Cristina Gallarch (Sant Quirze de Besora, 1960) es actualmente la máxima portavoz de Naciones Unidas. Periodista de formación, su larga trayectoria internacional empezó en la agencia EFE Moscú y Bruselas para convertirse después en la voz de Javier Solana en la OTAN y en la Unión Europea.
En diciembre de 2014, fue nombrada secretaria general adjunta de las Naciones Unidas para la comunicación, cargo que compagina en la actualidad con el de ejercer de consejera especial de António Guterres, secretario general de la institución desde el pasado enero. Ha estado presente en la XXXIII reunión del Círculo de Economía para defender la Agenda 2030 para el crecimiento sostenible.
¿Qué considera que es más incompatible del actual modelo de crecimiento para la sostenibilidad global?
De entrada, el uso de los recursos. Son finitos y no se puede mantener el crecimiento de los últimos años. Debemos pasar sin ninguna duda a la economía circula, este es el concepto básico de la sostenibilidad. Un segundo elemento básico son los modelos de producción y de consumo, que deben ser responsables.
¿Las políticas de los últimos años ayudan a llegar a este escenario?
No lo suficiente. Nos encontramos en un momento muy importante porque no disponemos de un Planeta B si no somos sostenibles. La Agenda 2030 está basada en 17 objetivos para que los países, parlamentos y estructuras administrativas adopten leyes y mecanismos para transformar los procesos económicos. O los empezamos a aplicar o no llegaremos a tiempo.
¿Qué medidas se deberían priorizar?
Se trata de un pacto global. La acción de las administraciones, el cambio de visión de los ciudadanos, de los empresarios y del sector privado. Este diálogo de los tres es el que nos encaminará hacia una economía más sostenible. Y también es básico el papel de los jóvenes por su poder como consumidores del futuro y herederos del planeta.
¿Qué consecuencias tienen políticas proteccionistas como las de Donald Trump para la sostenibilidad?
No ayudan. Toda la agenda de sostenibilidad está basada en una acción global y en un trabajo compartido; en la apertura y en los intercambios. Son como dos puntos opuestos. Esperemos que sean procesos coyunturales y no de largo plazo.
Si el objetivo de la economía es crecer, como el de las empresas es ganar más cada año, ¿no resulta inútil tratar de hacerlo sostenible? ¿No hay límites en el crecimiento?
Es que el crecer sin límites no tiene ningún sentido. Debemos fijarnos en un objetivo más global en lugar de uno a corto plazo. Paul Polman, consejero delegado de Unilever [coincidió con Gallach en una conferencia en la reunión del lobby empresarial] me contó que él no da resultados cada tres meses porque impone un ritmo que a largo plazo no interesa. ¿Qué interés tiene distribuir beneficios cada tres meses si a largo plazo no tienes acceso a los recursos que utilizas porque los has expoliado? El crecimiento tiene muchas vertientes y no sólo la del porcentaje.
¿Esto no nos lleva a una falta de transparencia de las empresas?
No, porque analizas los resultados de otra manera. La agenda de la sostenibilidad te obliga a un diálogo mucho más intenso con la sociedad civil, los actores políticos y los económicos. Y para que sea productivo te fuerza a ser más transparente.
¿Cómo se garantiza que esto ocurra?
Yendo a una economía más circular, especialmente en la parte del deshecho. Polman contaba que en su empresa se pierden uno de cada cuatro tomates que usan. Es una auténtica estupidez. Nos falta mucho sentido común en el pacto social para el beneficio global. Por ello se requiere voluntad para liderar el proceso y ganas de participar.
Paul Polman, CEO de Unilever (i), en las XXXIII Jornadas del Círculo de Economía junto a la secretaria general adjunta de las Naciones Unidas, Cristina Gallach (d), y el presidente de Puig, Marc Puig (c) / CG
¿Qué tipo de líderes requieren?
Cuanto más alto sea el liderazgo mayor será el impacto porque repercutirá en muchas más personas. Pero un empresario puede iniciar un proceso de transformación en las dinámicas que sean dañinas para la sostenibilidad de su compañía. Por tanto, el liderazgo depende un poco de cada uno. Y necesitamos liderazgo político.
¿Hay crisis en este sentido?
Estamos ante una situación dual. Nos encontramos con liderazgos políticos muy fuertes a escala mundial, líderes como Putin, Erdogan o Trump, y liderazgos políticos fuertes algo más sofisticados. Nos hacen falta liderazgos más integradores, mucho más abiertos y transformadores de cara a la visión sostenible.
¿Y en España?
Creo que algunos empresarios tienen ganas de hacer este trabajo de transformación. A nivel político, estaría bien encontrar líderes en todos los niveles de administración. Tanto en el Gobierno central como en las administraciones locales, que son las que más directamente vinculadas están a la gente.
Uno de los retos de la ciudades actuales, especialmente en Barcelona, es gestionar el turismo. ¿Cómo impacta en el crecimiento sostenible?
Es uno de los aspectos más interesantes de la vida económica. Enriquece a las personas que lo practican y a los que la reciben, además de generar actividad económica. Pero se debe gestionar de forma sostenible.
¿Y cómo se hace sostenible?
Con un plan que no incluya una sola medida. En el caso de Barcelona es complicado por su atractivo. Requiere un plan regulador y probablemente no es necesario hacer más promoción por ser una de las ciudades con mayor atracción de marca. Lo que se debe impulsar es una campaña de organización en la que deben intervenir la administración pública, el sector privado y los ciudadanos.
Hace poco nos comentaban que la situación en España recordaba a la de una época prerrevolucionaria. ¿Comparte la reflexión?
Nos encontramos en un proceso de desarrollo de un mundo multipolar que por definición es más inestable que el bipolar del que veníamos. La inestabilidad se manifiesta por conflictos, desigualdades, agresiones a ciudadanos que ven sus derechos socavados, problemas de movimientos de población, etc. Son convulsiones más complejas de gestionar que cuando el mundo era bipolar.
¿Y cómo se deberían gestionar?
Con un refuerzo de las organizaciones internacionales, sobre todo las grandes como Naciones Unidas. Las regionales se pueden gestionar bien este nuevo mundo global multipolar.
¿Y la situación en España, con las reclamaciones independentistas sobre la mesa?
Se debe abordar a partir del diálogo, de posiciones razonables y tomando una perspectiva de querer participar de los movimientos que hay en el mundo. Son movimientos de inclusión y no de cortar lazos; de apertura. Es un tema muy complicado y sobre el que Naciones Unidas no tiene nada que decir.