Ningún periodista está preparado para cubrir un atentado terrorista, por mucho que haya intentado ponerse en situación. Ninguna escena imaginada puede acercarse a la realidad. Guardia Urbana de Barcelona (GUB) y Mossos d’Esquadra habían acordonado los alrededores de la zona rápidamente, apenas unos minutos después del atropello múltiple cometido por los terroristas.
La ronda Sant Pere de Barcelona se convertía en uno de los focos de la policía catalana. Una avalancha de gente corría desde las puertas de El Corte Inglés de plaza Cataluña en todas direcciones y algunos coches circulaban en sentido contrario huyendo del mismo punto.
Gritos de “terrorist”
Empujones, caídas, llantos y terror. Sobre todo rostros de terror de las personas que se amontonaban en las puertas de todos los comercios de alrededor de la zona para encontrar un refugio. Nadie sabía exactamente qué pasaba, más allá de un atropello en Las Ramblas de la capital catalana, pero la palabra terrorist era la más escuchada entre los gritos de los turistas que entraban a la carrera en el McDonalds situado frente a El Corte Inglés, donde se rumoreaba que se había atrincherado un hombre armado que estaba disparando. Extremo negado después por las fuerzas de seguridad.
El pánico se apoderaba de los trabajadores del restaurante de comida rápida. El encargado ha bajado la persiana del local invitando a entrar a todo el que se encontraba en la calle. Varios empleados intentaban tranquilizar a las personas del interior --no siempre con éxito-- y otros rompían a llorar. “Quiero salir de aquí”, repetía una de las empleadas, sentada en las escaleras del local frotándose la cara con las manos, como si quisiera despertar de un sueño.
“¿Y si entran?”
Sus compañeros llamaban y respondían llamadas de familiares en las que repetían la misma frase: “Estoy bien, hemos bajado la persiana y ya no pueden entrar. Aquí estamos a salvo”. Pero el pánico se había apoderado de varias personas, sobre todo de los visitantes, que no acababan de entender lo que pasaba y querían salir a toda costa del restaurante, sin atender a razones. El encargado ha vuelto a abrir la puerta y el pánico, entonces, se ha producido en el interior. “¿Y si entran?”
Las propuestas sobre qué hacer en caso de que los terroristas entrasen eran variadas. Nadie lo tenía claro. “Corre a esconderte”, han dicho fuentes policiales a periodistas de este medio, escondidos también en el local. “Bajad la persiana para evitar que entren, pero si lo hacen, escondeos”. La persiana volvía a bajarse y la megafonía de los Mossos d’Esquadra que blindaban la zona se acercaba al comercio para avisar de que todos los allí presentes se alejaran de la puerta.
El desalojo
Más de 50 personas han esperado en el piso inferior del local durante dos horas en las que las reacciones han sido variopintas. “¿Quieres un happy meal?”, preguntaba una de las empleadas a todos los niños. “Estoy atrapada en el McDonalds junto a El Corte Inglés donde está atrincherado el terrorista. Pero no se lo digas a mamá”, decía una mujer por teléfono. “Esto parece una película. No es real”, repetía otra mientras no dejaba de llorar. Uno de los empleados daba un nuevo aviso: “Va a entrar la policía para llevarnos a un lugar más seguro. Que nadie se preocupe”. Minutos más tarde, dos agentes de los Mossos aporreaban la puerta principal y daban instrucciones: “Haced una cola y salid de tres en tres, con las manos arriba. Mujeres, niños y minusválidos, primero”.
Los trabajadores del McDonalds han organizado la cola de salida en un ejercicio de calma y serenidad ejemplar, cediendo el paso a los clientes, pese a sus propios nervios. A la salida del restaurante, un policía daba indicaciones sobre hacia dónde dirigirse, mientras otro observaba desde atrás, con una mano al alcance de su arma. “¡Rápido, fuera de la zona!”, gritaban. Sus rostros no mostraban menos terror que el de las personas que estaban siendo desalojadas.