Cada vez son más las personas que deciden sacar de paseo a su gato colocándole una correa fabricada, más bien, para un perro. De hecho, históricamente, las mascotas felinas no salen a la calle para desahogarse haciendo sus necesidades porque, como son unos animales tan limpios, están acostumbradas a hacerlas en casa. Y a limpiarse ellos mismos después.
Ahora, la moda que se está estableciendo de forma peligrosa es arrancar al gato de su hábitat natural hogareño y obligarlo a que vea mundo. Sin embargo, los animalistas lanzan un mensaje de alerta para frenar esta actitud y recuerdan que estos animales, por lo general, se estresan cuando salen a la calle.
Una forma de maltrato
David Martínez, coordinador del Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA) en Cataluña, explica a Crónica Global que cualquier cosa que los saque de sus rutinas habituales les causa estragos: una visita al veterinario, un perro nuevo en casa, un cambio de domicilio, personas desconocidas, otros gatos, petardos o sirenas, por ejemplo.
“Mira al gato que pasea y obsérvalo. Si babea o se muestra temeroso, evidentemente no quiere estar allí. Obligarlo es una forma de maltrato, puede dañarse o asustarse si se encuentra con otro animal”, informa. Así pues, ¿por qué hacerle pasar por eso?
Una norma no escrita de las ferias de adopción en las que se lucen los animales disponibles para ser acogidos es que no se lleven gatos al evento por el estrés que puede provocarles. La mayoría de gatos ni se asoman a la puerta, aunque hay algunos que son más callejeros.
Quieren libertad
Los gatos ferales, que viven en colonias urbanas, han crecido en otro entorno y disfrutan de la libertad sin ataduras. Ambos comportamientos son compatibles, según el coordinador de PACMA: “Todo gato quiere libertad, pero dentro de su zona conocida y marcada con sus aromas. El casero también protestará si de repente cierras una habitación de casa y le impides la entrada”, porque es un animal territorial.
La clave del asunto, al fin y al cabo, es que un gato no necesita salir y ni siquiera reclama ese estímulo. Es mejor crear un ambiente enriquecido en el hogar y darle el cariño y los cuidados que necesita. “Un gato no es un perro”, asegura Martínez. Parece obvio.