Como quien viaja a Bosnia para conocer el impacto de la guerra de los Balcanes y organiza un tour por las ciudades más castigadas por el conflicto bélico del que se han cumplido ya más de 20 años. O quien visita el complejo de campos de concentración de Auschwitz, una de las opciones situadas actualmente en el top ten de las rutas turísticas.
Cataluña se está convirtiendo en uno de los puntos calientes que atraen a ese tipo de turistas que descartan la idea de pasar sus vacaciones sin hacer nada. Y optan por conocer nuevos países donde culturizarse.
El 1-O
El proceso independentista catalán en su conjunto, pero sobre todo la creciente ebullición de la sociedad al acercarse la fecha del referéndum del 1 de octubre, ha situado el territorio catalán como uno de los preferidos, actualmente, por el turismo no solo internacional, sino también llegado del resto de España.
“Llegué ayer en AVE desde Madrid, tenía que ver esto con mis propios ojos”, explicaba a este medio una joven madrileña aficionada a la fotografía el pasado domingo. Ella también hacía guardia frente al colegio Barrufet del barrio barcelonés de Sants desde las cinco de la mañana para inmortalizar el momento.
“Me he gastado parte de mis ahorros en el alojamiento y el tren, pero no quería que nadie me contara lo que está pasando aquí. Sabía que iba a valer la pena”, añadía sin dejar de fotografiar cada movimiento en la puerta del colegio, por minúsculo que fuera.
Turismo arriesgado
El mismo día, frente al colegio Ramon Llull de Barcelona, quizá calificado como un turismo algo más arriesgado debido a las cargas policiales que se estaban produciendo, una mujer de Francia presenciaba la escena desde una de las porterías situadas frente a la escuela. “¿Qué pasa aquí?”, preguntaba a los periodistas. A la explicación, decidió unirse a las palmas de los independentistas que gritaban “¡votaremos!”, “¡independencia!” o “¡las calles serán siempre nuestras!”.
Frente a la Escuela del Treball de Barcelona, situada en el recinto de la Escola Industrial, varios grupos llegados desde el País Vasco contemplaban la zona. “Si queréis vamos a Gràcia, me han dicho que son calles peatonales y quizá allí encontremos más actividades en la calle”, decía un joven a otros de su grupo, mientras ponían rumbo al citado barrio.
Un grupo de tres matrimonios también vascos explicaban a Crónica Global que habían decidido pasar unos días en Cataluña para ver cómo se llevaba a cabo la celebración del referéndum “y apoyar al pueblo catalán”. Ellos no estaban sorprendidos ante la actuación de la Policía Nacional —“piensa que nosotros tenemos a la Ertzaintza”—, pero sí de que los asistentes en el colegio se hubieran coordinado y hubieran sido capaces de impedir la entrada de los agentes al edificio.
Una fiesta
Este martes, durante la huelga no tan general celebrada sobre todo en el centro de la capital catalana, algunos turistas se hacían selfies con los manifestantes de fondo, junto a las banderas independentistas e incluso al lado de los policías que custodiaban la Delegación del Gobierno, fueran del cuerpo que fueran. “¡Esto es una fiesta!”, exclamaba una mujer pakistaní.
Sin embargo, no todos los turistas parecen haber averiguado todo acerca de la situación actual en territorio catalán. Mientras un grupo de contrarios a la ruptura de España coreaba consignas a favor de la Policía Nacional frente a la Jefatura Superior de Policía de Cataluña, un visitante observaba la situación, mapa en mano, descifrando qué era aquel edificio. No pareció acabar de entenderlo. Preguntó por la Sagrada Familia y abandonó la protesta.