Los que le conocen, dicen que el Delegado de la Fiscalía Anticorrupción en Cataluña, Emilio Sánchez Ulled, vive ajeno a los últimos movimientos mediáticos del expresidente del Palau de la Música, Fèlix Millet, y su segundo en la institución, Jordi Montull.
Ambos, de forma más o menos disimulada, tratan de mover ficha, ablandar los corazones y mostrarse ante la opinión pública y ante el tribunal de la sala décima de la Audiencia Provincial como filántropos, "equivocados" confesos pero arrepentidos. Son 27 los años de cárcel que Sánchez Ulled pide para cada uno de ellos. Y 26 para la hija de Montull, Gemma, ex directora financiera del Palau y que, según su padre, "nunca formó nada y, si hizo algo, fue intentar corregir lo que allí sucedía".
Negociar, sí, pero...
Ocho años de tortuosa y controvertida instrucción han tenido los capitostes del Palau para demostrar su inocencia o su menor culpabilidad. No lo han hecho.
La fiscalía puede negociar con las partes. La ley lo contempla y regula cómo y de qué manera hacerlo. Pero la fiscalía no negocia cuando tiene el caso apabullantemente ganado, como es el que nos ocupa.
Ganado por goleada. Por lo tanto, el fiscal no se va a prestar a medias tintas ni se va conformar con una victoria por la mínima en un partido de esta envergadura y con tanto público escrutando a los contendientes.
En el caso de Sánchez Ulled se da una doble condición: la de fiscal y la de fiscal que ha acuñado con el paso del tiempo una halo de firmeza, asepsia ante las presiones, decencia y rigor fuera de lo común. Carlos Jiménez Villarejo explicaba a este medio que es "una suerte para el Estado de derecho que personas como Sánchez Ulled lleven la independencia de la carrera fiscal a extremos casi enfermizos".
Fiscal temido
Por lo tanto, pastelear con ese fiscal, un tipo huesudo y de escasas sonrisas, al que se ve a menudo haciendo running por la Diagonal de Barcelona, es tarea difícil, "casi arriesgada", nos explica una miembro de la Unión Progresista de Fiscales a la que pertenece el acusador del caso Palau. Sin embargo, la gente, cuando pesa sobre sus cabezas una pena de casi 30 años de cárcel, tiende a arriesgarse, incluso hasta extremos que rozan el ridículo.
Sánchez Ulled es un fiscal independiente y de izquierdas. No va a perder la oportunidad de agrandar su mito y poner en su sitio a unos imputados para los que cree que está hecha una fiscalía como la que él personifica en Barcelona. No perderá la oportunidad porque no sabe hacerlo de otra forma.