Hacerle el amor a la tierra o a la naturaleza es posible. Se trata del ecosexo, la interacción sexual con la naturaleza. Empezó en 2008 como una corriente artística de la mano de las artistas Annie Sprinkle y Elizabeth Stephens, que trabajaron sobre esta tendencia en su Love Art Laboratory, declarándose asexuales.
Como define Gemma Figueras, psicóloga clínica y sexóloga del Instituto Barcelona de Sexología “puede ir desde un vínculo únicamente mental o espiritual, hasta relaciones de contacto físico con ella”.
“Para conseguirlo, pueden desde rozar y oler intensamente la hierba, abrazar y acariciar árboles, comer flores, pasear por el campo disfrutando bajo el sol, bañarse desnudos en un río o en el mar, etc”, comenta la experta.
Aunque detalla que, otra vertiente del movimiento sería el respeto por el medio ambiente desde la práctica sexual. Esto es, “tener relaciones sexuales promoviendo al mismo tiempo prácticas como reciclar, hacer uso escaso o ninguno de la luz eléctrica, usar lubricantes ecológicos, evitar el exceso de agua y jabón al darse baños en pareja, etc”.
Los practicantes del ecosexo lo definen como “una orientación o identidad sexual”. “Sin embargo, tal y como ellos mismo explican en su ‘manifiesto ecosexual: para algunos de nosotros, ser ecosexual es nuestra identidad sexual primaria, mientras que para otros no lo es’”, señala.
¿Mantienen relaciones sexuales?
“A pesar de que todo ecosexual establece una relación o vínculo sexual con la naturaleza, esto no tiene por qué excluir otro tipo de prácticas sexuales con otras personas de igual o distinto sexo.
Al ser una practica relativamente reciente no se puede estimar una cifra, asegura la experta. Lo que se puede determinar es que “la práctica se concentra en Estados Unidos con miles de adeptos” aunque constata que “se ha extendido a otros países como Francia, Chile, Alemania, Australia o España”.
¿Cómo se practica el ecosexo?
Los expertos detallan que hay que activar los cinco sentidos y potenciarlos al máximo a la hora de practicar el ecosexo. Para ello, la persona podrá acariciar la hierba sintiendo como le acaricia y olerla, abrazar los árboles de forma intensa, degustar flores coloridas, bañarse desnudo en un río o mar.
Pero para iniciarse en el mundo de la ecosexualidad también sirve correr o pasear por un maizal, acariciar sus hojas y granos de maíz así como introducir los dedos y la lengua en la pulpa de la fruta. Así experimenta la artista Stephanie Salrey en su Instagram.
Sus vídeos duran a penas unos segundos y asegura que el jugueteo frutal empezó de manera espontánea aunque ahora cuenta ya con más de 238.000 seguidores en esta red social.