Lo que toda la vida había sido un barrio más de L’Hospitalet de Llobregat, ahora se ha convertido en la zona de moda de Barcelona. Se llama Collblanc, pero lo han rebautizado como Cool-blanc por las ventajas que empieza a ofrecer a todos los actores que interactúan en él.
Uno de los principales valores es que se encuentra justo en la frontera con Barcelona y una pequeña carretera separa la acera de una ciudad y otra en una misma calle: Riera Blanca. Se suma, además, la presencia del majestuoso campo del Fútbol Club Barcelona y su consiguiente perímetro donde comparten protagonismo el Mini Estadi, el Palau Blaugrana y la histórica masía de Can Planes, hoy sede institucional de la entidad.
“Es la niña bonita del barrio: el Camp Nou”, explica a Crónica Global un trabajador del Frankfurt La Llesca, situado a solo unos metros del equipamiento deportivo. Reconoce que, cada vez más, se ven por la zona turistas “empujando maletas de un lado a otro. Van llegando últimamente”.
Periódicos internacionales
Cuando uno pasea por el nuevo Cool-blanc cae en la cuenta de que se trata de un barrio que está aprendiendo a adaptarse a su nueva situación. Los quioscos tienen ahora, entre sus productos, fotos y guías de Barcelona; además de agua y tarjetas de metro en varios idiomas y cabeceras de periódicos internacionales como The New York Times o Le Monde. Lo nunca visto en L’Hospitalet.
Jaime, el propietario del quiosco situado junto a una de las paradas de metro de Collblanc, expone otro de los puntos fuertes del renovado barrio: la buena conexión en transporte público. Hasta allí llegan la línea 5 y la nueva línea 9, que se dirige hacia el aeropuerto de El Prat. “No noto tanto la presencia de turistas en el barrio, pero sí los veo entrando y saliendo del metro”.
“Aquí no dan guerra”
Sentadas en un banco, dos señoras octogenarias reiteran a este medio que ellas también han notado una mayor afluencia de turistas “con maletones”, sobre todo en la avenida Madrid, que confluye con la bulliciosa calle de Sants: “Aquí tienen el Camp Nou y el metro. Pero nosotros, de momento, estamos tranquilitos en nuestros pisos. Aquí no dan guerra como en Barcelona”.
La campaña del Ayuntamiento de Barcelona para regular los pisos turísticos ha provocado un efecto llamada en la segunda ciudad catalana, donde las inmobiliarias ya están haciendo su particular agosto. Como en el caso de una finca situada en la calle Rosich, recientemente comprada por el jefe de Mango en China para hacer pisos turísticos.
“Nosotros estamos buscando piso por la zona y no hay manera” dice a este medio Rosa María Sánchez, propietaria de una parada de ropa femenina del mercado de Collblanc. “Antes los encontrabas por 90.000 euros, pero ahora valen entre 200.000 euros y 300.000 euros”. De alquiler, asegura, no hay viviendas disponibles y, las más decentes, “duran media hora en el mercado”.