Parejas. La presentadora Cristina Pedroche y David Muñoz, el cocinero que pretende introducir en Londres las "croquetas de la Pedroche", son grandes estrellas del couché en la especialidad por parejas. La vallecana, divina de la muerte, y él, a la cabeza de la pornografia culinaria en televisión. Como parecen tan felices, las redes son inclementes. El amor ajeno da grima, casi tanta como el plato estrella de Muñoz, unas croquetas elaboradas a base de kimchi (el fermentado coreano), leche de oveja, atún toro, té negro y salsa de marisco. Dice el chef que el secreto de las croquetas apellidadas por su pareja es que están crujientes por fuera y blandas por dentro. Con ese discurso pretende recuperar los cuatro millones de euros que ha invertido con ella para abrirse paso en Londres. Muñoz también quiere cruzar el charco y abrir un local en Nueva York. Con Cristina, alega, nada es imposible. Urge un cambio de estilo. Un cocinero con tres estrellas no puede ir por la vida como si fuera el nieto de Johnny Rotten. Y menos para vender rebozados de cáscaras de gamba.
Risto Mejide y Laura Escanes. Aquí el famoso es él, pero ella intenta con denuedo estar a la altura. Escanes se despierta, cruza las piernas y se hace una foto en blanco negro. Es influencer y cuenta con más de medio millón de seguidores en Instagram. Must para aspirantes a it girl. Pareja dada, como la anterior, a las efusiones públicas. Están abaratando las exclusivas porque casi nadie paga por lo que sale gratis en la comuna digital. Sin embargo, Mejide ha conseguido que la familia Sánchez Junco (editores del ¡Hola!) le abone la boda, que se celebrará el 20 de mayo. Expectación mundial. Téngase en cuenta que entre los invitados estarán Jordi Évole, Carlos Latre, Pilar Rahola y Gabriel Rufián. Es de prever que alguno casque la exclusiva a base de torpedear Twitter con fotos de la ceremonia, el banquete y la fiesta, en plan Cadaqués paella party.
¿Paula Echevarría y David Bustamante en horas bajas? Llevan dos meses sin mostrar su instamor en Instagram y se especula con un enfriamiento de la relación. Tal como están las cosas, los signos de interrogación se imponen como medida profiláctica ante la querulancia de nuestros famosos. Se teoriza con un enfriamiento de la relación matrimonial más empalagosa de la historia, lo propio entre un cantante romántico y una actriz de culebrones. A lo mejor sólo es una desintoxicación de redes, un parón biológico, la intimidad cerrada por vacaciones porque están cansados de llevarse a cuestas.
Leído que los ochenta son los nuevos cuarenta, el público de esa franja tiene a su disposición el yin y el yang de las parejas. Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler, de viaje en el Perú. Según las crónicas, ella muestra apetito por el ceviche. Es decir, que casi come. En el otro lado de la veteranía es un grado, María Teresa Campos y Bigote Arrocet, que va a entrar en Supervivientes con Alba Carrillo, su madre y Bárbara Rey. Y es que, ya puestos, los sesenta y pico o más son los nuevos dieciocho.
El producto más típico de la pareja es la expareja. Rocío Carrasco y Antonio David Flores. Diecisiete años después de su separación, la guerra continúa. Ciento veinte folios tiene la demanda penal de Carrasco que incluye todas las entrevistas y declaraciones públicas de su exmarido. Le denuncia por los supuestos delitos de difamación con resultado de lesiones psicológicas, secuestro de un menor y alienación parental. Se dilucidan penas de prisión en el juzgado de Violencia sobre la Mujer y podrían llegar a declarar los hijos, ya mayores de edad. Flores admite estar preocupado. Años de entrevistas, declaraciones y platós se le vienen encima en forma de pruebas.