Eran las tres de la tarde. Un nutrido grupo de periodistas aguardaba frente a la puerta del Tribunal de Corts andorrano la llegada del ministro de Finanzas, Jordi Cinca, imputado por delito societario y blanqueo de capitales. La juez le había citado a las cuatro de la tarde para dar cuenta de la graves acusaciones vertidas sobre él por quien fuera su jefe, el expresidente de la empresa Orfund Joan Samarra.
Pero Cinca no compareció. No lo hizo a la hora oficial anunciada y confirmada por el propio Gobierno. Compareció mucho antes, hacia las nueve de la mañana, con el mayor de los secretismos. Tanto fue así, que ni los propios funcionarios del Tribunal de Corts se lo esperaban. Llego, declaró y se fue, sonriente y ante la ausencia de prensa que pudiera dar fe de ello.
Prensa cabreada
El malestar entre el grupo de periodistas allí congregados fue mayúsculo. “Nos han levantado la camisa”, “nos han mentido”, “han maniobrado para que no nos enterásemos de su comparecencia, ni le podamos fotografiar”, eran los comentarios que se dejaban sentir entre los informadores. Cinca declaró ante la juez, pero sin la presencia de los abogados de la acusación, que no son parte en los interrogatorios en esta fase del proceso.
Quien ya declaró hace una semana fue Joan Samarra, que ratificó, con sumo detalle, ante la insistencia de la juez, las acusaciones contra Cinca. Según Samarra, Cinca traficó con lingotes de oro que desvió de la contabilidad de Orfund para su propio beneficio. La querella asegura, además, que los beneficios de estos torticeros negocios fueron camuflados por el actual ministro de Finanzas de Andorra.