El propietario de un piso situado en el centro de Barcelona, concretamente en el Born, ocupó este sábado su propiedad tras conocer que su inquilino lo realquilaba por días a través de Airbnb. Damian Harris, el dueño de la vivienda, desconocía el uso que su arrendatario le daba al piso hasta que, hace unos meses, muchos vecinos del barrio se hicieron eco del negocio turístico que se se llevaba a cabo entre esas cuatro paredes.
Según cuenta Harris, en el contrato que firmaron a principios de 2015 se acordó que el inquilino sólo podía utilizar el piso como vivienda habitual. El piso, de 150 metros cuadrados, tenía un coste de 1.500 euros al mes. Harris asegura que "yo no me quería ver involucrado" y por eso decidió tomar la justicia por su mano. Espero a que el piso estuviera vacío, entró, cambio la cerradura, instaló una alarma y se sentó a esperar.
Este empresario australiano tuvo la idea de ocupar su propio piso cuando "a principios de verano leí la historia de esa mujer que recuperó su piso en la Barceloneta alquilándolo ella misma por Internet". Además, asegura que "estaba harto de que otros ganaran dinero a su costa y los juzgados son muy lentos".
Gran demanda
Pese a que es un quinto piso sin ascensor, Harris asegura que es un inmueble con una gran demanda. "Cualquiera vendría a pasar sus vacaciones aquí". Lo curioso, explica, es que en la puerta cuelga un cartel que pide a los inquilinos que no hablen con nadie, que no abran la puerta, que el ayuntamiento lleva a cabo una campaña ilegal de inspecciones.
Actualmente Harris vive en Berlín. Con respecto a su inquilino, sentencia: “Yo alquilé este piso de unos 150 m2 por unos 1.800 euros al mes a principios del 2015, él siempre me pagó la renta, a veces me llegaban algunas quejas de los vecinos, pero nunca les presté mucha atención.” Cuando entró en su piso el sábado, se encontró con ocho camas de matrimonio y dos sofás cama.
Los vecinos alertaron de la situación
Esta primavera, los vecinos del edificio se enteraron de los negocios que hacía el inquilino del australiano y colgaron pancartas alusivas al tema. Ante esta situación, Harris reaccionó inmediatamente: “Le envíe un burofax para comunicarle que el subarriendo liquidaba nuestro acuerdo, para dejar claro que yo no tenía nada que ver con todo esto, para salvaguardarme”. Si bien el contrato vigente expira en el 2020, ambos acordaron que el inquilino abandonaría el piso este verano, hecho que finalmente no sucedió. Esto último fue lo que llevó al dueño del piso a tomar la medida.
Acerca de las reacciones ante esta decisión, Harris comenta que “el domingo por la mañana vino la mujer que lo limpia y no pudo entrar, y al poco tiempo vino el inquilino muy enfadado, golpeó la puerta con fuerza y se generó un clima muy tenso." "Después vinieron los Mossos d'Esquadra y me advirtieron de que yo podría estar cometiendo un delito, tendré que encerrarme unos días, llamar a amigos para que siempre haya alguien dentro, poner una puerta de seguridad que impida que nadie entre en la vivienda" concluye.
Barcelona vive otro caso más de ocupación ilegal de un propietario a un inquilino. La ley no protege al propietario legal de la vivienda y, en este caso, Harris sabe que el proceso legal para anular el contrato de alquiler pude durar cerca de un año. Un tiempo demasiado prolongado ya que "yo también necesito pagar la hipoteca”.