Joaquín Ausejo, director y propietario de los Hoteles Alma, tiene su propia visión sobre la situación turística que vive Barcelona. Inició un proyecto y una marca en Pamplona y la extrapoló mejorada a la capital catalana, dando vida a una marca singular. Ahora Alma, es una referencia en los cinco estrellas. Para él, la ciudad y sus actores principales están obligados a ofrecer calidad en sus servicios si se quiere revertir la situación turística que vive la capital catalana.
- ¿Cómo definiría la marca Alma?
- Pretendemos hacer algo más que puramente alojar. Queremos ofrecer contenido cultural, algo que vaya más allá. El Alma, es un hotel casa. Desde el punto de vista de diseño, el tamaño y la distribución, al igual que la decoración y los acabados, la gente se siente bastante como en casa. Para nosotros ser hotel es ser anfitrión. Si tú eres un buen anfitrión, tienes más posibilidades de añadir valor a la estancia. Tienes que tener un producto buenísimo, saber trabajar el cinco estrellas en todos los detalles, pero luego está lo que te hace distinto a los demás.
El salón interior del Hotel Alma
- ¿Qué perfil se aloja en el hotel?
- Nuestro cliente es un buscador. No es fácil venir al Alma, tú ves la puerta y no parece ni un hotel, pero una vez entras y lo conoces es otra historia. Nuestro perfil es bastante amplio, en términos de edad es muy variado, al igual que en origen y nacionalidad. Los anglosajones y americanos son un mercado muy potente, al igual que los franceses, pero estamos en la media.
- ¿Qué piensa de la situación turística de Barcelona?
- Personalmente, creo que este debate hace mucho tiempo que está encima de la mesa y lo veo como un tema importante. Desde hace 15 ó 20 años, esta ciudad ha hecho un cambio notable. Creo que el turismo es bueno. Eso sí, hoy por hoy, hay que dar solución a problemas que se han convertido en un inconveniente para la ciudadanía, porque no ha habido un control.
- ¿Cuáles cree que son los problemas principales de la ciudad?
- Movilidad y urbanismo. Casualmente son los dos grandes retos del ayuntamiento. A nivel de movilidad, hace falta una mejora del servicio público y del privado. Además de una mejora de las infraestructuras, como las rondas. El problema de los taxis es vergonzoso, y hay que tenerles en cuenta y defender sus derechos, pero tienen que ofrecer un servicio acorde con la ciudad. Cada dos por tres cortan servicios en un momento en que Barcelona no se lo puede permitir y, además, el nivel de servicio que ofrecen, en muchos casos, es lamentable.
-¿Qué piensa de la moratoria de licencias turísticas que ha impuesto Ada Colau?
- La moratoria es un error. Ha parado indiscriminadamente todos los proyectos hoteleros. Nosotros hicimos el Alma en 2010 y ya se hablaba de una burbuja en la oferta del sector, que no cabían más hoteles, etc., y seguramente era y es cierto. Aun así, hay que ver qué hoteles no tienen cabida. Nosotros, con nuestro servicio, creíamos que teníamos algo que decir. No es lo mismo un servicio de calidad que ofrece al ciudadano y al turista un valor, que un hotel que sólo es para alojar a más turistas. Eso es lo que no tiene cabida.
- ¿A qué se refiere con hoteles sólo para alojar?
- Me refiero a cadenas de gran volumen que no ofrecen ningún valor añadido. Se limitan a dar un servicio de gran volumen sin cuidar al cliente y sin cuidar al ciudadano. En ese sentido, a nivel urbanístico está mal. Se piensa más en alojar que en los propios residentes, y es en ese sentido donde hay una descompensación, y es normal que la gente esté descontenta.
- ¿Entiende la turismofobia en algunos sectores de la sociedad?
- Entiendo que hay gente que no le gusta la situación actual, pero no creo en la turismofobia. Este sector es una manera muy honrada de ganarse la vida. Conoces gente, ves otras culturas. Todo reside en cómo lo hagas.
- ¿Entonces, cuál cree que es el problema?
- El principal problema y que ha desatado toda esta polémica, es el boom de toda esa oferta no regulada. Esa oferta que ha venido por internet, llamada economía colaborativa. Personalmente, creo que no existe, porque las empresas que están detrás son multinacionales y no están llevando a cabo la idea inicial con la que se diseñó su proyecto. Airbnb se parece más a una gran hotelera que a una plataforma colaborativa.
-¿Por qué cree que no es economía colaborativa?
- Economía colaborativa en teoría es: yo te dejo lo mío y tú me dejas lo tuyo, ese es el trueque. En cambio ahora, es un megamonstruo que te ofrece mi casa, entremedio de no sé cuantas más, a cambio de una comisión, eso es otra historia.
-¿Cree que tiene futuro?
- Tiene muchísimo futuro porque tiene mucha demanda. Y es bueno, pero debe regularse. Ya no ofrecen el servicio como estaba originalmente pensado. El problema no es la oferta, que también, sino lo que deriva de ello, como por ejemplo un incremento de los precios de alquiler que son una burrada.
-¿Cómo contempla el fenómeno de la gentrificación?
- Es cierto que hay una gran densidad de personas, pero sigue siendo una ciudad que tiene los requisitos para triunfar. Puedes ir a casi todos los sitios andando, el clima es bueno y la oferta regulada cada vez es mejor. Para mí, el problema son los puntos de masificación generales. Lo de la Sagrada Familia no tiene sentido. Lo mismo pasa con el Parc Güell. Da igual a qué hora vayas, siempre hay gente y eso también debe controlarse porque deteriora la imagen de un producto que se llama Barcelona.
Por contra, Paseo de Gràcia está lleno siempre, pero apetece caminar. Sólo hay que ver la Quinta Avenida de New York o los jardines Des Champs de París, siempre están llenos, porque es bonito y hay gente. El problema es que Barcelona es pequeña y nunca se podrá ampliar, por eso sufre.
-¿Entonces, de qué modo limitaría la oferta turística?
- Se necesita criterio a la hora de gestionar una ciudad. Hay que valorar la calidad de los proyectos, sean de cinco o de tres estrellas, y como no lo hacen, tratan todo por igual. Para ellos es lo mismo un Four Seasons que una gran cadena con poderío que va a construir un edifico de 12 plantas con 350 habitaciones. Necesitamos grandes marcas o grandes banderas, reconocidas mundialmente, que generen un destino. Hay marcas, como por ejemplo Four Seasons, que son iconos de buenos destinos. Si en un lugar hay uno, significa que hay que visitarlo.
-¿Piensa que todo reside en una falta de criterio?
- Posiblemente. Lo que pasa es que el criterio que se aplica cuando uno es propietario o dueño es distinto. Como propietario tu corres con todos los riesgos y es más fácil decidir, en la Administración pública nadie quiere mojarse y por eso van tan lentas. El ayuntamiento tiene que espabilar.
Aun así, ha habido políticos que lo han hecho, como Maragall en su momento, el propio alcalde Trias, entre otros. Tomaron decisiones que no eran del gusto de todo el mundo, pero las tomaron. Al final, hay que saber decir sí o no, pero no te puedes quedar mirando.
- ¿Alquilaría un piso a través de Airbnb si pudiera? ¿Y habitaciones?
- No. Y tampoco habitaciones. Personalmente, no me gusta compartir mi espacio privado y creo que aquí estamos empezando a concebir esa idea ahora. Compartir nuestro espacio en nuestra cultura no es habitual si no es con la familia o amigos, aunque poco a poco, simplemente por beneficio económico, se está introduciendo en nuestra sociedad.
- ¿Cree que este turismo low cost o de mala calidad puede afectar a la fama de la ciudad en un futuro?
- Aquí no hay un turismo malo, aquí lo que hay es una mala estrategia para recibir a un visitante con poca capacidad adquisitiva o baja. Esto es muy fácil de resumir. ¿La calidad qué es? La calidad es todo aquello que cumple con las expectativas que tiene un cliente. Y la calidad no la ofrece el cliente, la da la oferta. Las expectativas de un cliente con un nivel adquisitivo bajo serán unas, lo importante es satisfacerlas, sean cuales sean. Al final, para Barcelona, menos, es más. Me gustaría que Barcelona fuera un lugar donde se paga un poco más y se tenga un poco menos de volumen. La oferta low cost tiene que seguir existiendo, simplemente hay que reducirla, pero no eliminarla.
- ¿Cree que el turismo low cost desgasta más la ciudad de lo que gasta en ella?
- Creo que si, tal y como lo entendemos, pero el problema vuelve a lo mismo. Para mí la idea de low cost es bastante caduca. Empezaron con las aerolíneas y ahora lo ves y ya no son tan low cost. Algunas sí, pero el resto son híbridos. Mi pregunta es, ¿sigue siendo low cost un piso en la Barceloneta a razón de 200 euros la noche?¿Eso es low cost, o no? Si se meten en el apartamento cuatro personas y dividen la cantidad puede ser que el precio si lo sea, pero la calidad, habría que verlo...
El problema de estas plataformas es que no hay calidad en el servicio de acoger. ¿Qué pasa con las expectativas de estos turistas? Obviamente, no es lo mismo seis tíos que vienen de despedida de soltero, que quieren alcohol, fiesta y buen clima, y que la calidad les importa bien poco, y que ese mercado no nos interesa aunque es difícil de evitar, a una familia con menos poder adquisitivo que se aloja en esos lugares porque no tiene otra opción.
- ¿Cree que el turismo debe convivir con el ciudadano, o es el ciudadano quien debe adaptarse?
- Yo creo que la gente debe pensar, ¿dónde vivo y de qué vivo? Seguramente zonas como la Barceloneta están sufriendo un conflicto importante, pero es un tema urbanístico. Jóvenes manteniendo relaciones sexuales en plena calle, despedidas de soltero... Los vecinos están enfadados porque ven que en otros barrios no pasa y piensan: ¿por qué yo tengo que convivir con ello y en Pedralbes no? Pero eso no significa que hay que cortar el turismo de raíz. La Barceloneta vive y sale adelante gracias a este sector. Todo el mundo se ha querido aprovechar del fenómeno. Hay propietarios de pisos de la zona que han sido los primeros en especular con los precios de esos pisos, pero ni siquiera viven allí.
-¿Entonces cree que la Barceloneta está condenada eternamente a ese tipo de turistas?
- No, pero es un icono de Barcelona y no puedes quitarlo. Es imposible. Es como si en Miami quitas el Ocean Drive que es la zona de fiesta en la playa. En todas las grandes capitales pasa. Si te fijas, en la Barceloneta no hay ningún hotel, más que el Vela. Allí hay restaurantes, bares y heladerías. No puedes limitar la oferta general para que ese barrio no sufra. Como he dicho antes, lo que deben hacer es poner más seguridad y detectar esos negocios que favorecen ese tipo de fiestas y comportamientos.
- ¿Tiene algo que ver con todo esto el color del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona?
- Para mí, la izquierda y la derecha ya no existen. Yo, personalmente, no las veo por ningún lado. Lo que pasa es que hay una falta de visión total. Llegan al poder con estrategias muy buenas, y con algunos proyectos logrados, pero en el momento en que están arriba, no saben qué hacer. En el caso de Colau, primero hay que mirar cómo ha llegado y qué cosas puede hacer en su situación, y segundo, lo que lucha. Hacen falta líderes.
- ¿Qué echa de menos?
- Echo de menos una buena coordinación, como la que se produjo en el 92. Las Olimpiadas fueron un momento de lanzamiento al mundo de la imagen de esta urbe como destino. Había una colaboración de todos los players. Administración estatal, autonómica, ayuntamiento, compromiso local de los empresarios, de las empresas semipúblicas. Todos colaboraron para hacerla crecer.
Ahora cada uno va un poco a lo suyo. Aunque hay que decir que hay empresas que si lo están haciendo bien bajo mi punto de vista, como Turisme Barcelona, que están aportando mucho a la imagen.
- Dice que no toman decisiones, pero el consistorio si las ha tomado, incluso muy polémicas...
- Esta es su decisión, pero para mí no es válida y tampoco soluciona el problema real. La moratoria que ha impuesto debía implantarse a partir del 2020, pero ya se está cumpliendo. Todos los proyectos nuevos se han parado, pero ¿es realmente beneficioso? Mucha gente me dice que esta situación me beneficia, y yo digo no. La ciudad está en un momento suficientemente bueno para competir y necesitamos buenas marcas, que quieren venir y hacer crecer Barcelona de una forma sana. Algunos hoteles de gran volumen, que de esos ya hay muchos, no han parado sus construcciones y no van a aportar nada nuevo.
El jardín interior del Hotel Alma
Nosotros en Alma recuperamos este jardín que, cuando llegamos, era un parking de dos plantas. Este es un espacio interior público donde cualquiera puede entrar. Todos estos factores hay que tenerlos en cuenta. Para mí era mucho más difícil hacer un jardín a nivel legal que hacer un parking nuevo. La administración alegaba que podía molestar a los vecinos. Bueno, yo estoy expuesto a la ley de sonido, que está estipulada legalmente y controlada por decibelios. No molesto a nadie y al menos los vecinos ven un jardín en su ventana y no un parking de cemento o un patio lleno de aires acondicionados, cocinas y electrodomésticos.
Si todos los interiores de los edificios de Barcelona fueran como los diseñó Sarda, con el movimiento higienista de parques dentro de los edificios, tendríamos cinco grados menos de temperatura media. ¿Cómo puede ser que esto sea más difícil de construir que un parking? Esto ayuda a la ciudad en todos los sentidos. Pero como el párking ya estaba, pues bueno, la administración local se lava las manos.