La prosperidad del turismo magalufo en Barcelona es mérito de Colau, que iba a acabar con los guiris que meaban desde el balcón y ha consolidado en cambio todos los ramos del sector de hacer el guarro en una playa urbana que huele a orines y purines de los más variados especímenes. Los millennials de L'Eixample/Ensanche están como las viejas cucurrutas y cascarrabias de los sesenta, esas que se quejaban de las hordas de vikingas en biquini tostadas al sol del Levante español. Tienen razón y aquellas no.
La alcaldesa, el genio de Pisarello, el siempre encabronado Asens, Gala Pin, Mercedes, la del Metro, Vidal y demás fenómenos de la gestión urbana han logrado que el sufrido indígena vitupere al turista en vez de a quien le convoca a la ciudad, que son los antedichos y sus moratorias contra los hoteles de lujo, que sólo se explica para reducir la competencia a los apartamentos ilegales, otro ramo en alza. El efecto inmediato del postureo antisistema de los colocolos municipales ha sido la extinción del turista aseado y adinerado a favor de un modelo de visitante tipo supporter neonazi que sólo comparte con la anterior especie el color de gamba a la plancha.
Si el modelo A podía ser censurable porque expulsaba a los nativos de los restaurantes, el segundo los echa directamente de casa. Hay quien no ve dónde está el beneficio de todo esto, pero es porque no se dedica a embutir rubicundos en los cuartos de las escobas, loft diáfano semisótano interior de 15 metros cuadrados.
No tiene arreglo y va a peor. Antaño, el jovent pintaba en las fachadas "yankee go home". Hogaño emborrona los muros con instrucciones de uso y urbanidad trampa, como ese "Dear tourist: balconing is fun" por si alguno pica.
En la sección de las noticias de estilo y tendencias refulge la rebelión de las mujeres de la CUP contra la dictadura de la estética. Liberador lema: “L'operació bikini ens la passem per la xona”, vulgo vulva. Absolutamente a favor y no sólo del enunciado sino de la amplitud de registros de los independentistas antisistema y anticapis, que a diferencia de pedecatos y republicanos hablan de más cosas que la operación Cataluña.
Los cuperos también tienen un plan contra el turismo que pasa por colectivizar los hoteles y pagar sueldos decentes a limpiadoras y camareras. Si lo que se pretende es acabar con el problema de cuajo, Garganté de director del Majestic sería mano de santo.