Todo empezó cuando la paella de Pilar Rahola en Cadaqués que le ha costado la carrera al major emérito Josep Lluís Trapero, primer damnificado de la infausta velada. Los hechos son de sobras conocidos. En la casa de la fogosa estrella mediática en la exclusiva localidad gerundense se dieron cita con la excusa de una paella cocinada por el antedicho Trapero la flor y nata de la alta sociedad procesista. Helena García Melero, Joan Laporta, Bonaventura Clotet, Alba Tous más Puigdemont y señora, entre otros, participaron en la que fue la fiestaza de aquel verano del 16.
Tan ufana estaba la anfitriona que a Artur Mas sólo le invitó a tomar café. Puigdemont estaba en su apogeo. La iniciativa de someterse a una cuestión de confianza se interpretó como una genial jugada. Los dieciocho vertiginosos meses del calendario republicano no habían hecho más que empezar. Vino y rosas en el penúltimo verano español. Todos vestían camisas hawaianas adquiridas por el jefe de los Mossos, Puigdemont posó de timbaler con una estelada e interpretaron Paraules d'amor.
Dos años y pico después, Laporta ha rechazado ir en la lista del belga, Trapero archiva papeles y Alba Tous ha cesado a Rahola de la junta de la fundación benéfica de la familia de joyeros. Y ahí ha ardido Troya. Un espeso silencio se cierne sobre el club de la gente bien de Cadaqués, que es de los Tous o de la Rahola. No hay lugar para equidistancias. La tensión se palpa en las callejuelas de la otrora idílica población. Un espeso manto de resentimiento cubre la cala, a la que ya llaman Puerto Urraca en sintético homenaje a la pedanía extremeña de la famosa atrocidad de los hermanos Izquierdo y a la señora Rahola.
Algunos visitantes reportan haber visto a Isona Passola vagando por las calles de Cadaqués musitando que España es una ruina política, social y cultural. Incluso hay quienes sostienen que un extraño ser parecido a Núria de Gispert ronda por los tejados durante las noches.
Ajena a las habladurías, Rahola ha llevado su querella a los platós de TV3. El sábado por la noche arremetía contra los Tous en lo de Ustrell, mezclando salsa rosa con salsa española. Que viene el fascismo, alertó la aguerrida exmusa de Mas, consultora preferente ahora de Puigdemont, con quien dijo haber cenado a solas el viernes en Bruselas. Sí, solos ella y él. ¿Qué? No se calla ni en la ducha. Ahí están sus poderes: "Lo que ha hecho la familia Tous no se puede hacer". Que si eran amigos de toda la vida, que si habían coincidido en bodas, bautizos y comuniones, que si compartían fiestas.
Claro que a los Tous les ha salido una aliada inesperada, la madre de todas las padrinas sociales a las que puede aspirar una marca, su majestad la reina doña Letizia, que lució unos pendientes de la firma manresana en la recepción con Mahmud Abbas. El estilismo de Letizia es norma mundial, tendencia total en las grandes ligas de Melania Trump, Brigitte Macron y las reales familias vikingas.
Cierto es que Rahola había lucido hace unas semanas un bolso de Tous en Preguntes freqüents, como oportunamente comentó el joven Ustrell, cosa que está muy bien para vender más en Olot pero que resulta incomparable con que una reina reinante luzca unos pendientes de la misma marca en una recepción real de un estado realmente existente. Total, que todas las puertas están cerradas en Cadaqués y una inclemente tramontana barre las azoteas.