El fulminante despido por burofax de Nuria Roca, que ha durado en TV3 lo mismo que una declaración de independencia a la catalana, no se ha producido en virtud del artículo 155 de la Constitución, sino unos días antes y por la cara. La decisión fue tomada por los directivos de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA), que no han dado la cara, pero deslizan bajo mano supuestos bajos índices de audiencia y restricciones económicas debidas a una caída de los ingresos publicitarios.

Como era de esperar, la salida de Nuria Roca, reputada profesional, pero seguramente poco familiarizada con el procés, no ha provocado la más mínima muestra de solidaridad por parte de tantos y tan acreditados y populares periodistas como acogen TV3 y Catalunya Ràdio, con Mònica Terribas y Xavier Graset como referentes indiscutibles. Contrasta esa actitud con la heroica oposición mediante la que consiguieron que el 155 pasara de largo. Gran apoyo del Col.legi de Periodistes de Catalunya, ejemplarizante pesebre más presto a luchar por la patria que por la verdad o por los derechos de los de su gremio.

Aunque Nuria Roca no pertenezca al club, es periodista y no es de recibo que tras unas pocas emisiones se haya liquidado su matinal. ¿O sí? La hipótesis de que cobrara mucho no cuadra tratándose de la empresa pública que da trabajo a Toni Soler o la antedicha Terribas.

Sea como fuere, Roca está en la calle y el asunto ha tenido menos repercusión en los medios de obediencia catalana que la salida del gran gran Quico Sallés (desde hace un tiempo también por TV3) de La Vanguardia. Mucha menos incluso que las de Joan B. Culla y Francesc Serés de El País, recogidos inmediatamente por el Ara. Es que de lo de Nuria Roca se ha hablado casi tan poco como de lo que le pasó a Gregorio Morán en el diario de Godó.

No tiene arreglo. TV3 es el minarete del nacionalismo de igual manera que TVE es una chapuza informativa, aunque al menos en el ente hay sindicatos que se quejan. En la seva eso no pasa. No hace muchos años, cuando los recortes sociales, el comité de empresa de TV3 le dedicó a Francesc Homs el tema principal de El Padrino. Fue una performance fantástica. Salían de una reunión en las instalaciones de Sant Joan Despí y un amplio grupo de trabajadores sacó el móvil y activó la canción para despedirse del entonces todopoderoso consejero de Presidencia y ahora nada, ni siquiera exiliado en Bruselas. Eran otros tiempos, año 12 o 13.

Dicen que lo de TV3 no tiene nombre, pero no es verdad. La cosa se llama propaganda y es lo mismo que lo de los vídeos maidaneros de Òmnium. De hecho, los vídeos de Òmnium son pastillazos en cuatro minutos de tres semanas de 3/24. No es nada fácil. Se requieren avezados reporteros, comisarios espabilados, gente ágil y despierta que no tenga reparos en convertir lo del pasado domingo en Barcelona en la apoteosis del porrompompero.

Es comprensible. Les han dicho sus fuentes, de toda confianza, que si ganan los malos no va quedar piedra sobre piedra en TV3. El 21D es el nuevo objetivo.