Tras el turismo rural, de negocios, deportivo o de la salud, se abre paso el llamado necroturismo o de la muerte. Una veintena de ciudades, cementerios y promotores del sector se han sumado a esta modalidad de ocio aprovechando el puente de Todos los Santos y la fiesta de Halloween.
La festividad, importada del mundo anglosajón en la década de los noventa, cuenta con cada día más fieles en España. Los sociólogos atribuyen el fenómeno a la imitación de la cultura estadounidense, al cine, y al componente festivo de “tomarse la muerte a chanza y a broma”, en lugar de la tradicional ocultación y nostalgia por los difuntos.
Las cifras de este inagotable y gigantesco nicho de negocio, nunca mejor dicho, dan miedo. La Asociación de Empresarios Noche Madrid calcula que la madrugada del próximo 31 supondrá entre 15 y 20 millones de euros de ingresos a los 25.000 locales registrados en España. Una industria, con calabazas, comidas y disfraces de condes dráculas o novias cadáver, que en Estados Unidos mueve 6.000 millones.
Belleza terapéutica
El necroturismo, según sus promotores, no es más que hacer visitas guiadas a camposantos que poseen algún valor histórico o artístico, buscando la belleza también en estos lugares de descanso (obligado). Mejor, aprovechando el crepúsculo para ambientarlas y, si hay suerte, la lluvia y algo de viento.
Las iniciativas “para pasarlo de miedo” parten incluso de los propios cementerios. “El objetivo es mostrar estos recintos no como lugares de muerte, sino de vida. Los cementerios son el resumen de nuestra historia más reciente y donde podremos encontrar muchas de nuestras referencias”, pregona una web de la red catalana de cementerios.
"No te pasa nada, y es terapéutico. Se te quitan muchas tonterías y ves la realidad de la vida, que en algún momento se va a acabar”, anima otro portal. “El cementerio es un reflejo de la sociedad. Si quieres conocer bien una ciudad, tienes que visitar el mercado y el cementerio”, abunda la red social perVive, promotora permanente del turismo funerario en toda España.
Camposantos de reclamo
León ha sido la penúltima ciudad en apuntarse esta semana a la programación del turismo de los cementerios, con un recorrido de 45 minutos, iluminación especial y teatralización en sus ocho paradas. Como en toda ruta que se precie, se incluye la visita a las tumbas de los personajes más ilustres.
Las programaciones, con reservas en hoteles, casas rurales y otros alojamientos, enfocan la muerte desde el punto de vista “cultural, turístico y festivo”. Invitan, por ejemplo, a visitar en el cementerio de Montjuïc (Barcelona) las tumbas de Joan Miró o de Lluís Companys, y su museo de carrozas fúnebres. Y sin salir de la ciudad, en el de Poble Nou, a admirar como en una catedral la escultura El beso de la muerte, atribuida a Joan Fontbernat.
El Sacramental de San Isidro (Madrid) organiza los 9 Días Ad Eternum, visitas guiadas del 25 de octubre al 2 de noviembre. Se puede conocer, por ejemplo, “la historia real de la hija del doctor Velasco” o la historia de la “cupletista olvidada”.
Los camposantos más peculiares de Galicia utilizan estos días como reclamo para iniciativas turísticas. Con paseos por sus jardines como si se tratase de parques públicos. Destacan los de San Frolián en Lugo, San Amaro en A Coruña, Santa María de Dozo, en Cambados, y el de los Ingleses en Camariñas, que acoge 173 tumbas de soldados del navío británico HMS Serpent que naufragó en Punta do Boi, en 1890.
Teatralizaciones y banquetes
Cementerio del Fin del Mundo en el cabo de Finisterre
Para antiguo y a la vez moderno (1998), el Cementerio del Fin del Mundo en el cabo de Finisterre, obra del arquitecto César Portela. Está enclavado de camino al faro, en la ladera del monte, mirando al Atlántico, donde se asomaban desde épocas prerromanas los peregrinos laicos para ver el final de la Tierra conocida entonces.
Para atraer al visitante en el cementerio del Inglés, en Málaga, se programan, además visitas diurnas y nocturnas, conciertos y corales. En el de Lugo lecturas dramatizadas de Don Juan Tenorio, ofrendas florales, interpretaciones musicales, talleres teatrales y hasta un concurso fotográfico.
Singular es el cementerio de Monturque, en Córdoba, también prerromano y único declarado Bien de Interés Cultural. Sus jornadas Munda Mortis, del 28 de octubre al 2 de noviembre, incluyen hasta concursos y degustaciones gastronómicas de gachas, una de las comidas más típicas de la zona al llegar estas fechas. El año pasado atrajeron a unas 3.000 personas, casi el doble que la población del pueblo.
Selfies en tumbas famosas
Cementerio de Montparnasse en París
La idea de este turismo está copiada de la Ruta Europea de Cementerios (European Cementeries Route), que reúne desde 2010 a 63 afamados cementerios en 56 ciudades como París, Viena. Londres, Oporto, Génova o Florencia. Ofrecen en 20 países visitas durante todo el año.
Miles de necroturistas se hacen selfies en el cementerio de Montparnasse ante en la tumba del filósofo Jean-Paul Sartre y, sobre todo, en el de Père-Lachaise donde descansan estrellas de todos los ámbitos como Jim Morrison, Marcel Proust, Oscar Wilde, Frédéric Chopin o Molière. O en el de Viena, donde reposan los del compositor Beethoven.
Otros cementerios invadidos por los turistas son el judío de Praga, las catacumbas de Roma y el de Highgate en Londres, donde nostálgicos revolucionarios frustrados peregrinan para posar ante la imponente efigie de la tumba de Karl Marx.
Tradición española
España cuenta con 21 camposantos en esta red, con el de Montjuïc y otros cinco de Barcelona en cabeza. Los hay tan peculiares como el de Ciriego en Santander, el Polloe de San Sebastián, la Almudena en Madrid, y los de Bilbao, Granada, Luarca (Asturias), Castro Urdiales (Cantabria) o Lloret de Mar (Girona).
En esta línea se mueve la iniciativa Cementerios Vivos, de la Asociación de Funerarias y Cementerios Municipales (AFCM), que reúne cementerios públicos de 37 ciudades. El objetivo es que nos reconciliemos con los camposantos y disfrutemos de sus bondades naturales, arquitectónicas, históricas, panorámicas, etc. Y de paso, hacer caja mientras les llega su hora, que esperan lejana, de difuntos.
La alegría de la muerte, que no llegó, se celebra desde tiempo inmemorial en la Romería de los Muertos de Santa María de Ribarteme (Pontevedra). Los protagonistas de esta fiesta, considerada la segunda más rara del mundo por The Guardian, son llevados a hombros en ataúdes abiertos hasta una ermita donde dan las gracias por haber regateado la muerte tras una enfermedad. Les cuesta abrirse paso entre fieles y turistas, más de 3.000 en julio pasado, que fotografían los féretros con gente viva en la insólita procesión.