de alguna forma de terapia. Elogios generalizados para la sensibilidad del periodista, en permanente idilio con una audiencia que se identifica con todos los puntos de Évole, ya sea impertinente, intenso, tierno o audaz. Se le perdona todo, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con Jorge Javier Vázquez o las Campos.



En el caso del programa sobre la antedicha enfermedad, los parabienes vienen dados por la valentía de encarar un asunto vidrioso, complejo y poco atractivo desde el punto de vista del espectáculo televisivo. Cierto tono experimental, los primeros planos, la calidez de la iluminación han sido ponderados también como un acierto. El prestigio de Évole es cada vez mayor al punto que hace facha objetar que una enfermedad es algo bastante más importante que una entrevista con Puigdemont y que la televisión es el medio menos apropiado para tratar sobre ello.

La capacidad de la televisión para inducir y extender creencias erróneas en materia científica es vastísima, sólo comparable a la potencia del medio para banalizar lo sustantivo, relativizar lo trascendente y excitar lo superfluo. 



Ha vuelto "¿Quién sabe dónde?". Ahora se llama "Desaparecidos" y lo emite la televisión pública española. Paco Lobatón regresó a la pantalla nacional con una entrevista con el padre de Diana Quer como contenido de peso en un formato que pretende ser "de servicio" e "informativo" pero que se desliza peligrosamente por el sufrimiento ajeno como espectáculo.

Al igual que con el "Salvados" de la depresión, "Desaparecidos" arrancó con una justificación numérica. Cada años se denuncian 21.000 desapariciones. Y de la misma manera, la televisión no es el lugar más adecuado para esos dramas, tal como ha quedado demostrado por enésima vez con la desaparición y asesinato de Diana Quer. Sin embargo, no parece que esa evidencia importe en TVE.