¿Es posible una relación sin sexo? ¿Y no sentir atracción sexual? La respuesta es sí. El 1% de la población mundial se ha confirmado asexual y las hipótesis señalan que podría ya hablarse del 5%.
“La asexualidad incluye a todas las personas que no sienten nunca atracción sexual o sólo son capaces de sentirla en condiciones muy determinadas, con poca frecuencia”, explica Pablo Ortiz, de la Asexual Community España (ACEs) y la Asexual Visibility and Education Network (AVEN). “No tienen ningún interés en mantener relaciones sexuales con los demás, no necesitan la práctica sexual, ni con personas del sexo contrario ni con las de su mismo sexo”, complementa el doctor Héctor Galván, director clínico del Instituto Madrid de Psicología y Sexología.
“Es importante entender que no es algo que se elija en ningún caso, sino que es una orientación sexual más”, determina Ortiz. “Es independiente de la conducta que tenga, lo continuará siendo aunque mantenga relaciones sexuales con otras personas”.
Cada experiencia es personal y contextual. Ortiz cuenta que “descubrirse como asexual suele ser vivido como una liberación”. “Identificarse como tal permite participar en la lucha por nuestra dignidad y los derechos humanos, aunque haya gente que decida no salir del armario”. “Las personas asexuales que no salen del armario lo hacen por miedo al rechazo de sus seres queridos, el autoodio internalizado o conductas que buscan imitar la heteronormatividad para evitar el estigma”, confiesa.
La salida del armario que experimentan los asexuales es simplemente “dar nombre a algo que siempre ha estado ahí, pero que por circunstancias personales o desconocimiento no han sabido catalogar hasta entonces”, declara Galván.
¿Cómo se descubre?
“Que alguien descubra su asexualidad suele estar condicionado a las microagresiones que reciba y cuánto se deconstruya”, señala Ortiz. “Hablando de manera más llana, es normal que las personas asexuales reciban maltrato por parte de profesionales, que sus amistades o entorno laboral desconfíen por no responder a las expectativas generadas por una sociedad hipersexualizada” y añade: “Con base en estas desconexiones entre las expectativas que genera la sociedad y las propias y cómo respondemos, nos damos cuenta de que somos diferentes”.
“Si entonces tienes la suerte de encontrar una comunidad asexual y entender qué pasa, todo mejora… Si no se consigue descubrir… conocemos historias que son verdaderos dramas para no dormir”, expone.
Lo esencial, asegura Ortiz, es reconocerse como asexual: “Es el primer paso para empoderarse y poderse defender de una estructura social, heteronormativa y patriarcal, que nos oprime”.
¿Y el sexo?
“Pueden aparecer dificultades cuando una persona asexual está en una relación con alguien que no lo es”, declara. Pero esto pasa “por encontrarse en una cultura que ataca la diversidad y a las personas no heteronormativas. En estos casos, una relación basada en la confianza y en la comunicación puede superar la mayoría o incluso todas las dificultades que aparezcan”.
“Los asexuales se pueden emparejar con personas que no lo son y también podemos participar en relaciones poliamorosas o tejer redes de anarquía relacional con varias personas a la vez, asexuales o no”, comenta Ortiz.
“Si la unión romántica es fuerte, se pueden llegar a acuerdos para establecer un tipo de relación abierta. Siempre habrá un desequilibrio entre el que es asexual en una relación y el que no lo es”, expone Galván. “Esto puede ser algo difícil de llevar, porque la persona asexual sentirá a menudo la sensación de tener que contentar su pareja, aun sin desearla, por lo que al verse en la obligación de hacerlo, se pueden acabar generando sentimientos negativos y de repudia hacia su propia pareja”.
Aun así, Ortiz cree que el sexo dependerá de cada persona: muchos asexuales no tienen problemas en mantener relaciones sexuales con personas con las que les une una fuerte conexión”. Aunque también advierte de que “es vital que no haya presiones en este ámbito”.