La detención del expresidente del FC Barcelona Sandro Rosell casi le cuesta la vida. A él y también a su socio, el gestor andorrano Joan Besolí, y a los miembros de la Guardia Civil que le custodiaban en la furgoneta que le trasladó el 24 de mayo de este año desde Barcelona a la Audiencia Nacional. Allí les esperaba la juez Carmen Lamela para tomarles declaración por su presunta implicación en una supuesta trama de blanqueo de capitales procedentes de la explotación televisiva de partidos de fútbol en Brasil.
En un punto kilométrico cercano a Madrid, la furgoneta volcó y acabó dando varias vueltas de campana. Ni el vehículo iba a excesiva velocidad, ni el accidente se produjo por culpa de un tercer automóvil.
Ataque epiléptico
El guardia civil al volante sufrió un ataque epiléptico en plena ruta. Cuando el copiloto quiso reaccionar, la furgoneta de traslado de presos estaba ya fuera de control.
Ni Rosell ni el otro inculpado, Joan Besolí, ni los guardias que le custodiaban llevaban anclaje de seguridad alguno. Sin embargo, milagrosamente, no se produjeron heridos de consideración. Es más, se da la circunstancia, según fuentes de la propia Guardia Civil que así lo hicieron constar en el atestado sobre este incidente, de que el propio Rosell fue quien atendió al conductor víctima del ataque y ostensiblemente magullado por los golpes.
Sandro Rosell ha vuelto a pedir a la juez Carmen Lamela, magistrada que, por otro lado, investiga al Gobierno de la Generalitat que presidía Carles Puigdemont por rebeldía, sedición y malversación, su puesta en libertad.